Países como Holanda y Bélgica llevan practicando eutanasias más de quince años y sirven como ejemplo sobre la pendiente resbaladiza que supone esta ley, y que se está convirtiendo en una “barra libre” de muertes. Son numerosos los testimonios que ponen en evidencia los engaños que hay detrás de esta llamada “muerte digna”.
Especialmente relevantes suponen los casos de expertos entusiastas de la eutanasia que han abierto los ojos tras observar lo que hay detrás. Es el caso de Theo Boer, profesor de Ética de la Universdad de Groningen. Durante años fue miembro de los Comités que deben supervisar las eutanasias que van a realizar los médicos. En 9 años analizó 9.000 casos y ahora es un firme opositor de estas prácticas. “He formado parte de la Comisión para la Eutanasia en Holanda y os digo: no cometáis nuestro error”, aseguraba este profesor a los países que estudian aprobar una ley, recordando que “la muerte asistida puede empujar a otros a pedirla. El solo hecho de ofrecer la eutanasia crea su demanda”.
Pero han sido las declaraciones de uno de los padres de la eutanasia en Holanda las que han hecho temblar los cimientos de esta ley provocando una gran polémica en el país. Boudewijn Chabot, psiquiatra y profesor, ha publicado un extenso artículo de opinión en el diario NRC Handelsblad (aquí en inglés) en el que asegura que la práctica de la eutanasia “está fuera de control” en Holanda.
Chabot fue procesado en 1991 por asistir al suicidio a una mujer que quería morir
Su opinión no es baladí puesto que él es un símbolo para los defensores y promotores de la eutanasia. Abrió camino a la que es hoy una instaurada cultura de la muerte. En 1991 fue procesado por asistir el suicidio de una mujer de 50 años completamente sana que decía sufrir “angustia existencial” tras haber perdido a dos hijos, uno por suicidio y otro por cáncer. Su caso llegó al Tribunal Supremo y aunque fue declarado culpable no se le impuso ningún castigo.
Se convirtió así en un referente proeutanasia que desembocó en la ley que se aprobó 10 años después y que sin su caso seguramente no se habría producido tan pronto.
Chabot no ha dejado de ser proeutanasia, es más, se considera un gran defensor de la “autodeterminación” para que cada uno elija cuando quiera morir aunque sobrepase los requisitos de la ley. Pero hasta para él, el suceder de los acontecimientos está siendo vertiginoso y se lo está llevando por delante. Denuncia la creación de una auténtica industria de la muerte que aplica la eutanasia en cadena y de la ocultación por parte de las autoridades tanto de prácticas negligentes como de asesinatos contra la voluntad del paciente.
“Luché por y para la determinación. Sin embargo, ahora estoy preocupado por la velocidad a la que se lleva a cabo la eutanasia en pacientes psiquiátricos y con demencia”, asegura. E incluso denuncia el asesinato que se está produciendo de personas dementes que no quieren morir y que son drogados y sedados por médicos y sus familiares.
El psiquiatra recuerda los tres requisitos en los que se basa la ley. Debe ser una solicitud voluntaria y deliberada; tiene que haber un sufrimiento insoportable y sin perspectivas de mejora; que no exista alternativa razonable a la eutanasia. Incluso pese a la ambigüedad que ya de por sí rodea a estos términos, Chabot denuncia la “erosión” en el lenguaje que han perfeccionado los médicos para persuadir a los pacientes para la eutanasia.
En los últimos diez años (2007-2016), cuenta el precursor de la eutanasia en Holanda, se han pasado de 2.000 a más de 6.000 muertes al año. “La gente la pide más a menudo, los médicos están más dispuestos a proporcionarla y los consultores que ayudan a los médicos dan con mayor frecuencia luz verde”, afirma.
Pero esto no le preocupa demasiado y escribe fríamente que “en sí mismo, este incremento no me molesta, incluso si el número supera los diez mil en pocos años”.
Pero se ha dado cuenta que los hay ya más radicales que él. “Los que me preocupa -añade- es el aumento del número de eutanasias que se han realizado en pacientes con demencia, de 12 en 2009 a 141 en 2016, y en pacientes psiquiátricos crónicos, de 0 a 60”.
Asegura que aunque se puede objetar que el número es todavía pequeño, recuerda que en Holanda hay unas 100.000 personas que sufren algún tipo de enfermedad mental por lo que “uno puede predecir fácilmente que todo esto podría causar un aumento de los casos de eutanasia”.
Con todo ello, Boudewijn duda de que en todos estos casos los pacientes hayan tomado una decisión voluntaria sin que haya una alternativa a la eutanasia. Y según él, las autoridades están haciendo la vista gorda con todos estos casos.
“Antes ir a una residencia de ancianos o recibir un tratamiento con algunos medicamentos todavía se consideraba una ‘alternativa razonable’ para la eutanasia. Actualmente, muchos médicos aceptan que un paciente pueda rechazar una alternativa razonable y esto no crea una barrera razonable para la eutanasia. Ese freno ahora también ha desaparecido”.
En este punto, relata que la mayoría de muertes de enfermos mentales no se producen en hospitales sino en centros como Stichting Levenseindekliniek (Fundación Clínica Fin de la Vida). Lo primero que llama la atención, según este psiquiatra proeutanasia, no lo olvidemos, es que sus médicos nunca tratan a los pacientes a los que eutanasian.
Las eutanasias practicadas en este centro a personas con demencia ya representan un tercio de las de todo el país, siendo en 2015 un cuarto. Mientras que en los pacientes psiquiátricos crónicos ya representan el 75%.
Este es el centro situado en La Haya en el que murieron 498 personas el pasado año por eutanasia
Los psiquiatras contratados en este centro que tener una relación terapéutica con el paciente. “Sin una relación terapéutica, la mayoría de los psiquiatras no pueden determinar con certeza si un deseo de muerte es un deseo perdurable grave. Incluso dentro de una relación terapéutica sigue siendo difícil”.
En su artículo, Chabot cuenta que 40 médicos a tiempo parcial aplicaron en este centro 498 eutanasias el pasado año, una media de doce por persona. Por ello, se pregunta “qué ocurre con los médicos para los cuales una inyección letal se convierte en una rutina mensual”. En su opinión, están provocando un “incendio” que alimenta el deseo de muerte de personas que todavía tratan de vivir con su discapacidad”.
Con respecto a la demencia también se pregunta “como se puede matar a alguien que no colabora porque no tiene conciencia de lo que va a ocurrir”. Y cita casos como uno en 2012 en el que echaron un sedante en una mujer enferma para después matarla.
O este mismo 2016, donde el médico echó un sedante en el café del enfermo y cuando el paciente estaba adormildo en su cama y estaba a punto de recibir la inyección letal se levantó rápidamente con miedo en sus ojos. Tuvo que ser sujetado por miembros de su familia y finalmente murió. ¿Había aquí voluntad o fue un asesinato?
De este modo, agrega en la actualidad “un médico puede matar a alguien clandestinamente porque no se puede resistir después de haber sido sedado. Si es necesario, se utiliza la fuerza física.
“La práctica de la eutanasia se está ejecutando fuera de control", concluye el que es considerado padre de la eutanasia en Holanda