En nuestra vida espiritual es bueno ser cuidadosos, piadosos y esforzados, pero siempre es bueno tener cuidado y pensar si en mi modo de actuar hay un fariseísmo un poco escondido. Para comprender más qué significa ser escrupuloso y cómo afecta esta actitud a nuestra vida espiritual, te dejo estos 5 puntos que te pueden ser muy útiles.
Yo soy también de ese club, el de los escrupulosos. Les cuento una anécdota. Soy profesor de Educación Física y deportes. Ahora no ejerzo la docencia, pero en aquellos años, intentaba ir al trabajo en bicicleta cada vez que podía. Para ello, obviamente procuraba usar una buena dosis de desodorante y perfume, pues el trayecto lo hacía pedaleando a toda velocidad (pues frecuentemente iba atrasado) y siempre he sido escrupuloso con el asunto del olor corporal. Siempre siento que sudo más de la cuenta y me avergüenzo de ello. Un buen día, llegando de mi viaje en bici, entré a la sala de profesores y una colega que se acerca a saludarme, arruga la nariz y me dice con mucho desagrado: “Uff, estás pasado a perfume”. Sinceramente me sentí muy abrumado.
Se me cruzaron los cables, usé más perfume de lo adecuado, en vez de estar agradablemente fragante, estaba incómodamente oloroso, pero no era olor a sudor, sino que a perfume; el olor bueno se volvió malo y la experiencia me produjo un crisis en la que descubrí lo escrupuloso que soy respecto a los olores y eso me llevó a darme cuenta que también lo era con mi fe.
¿Cómo es posible que algo que utilizo para serle agradable a los demás y que me hace bien a mí, se vuelva desagradable y haga sentir a los demás incómodo?
La experiencia personal con Jesús y la vida espiritual deberían ser un agradable perfume para nuestras vidas, un aroma que atrae a los demás, que los hace sentirse amados, aceptados, en donde saben que ese aroma podemos compartirlo con ellos. Pero lamentablemente no pocas veces, me he visto a mí y a otros hermanos en la fe, pestilentemente olorosos a fe. Hacen de la fe algo que los esclaviza a sí mismos y a todo aquel que los rodea.
La tentación es caer en los escrúpulos, en mirar la realidad, la propia vida y la de los demás desde el palco del pecado. Evaluar todas las situaciones desde la óptica de si “es o no es pecado”, pudiendo mirarla desde el amor preguntándonos “estoy o no estoy amando”. Los escrúpulos pueden llegar a ser una enfermedad espiritual que, más que hacernos vivir la libertad de los hijos de Dios, nos vuelve esclavos del pecado, incluso aunque no pequemos, pues el centro de nuestra vida espiritual no es amar y tener una relación de fidelidad con Dios, sino saber si lo que veo en la tele, lo que como, lo que hablo o lo que sea que haga, es pecado o no lo es.
Quizás no es una palabra muy conocida para todos, esto de los escrúpulos, pero estoy seguro que al menos en la práctica estás familiarizado con lo que ella significa: “El escrúpulo es la duda irrazonable sobre la moralidad de un acto hecho o por hacer. La persona escrupulosa vive preocupada viendo pecado donde no lo hay” (corazones.org).
Un escrupuloso, aunque quizás vive muy consciente de su pecado, no vive muy consciente del amor y misericordia de Dios, y junto con ello, encuentra formas rebuscadas para decirse a sí mismo que, aún aquellas cosas que hizo bien y que resultaron bien, tienen algo de malo.
Un ejemplo típico es la falsa humildad. Alguien escrupuloso, cuando realiza alguna acción digna de ser reconocida en público, se esconde, evita la felicitación de sus pares, pues cree que pecará de vanidoso y orgulloso; al mismo tiempo siente que lo que hizo en realidad no es tan bueno y que felicitarlo no hará más que convertirlo en alguien mediocre.
Un escrupuloso, confiesa el mismo pecado varias veces, no importa si ya no lo comete, pues lo que le ocurre es que nunca se siente perdonado. De hecho, confiesan aquellas cosas de las cuales ni siquiera están seguros si son pecados o no, simplemente las confiesan por si las moscas. Creen que todo lo que hacen ellos y los demás es pecado y los lleva al infierno.
Vivir en medio de los escrúpulos, hace que cada paso sea realizado con temor; que cada acción sea vivida con la angustia de estar haciendo algo malo y que ofende a Dios. Los escrúpulos atentan contra la libertad que el mismo Jesús ganó para nosotros.
El P. Donald Miller ha creado los “10 mandamientos para los escrupulosos”, que fue traducido por Infocatólica, y en donde nos interpela, pues muchas veces caemos en estas situaciones, en las que “usamos más perfume” del adecuado:
1. No repetirás un pecado en una confesión cuando ha sido confesado en una confesión anterior, aun cuando haya una duda de si fue confesada o una duda de que fue confesada de una forma suficientemente adecuada y completa.
2. No confesarás pecados dudosos en una confesión, pero solo los pecados que son claros y ciertos.
3. No repetirás tu penitencia después de la confesión o alguna de las palabras de tu penitencia porque sientes o piensas que tuviste distracciones o podrías no haber dicho las palabras correctamente.
4. No te preocuparás de haber roto tu ayuno antes de recibir la Comunión, a no ser de que hayas puesto comida y bebida en tu boca y lo tragaste de la misma forma en que una persona lo hace cuando come una comida.
5. No dudes en mirar a ningún crucifijo o a ninguna estatua en la iglesia o en casa o en ninguna otra parte porque podrías tener malos pensamientos en tu mente e imaginación. Si estos pensamientos ocurren, no son pecado.
6. No te considerarás culpable de malos pensamientos, deseos o sentimientos, a no ser de que puedas con toda sinceridad jurar ante el todo-verdadero Dios que recuerdas claramente y con toda seguridad haber consentido a ellos.
7. No desobedecerás a tu confesor cuando te diga que nunca debes de hacer otra confesión general de pecados del pasado que ya han sido confesados.
8. Creerás y actuarás en consecuencia, de manera que cada vez que tengas dudas sobre si estás o no obligado a hacer o no hacer algo, te puedes dar por seguro que no estás obligado.
9. Si, antes de que hagas u omitas algún acto, tienes duda de si es pecado o no, supondrás como cierto que no es pecado y actuarás sin ningún miedo de pecado en absoluto.
10. Pondrás toda tu confianza en Jesucristo, sabiendo que te ama como solo Dios puede amar, y que nunca dejará que pierdas tu alma.
Si bien es materia importante (no solo de estudio, sino que de reflexión y sobre todo de oración) mantenernos alejados del pecado, lo importante es que recordemos a diario que nuestro Dios es un Dios que ama a los pecadores, que siendo así, como somos, nos trata como sus predilectos y que no mira aquellas faltas que hemos cometido sino que nos recibe con los brazos abiertos cada vez que deseamos volver a casa arrepentidos de nuestras faltas.