Durante estos últimos años el movimiento transgénero es el que ha ganado más protagonismo entre los LGTBI. La T es precisamente la letra de estas siglas que ahora está consiguiendo mayores conquistas gracias al rodillo de la ideología de género. Buena parte de las leyes que se han ido imponiendo en las distintas regiones españolas y en otras partes del mundo tienen a la agenda trans como prioritaria. Cambios de sexos para menores, contenidos educativos obligatorios, discriminación positiva...
Todo esto se ha estado realizando sin atender a lo que dice la ciencia sino mediante la base ideológica de que el sexo-género de una persona no es un concepto puramente biológico, sino sobre todo psicosocial. Así, se ha de otorgar soberanía a la “voluntad humana” para designar el sexo-género que se elige sobre cualquier otra consideración física.
El problema de disentir de los postulados de este movimiento
Disentir de esta consideración ideológica puede ocasionar, según estas normativas, graves sanciones por parte de la administración. A ello hay que sumar los ataques por parte de la dictadura de lo políticamente correcto.
María Keisling, cabeza del National Center for Transgender Equality de Estados Unidos, organización que en el gobierno de Obama consiguió casi todo lo que se propuso confirma que “en las últimas dos décadas hemos progresado más rápido que cualquier otro movimiento” en la historia del país.
Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, con dos personas trans durante el Orgullo LGTB
En cierto modo es así, y precisamente el movimiento trans preveía que encontraría oposición de grupos pro-familia, de la Iglesia y de otros grupos religiosos. Sin embargo, las costuras de esta ideología radical y sin base empiezan a ser muy visibles incluso para los que consideran sus aliados, especialmente las feministas y las lesbianas. En algunos aspectos las diferencias entre feministas y el movimiento transgénero se están convirtiendo en una guerra.
Un conflicto que puede estallar
Algunos ejemplos concretos muestran este conflicto, así como los problemas que genera esta ideología. Por un lado se encuentra el mundo del deporte. Ya hay hombres que se identifican como mujeres que compiten en competiciones femeninas, y que arrasan. Esto ha levantado indignación entre las otras participantes, pero también entre las lesbianas. Por otro lado, casos de violadores que se identifican después como féminas y que tras ser trasladados a cárceles de mujeres han continuado allí violando.
The Economist, publicación que ha mostrado sus simpatías LGTB, se hace eco de estas contradicciones y de los problemas que está ocasionando el transexualismo. Dice en el subtítulo del reportaje que publica al respecto que “la autoidentificación de género se cita a menudo como una cuestión de derechos civiles. Es más problemático de lo que muchos defensores se percatan”.
Las dudas del semanario británico
El semanario británico muestra en esta ocasión un fuerte escepticismo del transexualismo como ideología, condición médica así como movimiento político advirtiendo de que “el Estado también debe resistir el impuso de hacer que el estatus legal de las personas trans sea una cuestión de definición personal como está considerando Gran Bretaña”. En su opinión debe haber un equilibrio entre que lo que desean los trans y el daño potencial que se pueda realizar a otros.
Según recuerda Mercatornet, a principios de este año The Economist organizó unas jornada sobre transexualismo, y entre las ponencias hubo algunas muy hostiles frente a este movimiento. Provenían precisamente de las feministas.
El movimiento trans penaliza a las mujeres
Según su argumentario, el movimiento trans penaliza a las mujeres y mata la identidad femenina. Para ellas esto equivale a una invasión colonial. Aseguraban que durante décadas han luchado para romper el techo de cristal y por reafirmarse, y las mujeres trans (hombres de nacimiento) se están aprovechando de todo esto.
Por otro lado, las feministas denunciaban que en lugar de acabar con las ataduras de los estereotipos sexuales, el transgenderismo los fomenta aún más fuerte. Si un niño de juega con muñecas hoy se dice que es una mujer trans potencial; si una niña trepa a los árboles debe ser un potencial transexual.
Niños trans ya han aparecido incluso en la portada de National Geographic
Preocupación por los niños
El reportaje de The Economist se centra principalmente en el daño que una ley que permita a las personas autoidentificarse con un género puede hacer especialmente en los niños y en las mujeres.
Concretamente en Reino Unido se están disparando la petición de cambio de sexos de niños y adolescentes. En el curso 2009/2010, fueron 97: 57 niños y 40 niñas. En el curso 2017/2018 fueron 2519 (45 de ellos, menores de 6 años): 713 niños y 1806 niñas. Esto supone un incremento global del 2496%: un 1150% en niños y un absolutamente alarmante 4415% en niñas. Cuatro veces más en niñas que en niños.
Ante estas cifras, ¿hay evidencia de que la solución correcta para los niños con disforia de género es alentarles al cambio de sexo? “Al menos el 13% (de los niños británicos que van a la clínica líder en tratamiento de disforia de género) tiene un trastorno del espectro autista, en comparación con el 1% que se da en la población. Esto puede llevar a un pensamiento obsesivo y rígido sobre las categorías sociales. Alrededor del 40% están deprimidos”, dice el texto.
En muchos casos los padres tienen tanta ansía en ayudar a sus hijos que llevan a presionar a los médicos para que ofrezcan un tratamiento favorable a la autoidentificación de género asegurando que “preferirían tener una hija viva que un hijo muerto”.
La falta de evidencias médicas y científicas
The Economist señala que los grupos que defienden el cambio de sexo en los niños argumentan de manera frecuente que los niños a los que les piden esperar antes que someterse a un tratamiento hormonal probablemente se suiciden. “Hay poca o ninguna evidencia de esto”, asegura el reportaje.
Igualmente cita a la Academia Americana de Pediatría, que recomiendan esperar antes de ofrecer tratamientos hormonales a menores. El reportaje asegura que más de una docena de estudios afirman que tras la adolescencia más de la mitad de estos niños se acaban identificando con su sexo biológico.