Paolo Benanti es la imagen viviente de que ciencia y fe son compatibles… y que, de hecho, la primera necesita a la segunda. Ser franciscano de la Tercera Orden Regular, teólogo, vivir en un monasterio o caminar con hábito no le impide usar un reloj inteligente, ser uno de los 38 expertos consultores de Naciones Unidas sobre Inteligencia Artificial (IA) o presidente de la Comisión sobre la materia con el gobierno de Giorgia Meloni.

Nacido en 1973, también es licenciado en Teología Moral por la Pontificia Universidad Gregoriana, con su tesis The Cyborg: Cuerpo y corporeidad en la era del poshumano.

En una entrevista concedida recientemente a EFE, el experto en IA y autor, entre decenas de publicaciones, de Homo Faber. La condición Tecno-Humana reflexiona sobre la ética y bondad o maldad intrínseca de la Inteligencia Artificial.

En su opinión, "el problema no está en la tecnología, sino en nuestra conciencia”. Por eso cree que el hombre se acostumbrará a la IA y recomienda “no dejarse atrapar por una hermenéutica de la búsqueda del mal". Al contrario, llama a "estudiar todo el bien que puede hacer, no solo temerlo".

En su opinión, "vamos con retraso y quizá somos algo ineficaces" a la hora de plantear una posible contención ética, pues "la cuestión es que si estos instrumentos no tienen unos sólidos guardarraíles, después serán difícilmente contenibles por un código ético externo".

Por eso, también considera que no se debe subestimar "el misterio del mal", plasmado en no pocas tentaciones a la hora de usarla.

`Homo faber´ es solo una de las muchas publicaciones de Paolo Benanti en torno a la Inteligencia Artificial. 

En este sentido, el fraile llama con urgencia a encauzar el servicio a la humanidad que pueda hacer la inteligencia artificial. Distinguiendo entre conceptos como valores, normas o principios, explica que los primeros no serían útiles porque cambian en función de las culturas. Las segundas sirven solo para proteger los valores, pero los principios en cambio serían una forma “más fácil para encontrar un acuerdo global”.

“Pensemos en un coche descontrolado: si giras a la izquierda matas a una persona, si lo haces a la derecha, a dos. En ambos casos consta el valor de la vida, pero el ‘principio’ de minimizar los daños ayuda. Los principios éticos son globales”, insiste.

También aborda las posibilidades evangelizadoras de la inteligencia artificial, si bien al considerarla una herramienta, dependerá del uso que se haga de ella. La cuestión, advierte, "no es si la IA podrá ayudar o perjudicar la búsqueda de Dios, sino si proyectaremos en ella un poder que la divinice. Cada vez que divinizamos una herramienta, creamos los mayores desastres de la historia".