La ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos París lo tenía todo para haber pasado a la historia por su espectacularidad. Recorriendo el río Sena, las delegaciones de los países participantes desfilaban en barcas atravesando el increíble patrimonio histórico de Francia. Sin embargo, el comité organizador y el presidente Macron han querido utilizar este acto universal y tradicionalmente destinado a fomentar la fraternidad y la paz para imponer las ideologías de la que el mandatario francés es adalid, especialmente la cuestión LGTB y el aborto, para el que se ha erigido como su gran promotor al declararlo derecho fundamental e incluirlo en su Constitución.
Precisamente, el director artístico elegido para esta ceremonia ha sido Thomas Jolly, director de teatro que se autodenomina queer, y que en sus obras lleva constantemente esta ideología a los escenarios. El resultado ha sido un culto al feísmo y al mal gusto, más parecido a las últimas ediciones de Eurovisión que a unos JJOO, donde los deportistas han quedado en un segundo plano en favor de todas estas actuaciones, muchas de ellas fuera de lugar. Y en una ciudad como París era complicado caer en el feísmo debido a su arquitectura, pero los organizadores lo han conseguido.
De este modo, la ceremonia ha estado salpicada de propaganda de principio a fin. Han promocionado el amor como si se tratara de una relación poliamorosa y homosexual de tres jóvenes con estética queer. Ha habido besos, guiños constantes LGTB, bastante feminismo y mucho aborto, que ha sido citado en numerosas ocasiones y causa, claramente, que ha querido ser introducida e impuesta por parte de la organización para esta ceremonia.
En el acto se ha pretendido mostrar distintos hitos de la historia de Francia. Pero ha llamado poderosamente la atención la ausencia total de cualquier episodio o imagen de la enorme tradición católica de este país, a excepción de un par de menciones breves a la catedral de Notre Dame. La gran ausente y olvidada ha sido de manera descarada Santa Juana de Arco, heroína francesa, vilmente silenciada y ocultada, sobre todo cuando se han citado mujeres que no se acercan ni por asomo a su legado.
Más si cabe cuando uno de los puntos centrales de un evento en los que se ha hablado de la Liberté, Egalité y Fraternité ha sido la “Sororité”. El feminismo ha tenido un papel primordial, pero vinculado además en todo momento a la promoción del aborto. Ya avisaban los presentadores de Televisión Española de que habría mucho “empoderamiento” femenino en estos Juegos Olímpicos.
Para ello, de las profundidades del río Sena han surgido estatuas doradas que representaban a lo que han denominado el Club de las Mujeres, diez mujeres fundamentales, a su juicio, para la historia de Francia. Sin embargo, lo que han primado en muchas de ellas es su adscripción ideológica a favor del feminismo y del aborto. Así, han tenido su estatua Simone de Beauvoir, madre del feminismo moderno y de la pedofilia; Simone Veil, defensora del aborto; Gisele Halimi, defensora también del aborto; Paulette Nardal, pionera del feminismo negro; o Louis Michel, militante anarquista en la Comuna de París.
Sin embargo, mujeres de trascendencia realmente importante para entender Francia como Juana de Arco no han sido incluidas. Tampoco Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia. Ni científicas como Marie Curie, primera mujer cuyos restos fueron depositados el Panteón por sus propios profesionales.
Pero la propaganda ideológica no se limitó al aborto y al feminismo. La cuestión LGTBI ha tenido un papel también protagonista. Se ha visto un desfile de moda y conciertos con drag queens, personas travestidas… con el que, según la organización, querían mostrar la diversidad de Francia. Y ciertamente, estos personajes en los que había poca ropa, mucha zafiedad, "mujeres" con barba o drag queens han tomado totalmente el protagonismo en la parte final del evento. Y lo peor es que la escena se parecía demasiado al cuadro de La última cena de Leonardo, lo que además ha supuesto una gran provocación a los cristianos.
Como se ha citado anteriormente, en la representación que han querido mostrar de la “Liberté” han mostrado así su concepción de París como ciudad del amor: en vez de representar a una pareja de enamorados paseando por el Sena, han aparecido tres personas, dos hombres de estética queer, y una chica, que protagonizaron escenas de poliamor y cuya escena acababa cerrando la puerta mientras entraban a un dormitorio. Y durante la retransmisión han sido numerosas las menciones a la causa LGTB, ya sea al citar a abanderados, deportistas o personajes franceses. Sin embargo, no se han destacado características personales de ningún otro deportista. Sólo se ha destacado su tendencia sexual. No ha hecho falta ni disimular, ni intentar introducir la ideología de manera silibina, a pesar de que numerosos países participantes puedan ser recientes a estas políticas tan ideologizadas.
De su historia milenaria en la inauguración de los JJOO han querido destacar especialmente y de manera descarada la Revolución Francesa y sobre todo una escena muy desagradable. Lo han hecho a través de una performance en la que aparecía repetidamente María Antonieta decapitada, mientras del edificio lanzaban serpentinas y papeles de color rojo emulando la sangre mientras un grupo de Heavy Metal interpretaba una canción, lo que multiplicaba la sensación de violencia de esta escena.
Mientras tanto, los siglos de cristianismo y gran parte de la grandeza de Francia no han aparecido por ningún lado en la ceremonia. Y da la impresión de que si Notre Dame no estuviera en el propio recorrido de las delegaciones hubiera tenido todavía menos protagonismo, como el que no ha tenido el templo expiatorio del Montmartre, precisamente construido en reparación por los crímenes de la Comuna de París, exaltados por Francia esta noche al erigir a la anarquista Louis Michel, como una de las 10 mujeres referentes de la historia francesa.
Esta es la imagen que Macron ha querido transmitir al mundo: ideología pura y dura y cultura woke, eliminando toda aquella parte de la historia incómoda para él, como Juana de Arco, verdadera heroína desde hace ocho siglos y eliminada en los JJOO del “empoderamiento” de la mujer. Ver para creer.