El etnólogo y antropólogo Jean-Pierre Digard, de 76 años, fue director de investigación del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS, por sus siglas en francés), es miembro de la Academia de Agricultura de Francia y experto en doma de caballo y adiestramiento canino. Acaba de escribir un libro, publicado por las ediciones del CNRS, cuyo título demuestra que la polémica no le asusta: L'animalisme est un anti-humanisme [El animalismo es un anti-humanismo].
Eugénie Bastié le entrevistó recientemente en Le Figaro en torno a las contradicciones y riesgos de movimientos como el animalismo o el veganismo y su creciente influencia en la conformación de la ideología ambiente que va imponiendo el establishment político, cultural y mediático.
-Hay carnicerías que son atacadas con regularidad por los militantes veganos. Los profesionales del sector han lanzado recientemente un llamamiento a las autoridades pidiendo su protección. ¿Le sorprende la virulencia de algunos lobbys antiespecistas?
-Más que de virulencia, hay que hablar de violencia. Esta violencia no me sorprende para nada, porque es inherente a la lógica de este movimiento, impulsado por la unión de tres fenómenos.
»1. Los animalistas son ideólogos, es decir, son personas que se identifican con lo que el gran sociólogo alemán Max Weber llamaba la "ética de la convicción", según la cual sólo sus ideas cuentan, y que él distinguía de la "ética de la responsabilidad", que prestaba atención a las consecuencias prácticas de sus convicciones.
»2. Los movimientos animalistas se entregan a una lucha que les lleva a echar más leña al fuego arrastrándoles a una espiral del "cada vez más", que empuja a los vegetarianos (que no comen carne) a convertirse en vegetarianos estrictos (que no consumen ningún alimento de origen animal), para acabar siendo veganos (que condenan toda utilización o posesión de animales).
»3. Por causas que superan el escenario del animalismo, la sociedad occidental actual muestra una inquietante tendencia a la radicalización (del islam, del animalismo, etc.), que hace que los militantes de determinadas causas no soporten que otros puedan tener ideas distintas o llevar a cabo prácticas diferentes a las suyas, obsesión que puede empujar a los más irresponsables a sentir la tentación de destruir físicamente a quienes no tienen sus mismas ideas. ¡No es por casualidad que el ecoterrorismo ha sido clasificado en los Estados Unidos como la segunda amenaza tras el yihadismo!
-En su último libro, usted afirma que "el animalismo es un anti-humanismo". ¿Nos podría dar una definición de animalismo? ¿A partir de qué momento la causa de la liberación animal encuentra adeptos?
-El término "animalismo" designa la ideología según la cual deberíamos dar a los animales y sus intereses (por lo menos por lo que creemos saber) un lugar preponderante, en detrimento de la especie humana. La sensibilidad "animalista", es decir, la compasión hacia los animales, nació justo después de la Revolución Francesa, con los "amigos de las animales del año X" [el año X corresponde, en el calendario republicano, al año 1801-1802; en 1850 se legisla contra el maltrato de los animales; en 1845 se creó en Francia la Sociedad Protectora de Animales, n.n.]
»La idea de la "liberación animal" en nombre del antiespecismo fue popularizada por el libro del filósofo Peter Singer Liberación animal, publicado en 1975, fecha que marca el verdadero inicio del movimiento animalista. A partir de este momento, esta ideología se propagó en un contexto de ignorancia creciente de los animales y su cría. Efectivamente, los animalistas no conocen a los animales; peor aún, no los aman (según confesó el propio Singer), sino no reclamarían la "liberación" de animales domésticos que viven en simbiosis con los humanos desde hace más de diez mil años.
-Usted afirma e insiste que hay un abismo en nuestras sociedades occidentales entre los "animales de mercado" y los "animales de compañía". ¿Cuándo surge esta división? ¿Afecta sólo a las sociedades occidentales?
-La bipolarización entre animales de mercado y animales de compañía surgió lentamente a partir de la Edad Media. Se manifiesta sobre todo por una doble tendencia a la "mastodontización" de los primeros (toros que hoy llegan a alcanzar las dos toneladas) y la miniaturización de los segundos (razas de perros como el bichón maltés, el chihuahua, el pomerania o el yorkshire).
»El movimiento se aceleró y acentuó a partir de mediados del siglo XX, debido al doble efecto del incremento de la productividad en la cría y la expansión del fenómeno "animal de compañía", en una sociedad occidental en su mayoría ciudadana y que ha dado la espalda a sus raíces campesinas y la correspondiente cultura animal. Este fenómeno, nacido en Occidente, se introduce poco a poco en las élites más o menos occidentalizadas de países como China y Japón.
-¿En qué infringe el pensamiento animalista los fundamentos del humanismo occidental? ¿No es la prolongación del movimiento de los derechos individuales?
-El movimiento de los derechos individuales al que usted hace referencia surgió de la Ilustración y está relacionado con los humanos, no con los animales, ya que la noción de derechos no se puede concebir sin la noción de deberes. Ahora bien, ¿podemos imaginar, salvo que volvamos a la Edad Media, donde se hacían procesos a los animales, que estos tengan deberes? Quienes tienen deberes son los humanos hacia los animales: esencialmente, el deber de tratarlos bien, es decir, de tratarlos de una manera que sea respetuosa del carácter de cada especie, a saber -e insisto-: de una manera especista, ya que sería un maltrato tratar a un gato como un perro, o a un caballo como una oveja, etc.
El caso de la cerda de Falaise (Francia), ejecutada en 1386 tras matar a un bebé, es uno de los pocos casos bien documentados sobre juicios contra animales en la Edad Media. Entre 1266 y 1586 se conocen, en algunos casos muy fragmentariamente, unos sesenta casos en Francia (uno cada cinco años). Utilizados a partir de la Ilustración para ridiculizar el Medioevo, revestían la formalidad de un juicio contra personas, pero se trataba generalmente de determinar la responsabilidad civil en casos de ataques a personas o incluso a cosas, o de ejemplarizar el castigo de los hechos. Incluso así, Santo Tomás de Aquino era contrario a ellos precisamente por no existir una responsabilidad personal del animal, en la que nadie creía. En torno a la cuestión circulan numerosos bulos antimedievales y existen muy pocos estudios serios y contextualizados. Uno de ellos ("Los juicios contra animales. ¿Una justicia ejemplar?") se encuentra en el volumen, publicado originalmente en 2004 y en español en 2006, Una historia simbólica de la Edad Media occidental, del medievalista francés Michel Pastoureau.
»Y, yendo más lejos todavía, con el riesgo de parecer un provocador, la tauromaquia me parece más respetuosa con la naturaleza del toro español que el tratamiento que ciertos infligen a sus animales de compañía, a los que tratan como sustitutos de hijos o de un cónyuge. Por todo esto, el pensamiento animalista contradice los fundamentos del humanismo desde el momento en que, acusando a la especie humana de todos los males, su antiespecismo se transforma en especismo antihumano.