Nada de lo que ocurrió en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París fue por casualidad. Todo estaba preparado y los organizadores sabían lo que hacían y por qué lo hacían. Y todo parte de la elección del director artístico de este evento, Thomas Jolly, cuyo nombramiento era signo visible de que sería una ceremonia woke y repleta de ideología LGTB.
Y es que Jolly es una persona que se define a sí mismo como queer y que ha centrado gran parte de su carrera profesional en el teatro y obras “deconstruidas” y de temática LGTB. Por eso, nada de lo que vimos fue casualidad ni malinterpretaciones de las personas religiosas o conservadoras. El objetivo era provocar y adoctrinar.
Tony Estanguet, presidente de París 2024, describió la elección de Jolly como una decisión audaz pero "coherente" con la visión de los Juegos. “Con su impresionante carrera, Thomas Jolly está a la vanguardia de la joven, creativa y ambiciosa escena artística francesa. Sus extraordinarios espectáculos son la prueba de que sabe cómo romper las normas y llevarlas al siguiente nivel”, explicaba el responsable de la organización.
Sin embargo, en la trayectoria de este dramaturgo se ve -tal y como recoge El Debate- que su gran logro para por “reinventar las obras clásicas para darles un ‘enfoque’ actual: el pilar del teatro del presente, huero de ideas propias y originales, pero pletórico de ideología, mayormente ‘queer’ (como se define la compañía de Jolly, La Piccola Familia), feminista o LGTBI. Y por supuesto así fue la ceremonia de los Juegos Olímpicos”.
De este modo, añaden que Jolly “fue el autor de una ópera gay en la figura del emperador Heliogábalo. Ha reinterpretado a Marivaux y a Shakespeare para darles el tono de, por ejemplo, una obra del contemporáneo Mark Ravenhill, autor de obras como la titulada: Ir de compras y follar, en contra del capitalismo y a favor del marxismo, del sadismo, para representar la prostitución, la drogadicción en un entorno de homosexualidad”.