La polémica Ley C14 aprobada por el gobierno del liberal Justin Trudeau, defensor del aborto, la eutanasia y la ideología de género, provocó la muerte de 744 personas tan sólo en los primeros seis meses de vigencia aunque los expertos esperan que siga aumentando hasta superar el 5% de las muertes totales que se produzcan en Canadá.
Muchos médicos y enfermos se encuentran contra la espada y la pared. Es lo que le ha ocurrido a la enfermera Mary Jean Martin, que como católica ha tenido que enfrentarse a esta nueva ley, o practicar la eutanasia o ser despedida. Estas eran las dos opciones que le dieron a esta mujer que ejercía como coordinadora de atención domiciliaria en Ontario. Actualmente, está sin trabajo porque eligió su conciencia y su fe a provocar la muerte de unos pacientes a los que juró curar y no matar.
La región de Ontario añadió además una disposición a la ley estatal en la que eliminaba el derecho a la objeción de conciencia. Si el personal sanitario se niega a practicar la eutanasia tiene la obligación de indicar al interesado quién se la puede realizar.
Para ello, las autoridades sanitarias han obligado a firmar un documento en el que el personal sanitario debía jurar que respetará todas las leyes de Canadá, incluida la eutanasia y el suicidio asistido.
Ante esta tesitura, Mary Jean le dijo claramente a su superior que no podía firmar este escrito porque no estaba de acuerdo con la nueva ley. “Se espera que todos los empleados, como servidores públicos presten este juramento de oficio y lealtad. Si no se firma esto se toma como una renuncia automática de su cargo”, le dijo su jefe.
“Cuando me dijeron que tenía que decidir, o el juramento o la renuncia automática, dije que prefería renunciar a comprometer mis creencias”, aseguró esta enfermera a Life Site News.
Como persona creyente, Martín explicó que se toma muy en serio el quinto mandamiento, que dice ‘No matarás’. Para ella, este mandamiento incluía que no podía ni siquiera ofrecer “cualquier información o dirección” a personas que quisieran quitarse la vida “ya que estaba en contra de mis creencias”.
“Si yo no quería hacerlo (la eutanasia), me dijeron que tenía que dirigir al paciente a alguien que lo hiciera. Pero les dije que no podía en conciencia incluso hacer eso. Yo no quiero jugar ningún papel en la muerte de alguien”, agregó esta enfermera.
Ante la situación que está viviendo, y tras 30 años sirviendo a los enfermos, asegura no poder sentirse orgullosa de ser canadiense. Además, ha enviado una carta al Parlamento y al primer ministro Justin Trudeau, en la que explica como esta nueva ley ha pisoteado sus derechos.
El gobierno canadiense del liberal Justin Trudeau y su partido están liderando este tipo de leyes
“Yo era buena en mi trabajo debido a mi formación, mi experiencia y mi compromiso con el cuidado compasivo a ancianos, enfermos, discapacitados o personas vulnerables”, les explicaba esta enfermera.
Además, añadía que espera “poder trabajar como enfermera de nuevo, pero esto puede ser un trágico final a mi carrera, lo que sería una gran pérdida para mí, mi familia y mi comunidad”.
El compromiso de esta enfermera con los enfermos sobrepasaba su horario laboral y su condición de enfermera y cómo incluso ha viajado al santuario de Lourdes por todos los enfermos a los que ha cuidado y los que no.
Detrás de esta ley y de la eliminación de la objeción de conciencia está, según esta enfermera, el objetivo de que no haya médicos y enfermos cristianos pues son personajes incómodos que impiden que las políticas pro-muerte vayan a mayor velocidad.
Para Alex Schadenberg, director de la Coalición para la Prevención de la Eutanasia, es “absolutamente demencial” que el gobierno y las autoridades sanitarias estén “vulnerando los derechos humanos básicos de los ciudadanos que se niegan a matar a sus pacientes”.
Pero no es el único caso de facultativos canadienses que han sido despedidos por oponerse a las prácticas eutanásicas. Recientemente Religión en Libertad contaba el caso de Kristina Hodggets, una enfermera que también trabajaba en Ontario. Durante años dejó morir de deshidratación a pacientes supuestamente para que tuvieran una buena muerte hasta que un caso concreto le hizo abrir los ojos. Después cuestionó estas prácticas ante sus superiores y fue despedida.