La Biblia avisa en Eclesiástico 26: "Tres cosas teme mi corazón y una cuarta me da miedo: calumnia en la ciudad, motín popular y falsa acusación".
Todo en el cristianismo gira en torno a las falsas acusaciones contra Jesús, al juicio injusto al que se le somete.
Todo en el cristianismo gira también en torno a confiar razonablemente en los demás. San Ignacio de Loyola pedía estar más dispuesto a "salvar la proposición del otro que a condenarla". La Iglesia funciona porque sacerdotes, parroquianos y obispos confían unos en otros, con pocos controles. "Episcopo", obispo, significa "supervisor", si bien hoy es común quejarse de que los obispos supervisan poco.
Como resultado, los estafadores tienden a actuar en entornos de Iglesia. En ella se tarda en detectar a los pervertidos, narcisistas, abusadores o simples ludópatas que se juegan a escondidas los fondos parroquiales o las colectas especiales. Como demuestra la crisis de los abusos sexuales a menores, la Iglesia no es especialmente buena detectando abusadores.
Pero tampoco es especialmente buena detectando falsas acusaciones. Y la "calumnia en la ciudad" y la "falsa acusación" que espantan al libro de Eclesiástico existen.
Ahora se publica en España el libro Veneno (Ariel), del periodista italiano Pablo Trincia, que investigó en profundidad un caso sucedido a mediados de los años 90 en Italia, que los tabloides italianos llamaron "Los diablos de la Baja Módena" (Diavoli della Bassa modenese).
Cada vez que se diga "a las víctimas hay que creerlas" o "un niño no puede inventarse algo así", vale la pena recordar este caso. Y recordar el principio básico del derecho: en caso de duda, juzgar a favor del acusado.
Secta satánica, familiar, pederasta y caníbal, todo a la vez
En 2015, el veterano periodista italiano Pablo Trincia investigó un caso horrendo a varios niveles, unos hechos sucedidos 20 años antes en una región pobre cerca de Módena.
Según la prensa, y luego según los tribunales, una terrible secta satánica, liderada por un párroco que en realidad era un pederasta, realizaba rituales a plena luz del día, abusaba de menores (sus hijos y sobrinos, hasta 16 niños) y después los mataban, desmembraban sus cuerpos, cortaban sus cabezas, bebían su sangre, comían pedazos y luego hacían desaparecer los cuerpos.
La Policía, insistamos, no encontró cuerpo alguno.
Los niños que dijeron ser testigos o víctimas de crímenes fueron 16.
Las acusaciones eran estremecedoras. "Una niña llega a contar que todos los días a las cinco de la tarde, al salir del colegio, sus padres la llevan al cementerio del pueblo, que está junto a unas casas habitadas, y allí, a plena luz del día, ella misma decapita a otros niños cuyos cadáveres jamás se encuentran porque la secta los hace desaparecer, y nadie los reclama porque supuestamente son refugiados bosnios. ¡La niña cuenta eso y un juez se lo cree!", explica Trincia en el diario El Mundo.
Veronica Morselli, de 12 años, dijo a los psicólogos de servicios sociales (que grabaron sus declaraciones), que su padre la violaba delante de su madre, que sus tíos maternos la violaban en un cobertizo por turnos, que le introducían objetos (una barra de hierro, papel de lija), que otro tío introducía objetos a su hermano, en casa o en el gallinero de los abuelos, y que les azotaban con cables eléctricos.
Muchas acusaciones, familias destrozadas
En los casos de abusos sexuales a menores, es común pensar que una sola acusación puede ser un error o invento, pero que cuando hay varias es casi seguro que el acusado es culpable. Casi, pero no seguro, porque como demuestra el caso de la Baja Módena, puede haber muchas acusaciones y no haber pasado nada.
Los tribunales no encontraron cadáveres, pero dictaron decenas de condenas de cárcel. Separaron a padres y madres de sus hijos.
El cura Giorgio Govoni, que según todos los indicios era un buen párroco, murió de un infarto. Se le investigó como supuesto jefe de la secta satánica caníbal.
En 1994 había empezado a ayudar a una familia de Fiesole Massese con problemas económicas. Les visitaba y apoyaba con dinero. Parece que eso no gustaba a algunos técnicos de servicios sociales que le pedían que no interviniese.
Murió de un ataque al corazón en el año 2000, delante de su abogado, tras años de investigaciones e interrogatorios. Su obispo y los parroquianos siempre le apoyaron. En 2010 fue oficialmente declarado absuelto de todos los cargos.
También murió de un infarto otro procesado. Francesca, una madre, saltó por la ventana tras ser acusada por su propia hija adolescente, Marta, que años después admitió que todo era falso. Mónica y Adriana son dos madres condenadas a cárcel que murieron de cáncer en ella.
Decenas de niños perdieron el trato con sus padres por la intervención judicial y aún no lo han retomado. El sistema judicial declaró a unos culpables, a otros inocentes y separó así a padres, hijos y parientes.
La investigación de Trincia
En 2015, Trincia se puso a investigar el asunto, acudiendo a decenas de testimonios y expertos. Su conclusión es que, detrás de aquel desastre, estaban los psicólogos forenses, que encauzaban a los niños para que se inventaran esos horrores. Y las ganas de creer en sectas y tramas horrendas.
Trincia tiene su propia teoría psicológica, sobre lo que movía a los forenses y jueces a creerse esos absurdos. "Todos necesitamos atribuir a unas pocas personas todo el mal posible para pensar que nosotros no somos malos y que ese mal no nos va a afectar, que no nos va a atrapar. Pero no es así. El mal está en todas partes, también en nosotros mismos", afirma el periodista.
Otro factor eran los medios, la TV, los periódicos: si la prensa creía en la secta satánica caníbal, y la gente reaccionaba diciendo "era de esperar, con lo mal que está el mundo", también jueces y juristas se veían reforzados en que aquel despropósito era real. Sin pruebas, sin más indicios que declaraciones de niños.
El "niño cero" y la psicóloga ambiciosa
Trincia señala a Dario Galliera, de 9 años, como "el niño cero". Con él empezó todo en 1996.
Su padre era alcohólico, ludópata, incapaz de alimentar a sus 5 hijos. Malnutrido y herido, Dario había sido recolocado por servicios sociales en una familia de acogida. Tenía un cierto aire autista. Una de las psicólogas de servicios sociales, Valeria Donati, sospechó que debía pasarle algo más. Después de unas cuantas sesiones con la psicóloga, el niño le contó que su hermano Igor, de 15 años, le tocó sexualmente. Joven, ambiciosa, entusiasta de la técnica del "desvelamiento progresivo", ella logró que en cada sesión el niño fuera añadiendo más "recuerdos": más niños abusados, más adultos implicados...
¿Por qué el niño inventaba historias cada vez más estrambóticas? Trincia responde que para sentirse aceptado por la psicóloga. Ella le recompensaba con aprecio, acogida y sonrisa cada sesión.
"Tienes ocho años y la Policía te saca de tu casa y te coloca en un entorno nuevo, con otros niños y con unos adultos que demandan de ti algo que les puedes dar. En cuatro, cinco horas ya no son tus padres quienes te cuidan, sino otros adultos a quienes tienes que recompensar", explica. Los niños, según el autor, "son capaces de decir las mayores mentiras para salir adelante".
¿Estas historias eran fruto de la superstición, la ignorancia y la pobreza de personas pobres, marginales y rurales?
Trincia dice que no era un problema de ignorancia. "En realidad, los campesinos se reían de estas historias, las creían imposibles. Fueron otros, los que tenían estudios, los jueces, abogados, procuradores y psicólogos, los que se les dieron credibilidad. Y fueron adelante con los procedimientos, condenaron a los padres, y destrozaron las vidas de aquellos menores que, en realidad, sólo estaban jugando a ser queridos, a ser mayores, como cualquier niño, de entonces y de ahora", asegura.
"Esto ha sucedido en todas partes y en todas las épocas, niños que han inventado cosas y adultos que han preferido creerlas", advierte Trincia. "Eso es, para mí, lo más aterrador: cómo cosas que no han sucedido pueden llegar a instalarse en las mentes humanas, de niños pero también de adultos, y convertirse en reales. Es la dinámica de los falsos recuerdos". He aquí una advertencia a tener en cuenta al investigar acusaciones de pederastia, y otras.
Modas de los 80 y 90: hipnosis y satanismos
Cada época tiene sus modas y está dispuesta a creer cosas extraordinarias (o extraordinariamente malas).
En los años 90 se difundió el caso real y terrible del pederasta belga Marc Dutroux. Su casa de los horrores fue derruida en abril de 2023. Secuestró, en varios movimientos, a 6 chicas, de 8 a 19 años, las violó, mató a dos, otras 2 murieron de hambre en su sótano mientras cumplía una condena menor por robo. Su esposa colaboraba con él, amedrentada y dominada. En 1996 se supo todo, y la gente se indignó con la ineficacia de la policía. Toda Europa pedía más mano dura.
Otro contexto era el uso de las "terapias de recuperación de memoria". En los 80, mediante técnicas de hipnosis, regresiones, imágenes guiadas y otras técnicas, psicólogos y "terapeutas" conseguían que personas "recordaran" haber sufrido abusos que en realidad no habían sufrido.
El libro de 1980 Michelle Remembers, con el subtítulo, "Una historia verídica de satanismo" lo leyeron millones de personas horrorizadas: su autor, el psicólogo Lawrence Pazder, aseguraba que con 600 horas de sus terapias una mujer fue recordando su infancia de abusos sexuales y ceremonias en una secta satánica que había olvidado. De repente, los años 80 en EEUU se llenaron de historias de satanismo y sectas satánicas, y Pazder acudió a declarar como "experto" a juicios y convenciones. Pero con los años se multiplicaron los interrogantes sobre el libro y sus historias, hoy del todo desacreditadas.
'Michelle Recuerda' es un libro de 1980 sobre una mujer que con hipnosis recuerda supuestos abusos olvidados a manos de una secta satánica.
En 1992 se creó la False Memory Syndrome Foundation (fundación contra el falso síndrome de memoria), impulsada por acusados de abusos sexuales en base a estas técnicas dudosas. Varias investigaciones de Elizabeth Loftus contra estas técnicas empezaron en 1995 y 1996, y a partir de 2004 se fue consolidando la conciencia de que las "técnicas de memoria recuperada" no tenían fiabilidad. Pero para el caso de la Baja Módena llegaba tarde.
Juicios y absoluciones tardías
En 2000 fueron condenados 15 imputados, pero en la apelación de 2001 ocho fueron absueltos "porque el hecho no existe" y otros 7 recibieron penas más leves por considerar que hubo abuso doméstico (golpes) pero sin ninguna secta ni ritual.
Otra sentencia en 2002 negó cualquier elemento de secta o satanismo y hablaba específicamente de "falsa memoria colectiva". Otra sentencia en apelación en 2013 absolvía a todos los imputados y se mostraba muy dura con los investigadores y psicólogos por "transmitir datos e información en la mente de los niños de manera completamente inapropiada que pueden contaminar cada historia posterior”.
Con todo, los niños no volvieron a ser entregados a sus familias. Algunos, al crecer, sí retomaron el trato. Dario, el "niño cero", recuperó la relación con sus padres. Varios niños declararon que habían inventado las cosas conducidos por los psicólogos.
Si un tribunal lleno de veteranos jueces, varios policías, expertos y psicólogos, trabajando sobre hechos recientes, se equivocó tanto... ¿qué cabe pensar de las investigaciones que puedan hacer sobre abusos supuestamente cometidos hace décadas, investigaciones de comités de Iglesia, formados por curas o terapeutas, sin el poder, herramientas ni experiencia de jueces ni policías?
En 2020 uno de los padres por fin podía volver a reunirse con su hijo, que le fue alejado por los tribunales a raíz del caso de la falsa red de abusos sexuales y satánicos de la Baja Módena; lo cuentan en este vídeo.