La Iglesia se enfrenta a la difusión en el ámbito católico de "técnicas" de meditación y oración importadas de tradiciones religiosas y filosóficas orientales. El reciente documento de la Conferencia Episcopal Española sobre la oración cristiana lo expone sin rodeos: "Muchas personas, incluso habiendo crecido en un ámbito cristiano, recurren a técnicas y métodos de meditación y de oración que tienen su origen en tradiciones religiosas ajenas al cristianismo y al rico patrimonio espiritual de la Iglesia. En algunos casos esto va acompañado del abandono efectivo de la fe católica, incluso sin pretenderlo. Otras veces se intenta incorporar estos métodos como un 'complemento' de la propia fe para lograr una vivencia más intensa de la misma. Esta asimilación se hace frecuentemente sin un adecuado discernimiento sobre su compatibilidad con la fe cristiana, con la antropología que se deriva de ella y con el mensaje cristiano de la salvación".
Buscando ofrecer ese discernimiento, los obispos dedican un capítulo específico al budismo zen. Afirman que, en teoría, no habría problema en incorporar algunas técnicas procedentes de él para preparar el cuerpo y el espíritu a la oración. Sin embargo, en la práctica, esas técnicas son inseparables del método zen, el cual, a su vez, "como itinerario completo de meditación, es inseparable de la meta a la que se quiere llegar y de los supuestos antropológicos, religiosos y teológicos en los que nace y se sustenta". Y no es posible, añaden, una oración propiamente cristiana "que asuma globalmente un método que no esté originado o se aparte del contenido de la fe".
Es lo que sostiene también Carmen Castiella en su réplica (basada en un conocimiento personal de dichos métodos) a un artículo de Pablo d'Ors en ABC donde confesaba, desde el mismo título: El zen me ha devuelto a Cristo. D'Ors, nieto del gran ensayista y filósofo español Eugenio d'Ors (1881-1954), es sacerdote, novelista y poeta, y en 2014 fue nombrado por el Papa Francisco consejero del Pontificio Consejo de la Cultura. Reconoce su "fascinación" por "el simplemente sentarse en silencio y en la más estricta quietud". Explica por qué en algunos puntos. Y concluye que "el cristianismo puede y debe compartir con otras tradiciones de sabiduría su experiencia de Dios y de la vida, así como aprender de ellas".
Tanto del artículo citado como del pronunciamiento de los obispos españoles se deducen sin embargo algunos puntos de incompatibilidad.
1. La oración cristiana busca el encuentro con Dios, no el encuentro "con uno mismo"
"La meditación cristiana", dicen los obispos, "no consiste únicamente en analizar los movimientos del propio interior, ni termina en uno mismo, sino que nace de la confrontación de la propia vida con la voluntad de Dios que se intenta conocer a través de las obras de la creación y de su Palabra, plenamente revelada en Cristo".
2. La oración cristiana no busca solo el bienestar emocional
El simple recorrido por las secciones correspondientes en las grandes cadenas librerías muestra una creciente confusión entre la espiritualidad y la autoayuda. Pero la oración no es una respuesta a la demanda creciente "de bienestar emocional, equilibrio personal, disfrute de la vida o serenidad para encajar las contrariedades" subraya el documento de la conferencia episcopal denunciando una espiritualidad entendida como cultivo de la propia interioridad y no como cultivo de la amistad con Dios, que es, dice Castiella, la "fuente de la verdadera paz".
3. La oración cristiana no precisa de "maestros" tipo gurú
"Puestos a buscar maestros", añade, "sobran en nuestra tradición cristiana 'maestros' de vida contemplativa: San Benito, San Francisco, Santa Teresa de Jesús, Santa Catalina de Siena, Santa Teresita de Lisieux, Charles de Foucauld". Sin olvidar que el mismo Cristo dijo, en relación a Sí mismo: "No os dejéis llamar maestros porque uno solo es vuestro Maestro" (Mt 23, 8).
4. La oración cristiana es el camino para la meta
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí" (Jn 14, 6). Las palabras de Jesús son taxativas y excluyentes ("el", "nadie", "sino por"), pero los nuevos modelos de espiritualidad oriental le presentan como un simple ejemplo o modelo entre otros para un itinerario "implícito en el interior de cada ser humano, aunque adormecido", consistente, dicen los obispos, en una "identificación con lo divino mediante un proceso de vaciamiento interior y de donación de sí mismo que conduce a un nuevo modo de ser". Como "confunden mundo y divinidad", subraya Castiella, toda trascendencia ha desaparecido y por tanto también todo camino real. El Yo no sale del Yo, en el propio Yo lo encuentra todo.
5. La oración cristiana no es sincretista
Como consecuencia de lo anterior, "Jesús no pasaría de ser un gran maestro que habría abierto un camino espiritual para que sus seguidores pudieran encontrar a Dios, igual que otros han iniciado tradiciones espirituales distintas. De ese modo, la humanidad de Cristo como camino concreto para llegar a Dios pierde su carácter único y su enseñanza no tiene más valor que la de otros maestros fundadores de religiones, con los que queda equiparado Jesús", dice el documento de la conferencia episcopal. Pero Jesucristo no es un gurú, es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo de Dios encarnado, y toda consideración que lo equipare a otros "difumina el rostro concreto del Dios cristiano" y "vacía de contenido la fe cristiana" porque "la Revelación acontecida en Jesucristo no sería decisiva para conocer la verdad sobre Dios".