La selección genética de los hijos aparece en el horizonte como una perspectiva ya posible técnicamente y cuyos obstáculos legales empiezan a ser asaltados por grupos de presión ideológicos (el relativismo-nihilismo de que permitir todo aquello que la voluntad autónoma del individuo desee) y económicos (la industria implicada).
Pero ¿será realmente tan deseable poder elegir todas las características de los propios hijos? Sonia M. Suter, genetista y abogada, profesora de bioética en la facultad de Derecho de la Universidad George Washington, plantea la cuestión en un reciente artículo señalando un obstáculo no suficientemente considerado aún, que denomina "la tiranía de la elección".
La tiranía de la elección: la selección reproductiva en el futuro es el título de su estudio, publicado con fecha 1 de agosto en el Journal of Law and the Biosciences. En él explica que la toma de decisiones reproductivas se enfrenta a "enormes desafíos" a consecuencia de "dos tecnologías emergentes": la fabricación de un gran número de embriones para diagnóstico genético preimplantacional (PGD) y la posibilidad de obtener cada vez mayor información predictiva sobre el embrión.
La combinación de ambas tecnologías "puede cambiar nuestra experiencia reproductiva": "Solamente comprender las cantidades mareantes de información predictiva sobre la salud y las características de los niños futuros abrumará a los futuros padres".
Quienes, al mismo tiempo sufrirán la presión añadida de los proveedores de sistemas para encauzar sus decisiones. Aparecerán algoritmos para hacer posible la selección de embriones, que "podrían hacer rutinarias las decisiones reproductivas, reduciendo la diversidad social, exacerbando los efectos de la 'sobrecarga de decisiones', desafiando normas profesionales y despertando el fantasma de la eugenesia". Por tanto, "los avances tecnológicos parecen empujarnos inevitablemente a un futuro que podría crear una tiranía de la decisión".
Ella misma plantea un ejemplo en lo que denomina PGD "fácil". La selección con probabilidad 99,99% de un embrión que tenga el genotipo deseado en 15 loci génicos obligaría a fabricar 10.000 embriones, lo cual exigirá una técnica ya en desarrollo, como es la gametogénesis in vitro (IVG). Eso implica la destrucción de 9.999 seres humanos para conseguir el deseado (asunto en el que la doctora Suter no entra), pero aparte de ese detalle, se da otro, y es que el genotipo deseado podría estar presente en un buen número de esos embriones: "¿Cómo elegirían los padres entre ellos?".
Elijan lo que elijan, su decisión creará un círculo vicioso, pues ya no se hará solamente para prevenir enfermedades, sino por preferencias culturales. Ahora bien, esas preferencias culturales "harán rutinaria una selección no solo contra las discapacidades, sino también contra los rasgos no-médicos rechazados, conduciendo en última instancia a un círculo vicioso: decisiones reproductivas que reforzarán el prejuicio, reduciendo el número de niños nacidos con las discapacidades o rasgos rechazados, lo que incrementará la selección contra dichos rasgos, reforzando aún más el prejuicio, etc."
Es decir, si culturalmente en un sociedad los padres se inclinarían por un determinado rasgo (por ejemplo, niños rubios), cada opción por un niño rubio disminuye la presencia de niños no-rubios en la sociedad, reforzando la decisión de otros padres contra los niños no-rubios.
Similar círculo vicioso, afirma Suter, "ya existe con las actuales tecnologías reproductivas", pero con el diagnóstico genético preimplantacional irá "significativamente" a más, creando una sociedad mucho más uniforme.