La orden del Ministerio se produce debido a la aplicación del artículo 155 de la Constitución por el cual el gobierno autonómico fue destituido por la declaración unilateral de independencia. Al hacerse cargo el Gobierno central temporalmente de las competencias, el ministro Méndez de Vigo ha aceptado la devolución de las obras a Aragón, a las que se oponían las autoridades catalanas.
Desde que se dictó sentencia en primera instancia, en abril de 2015, va a ser la primera vez que la Administración catalana cumpla una orden judicial en tiempo y forma. Hasta ahora, todas y cada una de las órdenes de devolución –dictadas en 2015, en 2016 y la tercera el pasado verano– fueron incumplidas por el Gobierno autonómico de Cataluña.
“Lo sorprendente es que alguien no cumpla con las decisiones judiciales”, subrayó ayer Méndez de Vigo, quien avanzó que, a instancias del juez, encargará a la Consejería de Cultura de la Generalitat un informe sobre la localización, transporte y mantenimiento de las 44 piezas depositadas en el museo ilerdense. “Los pasos que el juez me pide que dé yo he empezado a darlos hoy”, relativizó el ministro al tiempo que evitó fijar plazos para la devolución de las piezas.
Monasterio de Sijena
En 2016, la Generalitat incumplió de nuevo las sentencias al devolver sólo 51 de las 97 piezas religiosas del convento aragonés, y además con dos días de retraso. Desde entonces, no ha devuelto ninguna más.
Según informa ABC, de las 46 piezas de Sijena que quedan por regresar a Aragón, 44 están depositadas en Lérida y de las dos restantes no se conoce su localización. Hace un año las autoridades catalanas dijeron que están en paradero desconocido, pero ahora la Administración catalana deberá explicarse de nuevo tras la orden de Méndez de Vigo.
El expolio de los bienes de Sijena, de la que se dice que llegó a ser una de las más importantes de Europa, se remonta a la Guerra Civil Española, y el Heraldo de Aragón ha publicado este especial que cuenta toda la historia y que reproducimos a continuación:
Cuentan que el conjunto artístico y religioso del monasterio de Sijena era tan numeroso que, de haber conservado todas sus riquezas, sería uno de los puntos museísticos más importantes de Europa. Las bellas y realmente extraordinarias pinturas románicas murales de la sala capitular, asombraban al visitante. Se ha descrito el claustro, que servía de expositor de obras como el retablo de la Virgen del Comendador. Y el coro, que presidía el trono de la priora Doña Blanca. Pero son solo recuerdos. Un siglo de dejadez, los horrores de la Guerra Civil y la discutida venta que llevó a cabo la orden sanjuanista a la Generalitat desvistieron sus muros hasta dejarlos desnudos.
El monasterio de Santa María de Sijena fue panteón real de Pedro II, uno de los primeros monarcas de la Corona aragonesa, sede del archivo del reino y centro de gran poder político durante el medievo. Fundado en 1183 por la reina Sancha de Castilla, esposa del rey Alfonso II de Aragón, fue erigido para religiosas hijas de las principales familias de la nobleza aragonesa y catalana. Íntimamente ligado a la casa real, sus propietarias, las monjas de la Orden de San Juan del Hospital, reunieron una riquísima colección artística, que fue conservada y ampliada hasta finales del siglo XIX. A partir de entonces, el monasterio entró en decadencia. Sus propietarias, necesitadas de dinero tras la desamortización, vendieron piezas de gran valor, como el retablo mayor, del siglo XVI, o el de la Virgen del Comendador. Algunas pocas piezas salieron de España, pero la gran mayoría fueron a parar a los museos catalanes. Las ventas realizadas antes de 1923 son legales. Es a partir de esa fecha cuando el Monasterio es declarado Monumento Nacional y su patrimonio queda protegido.
El episodio más dramático que tendría que vivir el monumento sucedió en las primeras semanas de la Guerra Civil, cuando fue incendiado y su patrimonio arrasado, del que solo se pudo salvar una parte que fue enviada a Lérida. Los valiosos frescos de la sala capitular quedaron abrasados y se perdió una buena parte del patrimonio religioso.
La Generalitat de Cataluña contaba durante la guerra con una unidad de recuperación de patrimonio. Uno de sus miembros, José María Gudiol i Ricart, acudió a Sijena, vio el destrozo ocasionado, y consiguió 4.000 pesetas para retirar los restos calcinados de las pinturas de la sala capitular, que fueron enviadas a Barcelona para su restauración. Las pinturas ya no regresaron a Sijena y hoy en día ocupan una de las salas principales del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). En 1939, una vez acabada la Guerra Civil, la Diputación de Huesca solicitó la devolución de los bienes. Esta reclamación continuó en las décadas siguientes por medio de las diferentes instituciones aragonesas. Incluso la Dirección General de Bellas Artes ordenó por dos veces la devolución, pero nunca llegó a hacerse efectiva.
Las monjas sanjuanistas volvieron a ocupar el monasterio, por entonces muy deteriorado y abandonado por la administración franquista. Fue en 1969 cuando se les recomendó que lo abandonaran temporalmente mientras se realizaban diferentes obras de rehabilitación. Se marcharon a Barcelona y ya no regresaron. El entonces obispo de Lérida, Ramón Malla, envió dos camiones para llevarse las obras de arte que quedaban. Piezas de gran valor entre las que se encontraban tres cajas sepulcrales góticas y varias tablas pertenecientes al retablo de San Pedro, del siglo XVI. En 1973, el Museo de Arte de Barcelona (actual MNAC), envió a dos técnicos para que terminaran de trasladar las obras existentes.
La diócesis de Lérida y el actual MNAC mantuvieron las piezas en depósito hasta que, en 1983 y 1992, tras la muerte de la última priora de Sijena, las monjas de Valldoreix las vendieron a la Generalitat a cambio de poco más de 50 millones de pesetas, una cantidad de dinero irrisoria si se tiene en cuenta la antigüedad e importancia de las piezas. La primera venta tuvo lugar en 1983 y, por tan solo 10 millones, incluía tallas y pinturas de los siglos XV al XVII. La segunda se concretó en 1992, por 25 millones. Entre las piezas se encontraban puertas policromadas medievales, ejecutorias de nobleza, pinturas murales o documentación. El tercer lote se zanjó en 1994 por casi 15 millones de pesetas. Las monjas de Valldoreix y la Generalitat completaron la venta en secreto con una dudosa autorización del Vaticano, ya que la Santa Sede la otorgó para vender bienes de Valldoreix. Además, tampoco se solicitó el permiso de las autoridades patrimoniales, ya fuera del Ministerio de Cultura en 1983 o de la DGA en 1992.
El monasterio de Sijena está habitado hoy en día por la orden de Belén. Pero apenas es una sombra de lo que fue. Solo conserva su imponente estampa y los ecos de las riquezas que costó casi mil años reunir y se perdieron en menos de un siglo.