A principios de septiembre, la periodista del New York Post Rikki Schlott se hizo eco de la historia de Anna y su hija de 12 años, Alex, que desde hacía años sufría autismo, fuertes depresiones e intentos autolesivos. Buscando ayudarla desde el plano familiar, médico y educativo, Anna y su hija han acabado "atrapadas" en una "única solución" ofrecida por las instituciones para su hija: la afirmación de género.
El de Anna es solo uno más de los miles de casos de afirmación de género que aparecen cada año en todo el mundo. Los especialistas, personas trans arrepentidas e incluso feministas advierten que este fenómeno "está fuera de control" y cada vez son más los que afirman sin dudar que los desorbitados incrementos en casos de menores trans no es casual.
¿Podría tratarse de un "contagio social" impuesto? Es la pregunta que la feminista y doctoranda dominicana Raquel Rosario Sánchez se hacía recientemente en el diario Newsweek y cuya respuesta parece ser afirmativa.
Lo que es incuestionable son los datos oficiales recogidos por Sánchez y que muestran la "alteración sin precedentes" que ha sufrido la forma de contemplar y tratar la disforia de género en las últimas décadas: si en los años 60, más del 90% de las personas que se identificaban como trans eran hombres adultos, en las últimas décadas "se ha producido un aumento meteórico de jóvenes que rechazan su cuerpo y se identifican con el sexo opuesto, la mayoría chicas".
Dos ejemplos de ello son las estadísticas de Canadá, en las cuales el número de pacientes con disforia de género en 2004 era prácticamente inexistente y tan solo doce años después había más de 1.000 casos, siendo cerca de un 80% de ellos chicas. Un incremento aún mayor en el caso de Reino Unido, donde en menos de 20 años el Servicio de Desarrollo de Identidad de Género ha asistido a un incremento del 4.400% en la atención a niñas y adolescentes por disforia de género. Mientras que la mayoría de pacientes una década antes eran varones, más del 70% de estos expedientes correspondían a niñas y adolescentes en 2018, revela Rosario Sánchez.
Las cifras no mienten... ni son casuales
¿Casualidad? Rosario Sánchez no lo contempla. Principalmente porque los datos de atención por disforia de género muestran mayoritariamente un sector de la población muy concreto: mujeres jóvenes y menores de edad.
"Si este desorbitado aumento de la disforia de género se debiera a una mayor concienciación y aceptación de las personas que se sienten angustiadas por su sexo, veríamos aumentos similares en todos los grupos demográficos, incluidas las mujeres de mediana edad y hombres de todas las edades. Pero eso no es lo que está ocurriendo", denuncia.
Una reflexión que ha llevado a la feminista a considerar si la disforia de género, especialmente entre mujeres adolescentes "altamente influenciables", podría estar expandiéndose como causa de un "contagio social".
"Muchas de las chicas que rechazan su cuerpo no tenían antecedentes de sentirse angustiadas por su sexo biológico y sólo empezaron a presentar disforia de género después de que una amiga se identificase como trans o al conocer esta corriente en internet", menciona.
De hecho, considera que no es raro que las adolescentes adopten una idea después de haberla visto en su grupo de amigas, como sucede en otros ámbitos o con los trastornos de la conducta alimenticia. Lo raro, explica -"y preocupante"- es ver que "instituciones fomentan activamente el pensamiento desordenado entre jóvenes propensas a ser influenciadas".
Países, hospitales e instituciones sanitarias: casos prácticos
Las pruebas abundan, pero ella cita tres casos concretos. Uno de ellos es el Hospital Infantil de Boston, que difundió videos propagandísticos orientados a niñas aconsejando vendarse los pechos o explicando el proceso de afirmación de género a través de histerectomías -extirpación del útero-
Algo similar llevó a cabo el Hospital Infantil de Pittsburgh a través de videos producidos con música inspiradora y sonrientes doctores que exaltaban las virtudes de los bloqueadores de la pubertad, pese a probarse científicamente las graves e irreversibles consecuencias que tienen en todo el organismo.
También fue el caso del Hospital pediátrico nacional de Washington D.C., tras hacerse públicas sus declaraciones en las que afirmaban realizar histerectomías en niñas menores de 16 años angustiadas por su sexo biológico.
Todo ello no es exclusivo de Estados Unidos: sucede también en Australia o Canadá, si bien otros países están virando desde una postura netamente favorable a los tratamientos de género en menores a su "puesta en cuarentena" -como Suecia o Finlancia- o incluso Reino Unido, que acaba de cerrar la clínica referente de tratamientos trans a menores, Tavistock.
Las graves e ireversibles consecuencias para la infancian serían solo parte de las múltiples facetas de un probable "futuro médico distópico" ocasionado en la afirmación de género.
Un futuro médico distópico
Para Rosario Sánchez, el futuro no es prometedor si se mantiene la tendencia y se muestra convencida de que "nos enfrentamos a un futuro médico distópico" marcado por el uso de "procedimientos experimentales e irreversibles" que no solo obviaran los verdaderos problemas de los menores, sino que tendrán "graves consecuencias en la infancia" y estarán a la orden del día: las cifras de los últimos años son solo la antesala de esa distopía que parece aproximarse.
El caso de Anna es revelador. Desde hacía años era consciente del autismo, las depresiones y los intentos suicidas en su hija Alex, pero cuando la llevó a "la mejor clínica" de Nueva York, el autismo de su hija "se pasó completamente por alto" en la consulta.
"Desde el primer momento que dijimos que nuestra hija dijo que era trans nos dijeron que el protocolo era la afirmación. Eso fue todo. No hubo una exploración real de lo que significa ser trans o preguntas como ¿Qué quieres decir con que te sientes como un niño? ¿Por qué crees que no eres una niña? ¿Cómo te sientes? ¿Cómo lo sabes? ¿Y qué significa eso para ti? No hubo nada”, lamenta la madre.
No son pocas las autoridades, especialistas y víctimas que se han pronunciado al respecto. Es el caso del grupo de pediatras que se posicionó frente a la postura oficial de la Academia Estadounidense de Pediatría (favorable al protocolo de afirmación de género) y que demandaron el deseo de que "afirmar" a sus hijos "como seres humanos íntegros" y que fuesen tratados "con intervenciones basadas en evidencias que aseguren que los beneficios superen los riesgos".
Tampoco son escuchados los cientos de trans arrepentidos -puedes conocer el caso de muchos de ellos en nuestra sección Trans- o contrarios a este protocolo, como "Erica" Anderson, para quien "el modelo está fuera de control".
Anna se muestra asustada por la separación e intromisión que gobierno y escuelas están labrando entre ella y su hija: "Hablan de afirmación continuamente y tratan de abrir una brecha entre los niños y sus padres. Realmente siento que estamos atrapados en este estado demócrata profundo, donde la afirmación es la única opción legal para la atención".
Por paradójico que parezca, actualmente Europa y sus políticas relativas al cambio de género en menores son todavía "una esperanza" para muchos: "A medida que salgan a la luz más historias como estas de jóvenes afectados traicionados por la atención que recibieron, serán imposibles de ignorar", concluye la madre.