La campaña publicitaria que ha llevado a cabo Chrysallis (Asociación de Familias de Menores Transexuales) en las marquesinas de País Vasco y Navarra tenía un sólo lema, que han convertido en el mantra de todas sus reivindicaciones: "Hay niñas con pena y niños con vulva. Así de sencillo". 

La expresión, "así de sencillo", evidencia que el debate científico y médico no cuenta para ellos. Este lobby dice que es así y eso es lo importante. Pero, ¿tiene algún tipo de respaldo científico o médico este eslogan? En un reportaje realizado por Actuall que les ofrecemos a continuación se dan todas las explicaciones médicas que desacreditan esta campaña y otras similares:

No nacen niños con vulva y niñas con pene. Los primeros nacen con los atributos sexuales masculinos y las segundas con los femeninos. Así lo certifica la ciencia médica. Lo que pueden darse son dos trastornos de ambigüedad genital o anomalías de los cromosomas sexuales. Se trata, por ejemplo, de la feminización testicular, llamada también Síndrome de Morris o síndrome de insensibilidad de los andrógenos.

Y se da la hiperplasia suprarrenal congénita, trastorno que afecta las glándulas suprarrenales, las cuales producen hormonas, como el cortisol, la aldosterona o  las hormonas sexuales.
Las niñas que tienen ese trastorno podrían nacer con genitales ambiguos. Es decir, que sus genitales pueden parecer más de hombre que de mujer. Pero no son de varón.


Eso no significa que en esos casos, los varones carezcan de testículos y pene y las hembras de sus órganos reproductores. Cada uno tiene los órganos reproductores propios de su sexo, pero pueden ser más pequeños de la normal, estar atrofiados o estar ocultos.

En cualquier caso, este tipo de trastornos son muy raros y aislados, como se puede comprobar en el catálogo de trastornos genéticos de Omin (Online Mendelian Inheritance in Man). Se trata de desviaciones (término médico sin connotaciones despectivas) de la norma sexual binaria, como quien nace con malformaciones congénitas. Pero numéricamente son muy excepcionales. Tanto que son estadísticamente irrelevantes (desde 1 caso por cada 1000 hasta 1 de cada 99.000).


Así, entre las anomalías de los cromosomas sexuales, como por ejemplo el síndrome de kinefelter 48, XXXY (infertilidad y testículos atróficos) la incidencia es de 1 por cada 25.000 varones; o el hermafrodistimo verdadero (es decir que son cromosómicamente mujeres pero fenotípìcamente varones) la incidencia es de 1 por cada 20.000.

En el caso de las mujeres, tenemos el síndrome de Swyer, una disgénesis gonadal por la que  no llegan a desarrollar características femeninas secundarias, y  la incidencia es de una cada 20.000.

Y respecto a la mencionada feminización testicular, anomalía en los genes que intervienen en el desarrollo sexual, la incidencia llega, según algunos autores, a 1 por cada 99.000 varones.

Otras anomalías son tan excepcionales que los rarísimos casos que se han dado no son suficientes para elaborar estadísticas: como el pseudohermafroditismo masculino (técnicamente hipospadia seudovaginal perineoscrotal) o la hipoplasia de las células de Leydig.


Mientras tanto, este mes de enero National Geographic ha querido también sumarse a la ofensiva LGTB con un especial de niños transexuales

Todo esto son patologías genéticas. No la norma de la inmensa mayoría de la población. Pero aún en esos casos, los niños llevan los órganos reproductores correspondientes a su sexo,
Lo que la ciencia médica constata (a través de la genética, urología, ginecología, pediatría) es que las personas nacen o varones o mujeres, no existe término medio.


Porque –como subraya el Colegio Americano de Pediatras- “la sexualidad humana es un rasgo biológico objetivo binario (…) La norma del diseño humano es ser concebido como hombre o como mujer”.

Y es binaria por definición porque su finalidad obvia y elemental no es otra que la reproducción y crecimiento de la especie. Un principio evidente por sí mismo.

¿Qué pasa entonces con quienes dicen identificarse con el sexo opuesto o quienes se sienten “como algo intermedio”?… Pues que siguen siendo hombre y mujeres. No existe un tercer sexo, sólo dos. Porque nadie nace con un género, sino con un sexo biológico. El género (la conciencia y sentimiento de uno mismo como hombre o mujer) es un concepto sociológico y psicológico, no un concepto biológico objetivo.


Estaríamos ante la llamada disforia de género. Pero ese ya no es un problema físico sino psicológico. Se trata –otra vez ciñéndonos a parámetros científicos, no ideológicos- de un trastorno mental recogido en el Manual de Diagnósticos y Estadísticas de la Asociación Americana de Psiquiatría.

Es importante señalar que la inmensa mayoría de niños y niñas que durante la infancia confunden su género, terminan aceptando su sexo biológico una vez pasada la pubertad. Hablamos del 98% de los varones y del 86% de las mujeres.

Resulta, por lo tanto, contraproducente someterles a operación de cambio de sexo o la administración de hormonas sexuales como la testosterona  y los estrógenos del sexo opuesto, porque la confusión de género de la infancia se suele corregir después de la adolescencia.

Por no hablar de los riesgos para la salud que conlleva la ingesta de hormonas: presión arterial disparada; coágulos de sangre; accidentes cerebrovasculares y cáncer.


Cabe subrayar, en conclusión, que campañas como la emprendida por Chrysallis carecen de rigor científico y entrañan riesgos para la salud física y psicológica de los menores.

“Suponen un abuso total” señala a Actuall el catedrático de Genética Nicolás Jouvé. Porque lo que hace “las campañas de la Ideología de Género es tomar casos patológicos y además sumamente raros, para justificar la idea de que se puede elegir el sexo a voluntad, y para manipular a los menores y a los padres”.

Y no sólo porque el eslogan de la asociación es una gran mentira (las niñas con pene) sino porque oculta aspectos muy graves que los padres deberían saber.


Por ejemplo, que las tasas de suicidio son veinte veces mayores en los adultos que usan hormonas del sexo opuesto y/o se someten a una cirugía de cambio de sexo.

Alentar el cambio de sexo en menores equivale a condenarles a un destino con graves riesgos. Y hacer creer a padres y educadores que la la suplantación del sexo biológico mediante cirugías y productos químicos es algo normal y saludable es abuso infantil.

El Colegio Americano de Pediatras advierte que, con las campañas de Ideología de Género,  muchos niños elegirán una vida “llena de hormonas cancerígenas y de productos químicos tóxicos nada recomendables para la salud”;  y muchos de ellos “elegirán la mutilación quirúrgica, innecesaria, de partes de su cuerpo perfectamente sanas en su juventud”.