Sostengo desde hace algún tiempo un diagnóstico sobre la situación del catolicismo en nuestro país que puede resumirse así:
1. Los católicos representan la única creencia que no posee los mismos derechos que todas las demás en relación a la libertad de expresión en el espacio público. Todo lo suyo puede ser destruido, vilipendiado, ofendido en nombre de aquella libertad, pero sus puntos de vista son silenciados, amenazados y manipulados para justificar mejor el ataque. Esta no es una situación normal ni estable.
2. La Iglesia como institución y los católicos como personas son marginales y están marginados en el debate cultural y político. Las dos cosas a la vez. Son marginales porque no intervienen ni manifiestan la voluntad de hacerlo, en lugar de ser la sal y la luz del mundo, permanecen encerrados en el confort del propio cenáculo. Están marginados porque además se hace lo posible para ocultar o desvirtuar su voz y los hechos protagonizados por ella. Solo alcanzan notoriedad cuando pueden ser negativos.
3. Pero el mayor problema es que esta realidad está lejos de ser asumida: no existe una conciencia real, es decir, que se traduzca en la acción que los católicos y la Iglesia son hoy contraculturales, no por voluntad propia, sino porque la cultura hegemónica así los considera. Son todo lo contrario que establishment, aunque demasiados siguen pensando en estos términos. Es hasta cierto punto un problema de alienación, de confusión de la realidad.
El obispo Novell abandona la parroquia de Tárrega escoltado por dos agentes
4. Sigue viva y activa la fragmentación interna, no solo por puntos de vista doctrinales, sino porque yo soy de estos y vosotros de los otros. La comunión- y eso es escandaloso- es un bien escaso, ni siquiera se da la coordinación, la unidad de acción o la búsqueda de sinergias.
5. Al mismo tiempo, la Iglesia en sus diversos ámbitos sigue detentando importantes estructuras materiales, cuya magnitud no guarda relación con su marginalidad y marginación, con su debilidad social y cultural, con la ausencia cada vez más notoria de interlocutores políticos.
Si esto es así, el corolario es este:
- Lo católico, la Iglesia, es como contracultura, un adversario a acallar.
- La contradicción entre su importancia en estructuras y su marginalidad cultural y política solo puede desembocar en el silencio de los corderos cediendo todo su relato, su buena nueva en todo aquello que no se ajuste a la voluntad de la cultura mediática, o bien, propicia una gran respuesta evangélica, moral y cultural, que tenga traducción en las instituciones políticas en aquello que atañe a las estructuras de pecado. Propicia un impulso cristiano.
Un caso de ahora mismo ejemplifica la situación. Se trata del obispo de Solsona y el motivo es un texto suyo “El amor que deviene fecundo”, y la reacción totalitaria del alcalde de una población cercana, pero que no es sede del obispo, Cervera. Uno de los pocos lugares del mundo civilizado donde tienen como mayor festividad local el Aquelarre, una exaltación de las brujas y el propio Satanás.
Como si nos retrajéramos a la Italia de la guerra fría y la saga creada por el escritor italiano Giovannino Guareschi de don Peppone, el alcalde comunista, y don Camilo, el párroco pre conciliar, se ha producido un conflicto a iniciativa de Ramon Royes, el alcalde de Cervera. Pero hay algunas diferencias fundamentales. Royes no es comunista, esta es una especie casi extinguida, sino del liberal PDECat, la nueva etiqueta de CDC, que se presenta como una fuerza centrada. Y el envite está alejado de la más mínima buena voluntad que es el trasfondo de aquellas novelas, y sí abunda en mala uva. ¿Cómo calificar si no una intromisión como la de querer declarar al obispo persona no grata en el próximo pleno municipal? ¿Y esto a santo de qué?
Pues exactamente citando el punto 175 de la Exhortación Apostólica Amoris Laeticia, que es el tema de su mensaje, reproduce lo que dice el Papa: “Hay roles y tareas flexibles, que se adaptan a las circunstancias concretas de cada familia, pero la presencia clara y bien definida de ambas figuras, femenina y masculina, crea el ámbito más adecuado para la maduración del niño “. Y añade el obispo: Yo me pregunto si el fenómeno creciente de la confusión en la orientación sexual de fuerza chicos adolescentes no será debido a que -y vuelve la citación del Papa- “en la cultura occidental, la figura del padre estaría simbólicamente ausente, desviada, desvanecida. Incluso la virilidad parecería cuestionada“.
Y termina Novell: Recomiendo que todos los padres y madres, especialmente aquellos que esperéis nuevos hijos y/o estéis educando en la infancia, leáis cuidadosamente estas páginas, las converséis y las uséis para mejorar la tarea más importante de la vida: ser padres.
¿Se quiere un texto más prudente, más cuidadoso pero sin abandonar la naturaleza del problema?
Y por decir esto que, por otra parte, no encierra ninguna novedad, el alcalde de Cervera, Ramon Royes le quiere declarar persona no grata. ¿Se puede tener mayor arbitrariedad y sectarismo?
Es la mejor demostración de que nos imponen unos límites tan estrictos que de determinadas cuestiones no se puede hablar si no es con la ciega aceptación del dogmatismo estalinista. La naturaleza del hijo concebido, y del aborto, de confusión sexual, de la estructura óptima de la familia, de las contradicciones, errores y falacias de la perspectiva de género. Todo esto está vetado. Pero todo esto no es nada menor, no son aspectos marginales que se puedan obviar, porque lo que está en juego es la concepción antropológica, la ley y la moral natural, la concepción de la naturaleza humana y de la familia, y a partir de ello todo su encadenamiento sobre la vida personal y colectiva, sobre el progreso, la prosperidad y el bienestar.
Ahora dicho esto, créame, todo esto forma parte de la intimidación para lograr una Iglesia domesticada, que se dedique solo a atenuar con su solidaridad las contradicciones del sistema, sin cuestionar las causas. El alcalde de Cervera de la ex CDC hubiera callado como un muerto si los católicos y la Iglesia no fueran marginales, porque, queridos amigos, el voto es el voto, y el voto es para el que se lo trabaja. Y esto es la tierra y no el cielo.