A sus 40 años, el neurocientífico Ignacio Obeso (Pamplona) cosecha una amplia experiencia en la automatización de procesos y hábitos. También en el tratamiento de las adicciones o enfermedades como el Parkinson, dolencia que ha investigado en profundidad y que tiene una gran relación con los cambios conductuales y el control cognitivo. Actualmente ejerce como investigador en Laboratorio de Control y Hábito del Centro Internacional de Neurociencia Cajal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CINC-CSIC).
Con motivo de su participación en el Congreso Nacional de Patología Dual celebrado en Palma el pasado mes de abril, ha sido entrevistado por Jessica Mouzo, del diario El País, en torno a una de las afirmaciones más sonadas del científico, que entre el 3 y el 10% de la población mundial sufre un cuadro de adicción al sexo… "Y cada vez más", alerta.
Uno de los primeros signos de alarma de los que advierte el especialista es el de la controlabilidad: una práctica que no es controlable ya es de por sí "un problema", no solo porque no se sepa "parar", sino porque también "impacta en la condición mental y física y en el entorno laboral y social".
Para Obeso, el porcentaje de quienes sufren adicción al sexo -entre el 3 y el 10% de la población mundial- asiste a valores "muy altos" y cuya tendencia es al alza.
Señales de alarma
Otra de las señales de alerta del neurocientífico es pensar en el sexo "diaria y constantemente", ya sea con pornografía, comprando o en el trabajo. Cuenta que esto es habitual en los casos "más graves", pero que algo más normal o "menos grave" es que cada día surjan esos pensamientos.
"Y luego están los efectos negativos de la enfermedad, como estar ansioso si no lo consigues. Esos efectos negativos sobre el estado de humor, como la irritabilidad, pueden ser otro marcador", agrega.
El también colaborador del Centro AdCom Madrid detalla que hay múltiples patrones, desde varones de entre 40 y 50 años con parafilias "especiales y muy particulares" a los más jóvenes. Lo que más le preocupa a la unidad de estos últimos es el consumo prematuro de pornografía, hablándose de casos de hasta 7 años, lo que tiene "unas consecuencias muy graves", entre ellas, el desarrollo de un carácter violento.
Hablando de estos últimos, menciona que una de las principales afecciones es la de recibir "una educación sexual muy fuera de la realidad", así como una "violencia que incrementa en la adolescencia". Aunque por ahora no hay estudios que a largo plazo puedan analizar las consecuencias de ese acceso tan precoz a la pornografía, vaticina que las consecuencias "van a ser espeluznantes".
Convencido de que tendrá "un impacto" materializado en "una adicción individual a la pornografía", destaca múltiples disfunciones cerebrales asociadas.
Lo más habitual, dice, es encontrar adictos al sexo con otra afección psiquiátrica, y que "es raro que haya alguien solo adicto al sexo sin ansiedad, depresión o un trastorno bipolar de por medio".
Todo funciona por un mecanismo cerebral de búsqueda de estímulos -que se va haciendo excesivamente repetida- y una respuesta que, de no obtenerse, entran en juego "sistemas límbicos" de aspectos negativos, como la ansiedad. "Es ese sistema límbico el que va dominando y secuestrando todos los procesos de control cognitivo que normalmente actúan en el momento en el que dices: `Ahora quiero parar´ o `espero tantas horas antes de consumir sexo´", explica.
Cuenta que solventar esta adicción es posible, especialmente tratando la ansiedad o depresión con fármacos y combinándolo con psicoterapia, lo funciona en un 70% de los pacientes. Observa que estos "sufren mucho", ya sea el 10%, los más graves, o los que "se van apañando". "De los tratamientos a los que les funciona, luego está el efecto a largo plazo y es que hay recaídas, porque como sabemos, el sexo no desaparece", apunta.