Una investigación a gran escala de Science ha confirmado que la atracción por el mismo sexo no puede predecirse genéticamente, sino que está relacionada con muchos otros factores. Este estudio ha suscitado, entre otros comentarios, el de Christian Spaemann en el semanario católico Die Tagespost. El psiquiatra Christian Spaemann es hijo del filósofo católico Robert Spaemann (1927-2018) y ejerce la profesión en Schalchen (Austria). Reproducimos su artículo a partir de la traducción italiana publicada en Tempi:
El doctor Christian Spaemann afirma la preponderancia de los factores existenciales y ambientales en la atracción por el mismo sexo.
Lo decisivo es el entorno. Por qué el nuevo estudio sobre la homosexualidad se queda corto
De nuevo, un estudio sobre la homosexualidad. Y, de nuevo, nada realmente nuevo. No debemos asombrarnos: valorar correctamente la atracción homosexual exige un procedimiento extenso y diferenciado, que se acerque a este fenómeno en el contexto de la sexualidad humana, la complejidad de las relaciones, la biología y la psicología. Dado que, además, nuestro modo de mirar a la persona humana nunca está exento de supuestos filosóficos, dicha mirada será siempre, de alguna manera, controvertida. Y es una controversia que hoy, en todo el mundo occidental, tiene su origen principalmente en los años 70 del siglo pasado. Los defensores de los paradigmas de la "igualdad" y de la "no discriminación", que siguen dominando el discurso social, han tomado plena posesión de este tema. Desde entonces, la cuestión ya no es la tolerancia o la disminución de formas reales de discriminación de los homosexuales, sino la afirmación de una ideología.
La supresión de cualquier diferencia
En lo que respecta a la discriminación, bastaría hacer referencia al principio jurídico: "Lo que es igual debe ser tratado del mismo modo; y lo que es distinto puede ser tratado de manera distinta". Excluir a un homosexual de la presidencia del Deutsche Bank sería discriminación. Por el contrario, no permitir que una pareja homosexual pueda adoptar no sería discriminación, porque el niño sabe que es distinto tener un padre y una madre que tener dos madres o dos padres.
Volvamos entonces a la imposición de una ideología. El pensamiento de los intelectuales post-estructuralistas, según los cuales el reconocimiento de las diferencias entre las personas comporta de por sí relaciones de dominio y de poder, ha ganado influencia de manera constante en la sociedad. Y, en una especie de nominalismo radical, implicaba e implica prescindir completamente de cualquier diferencia entre las personas, como la que hay entre hombre y mujer, entre sano y enfermo, normal y anormal, natural y no natural, modificando sistemáticamente la conciencia social en esa dirección.
Sale de escena el bien común
Las carencias humanas ya no serán pues compensadas por la solidaridad y la compasión, sino meramente redefinidas como si no significasen nada. Una persona que nazca únicamente con tres miembros solo podrá sentirse bien cuando la humanidad deje de considerar normal la presencia de cuatro miembros.
Los homosexuales, que en su mayoría lo único que pedían era que se les dejara en paz y no sufrir desventajas sociales, han sido instrumentalizados como "propulsores de la diversidad" por parte de esta ideología de la pluralidad de género, haciendo que se alineen contra la "heteronormatividad" de la sociedad. Ciertamente, y desde hace mucho tiempo, no son las personas implicadas lo único que importa en este cambio de mentalidad. Las diferencias, aunque estadísticamente significativas, en la finalidad de la vida de un hombre y de una mujer, o la importancia para los hijos de la familia natural con un padre y una madre, todo esto, en virtud de dicha ideología, no debe ya jugar ningún papel en la evolución de la sociedad. En resumen: la felicidad del individuo y el bien común, el bonum commune, salen de escena cueste lo que cueste, aunque sea a costa de nuestro propio futuro.
La pregunta que no se quiere plantear
Cuando se trata de afrontar el tema de la homosexualidad, lo que se concluye es que desde hace decenios, en la investigación científica, se pregunta sólo a los datos en bruto, sin plantearse la pregunta sobre cómo surge la atracción homosexual dentro de una concepción de desarrollo bio-psico-social.
No sorprende, entonces, el resultado del estudio publicado recientemente en Science, en el que se analizan los datos de unas 500.000 personas. Ya antes se sabía que la homosexualidad no se puede explicar genéticamente. De todos modos esto no excluye factores biológicos como, por ejemplo, las influencias hormonales intrauterinas. Sin embargo, en este caso no se trata más que de factores de predisposición.
Los que son verdaderamente importantes son otros datos, es decir, los que nos dicen:
- que la atracción homosexual es muy fluida en el periodo de la pubertad;
- que sólo el 1,5% de los varones tiene de manera estable sentimientos homosexuales;
- que las personas interesadas preceden, a menudo, de familias rotas o conflictivas;
- que las relaciones entre personas homosexuales son sumamente frágiles;
- que los homosexuales, estadísticamente, sienten más a menudo atracción sexual hacia niños y jóvenes que los heterosexuales;
-que los homosexuales son estadísticamente más proclives a sufrir enfermedades psíquicas o al suicidio que los heterosexuales.
Todo esto, si se considera correctamente, no se explica con la discriminación social y la llamada "homofobia".
La confrontación negada
Hoy sabemos que la sexualidad -también la de los heterosexuales- se ve influida, en su complejidad, por la vivencia específica de cada persona, por las propias heridas y por toda una serie de motivos no sexuales. Por los innumerables testimonios individuales aportados por los psicoterapeutas en los últimos cien años, se puede constatar que la atracción homosexual a menudo tiene un historial psicodinámico en las relaciones con el padre y la madre, además de con el grupo de amigos de la misma edad y del propio sexo.
Muchos homosexuales encuentran una gran ayuda en analizar estas experiencias, a menudo muy dolorosas. Ciertamente no es un misterio que, al hacerlo, también la orientación sexual se pone en cuestión. Sin embargo, hablar abiertamente de esto sigue siendo un tabú. Se impide activamente una aproximación psicoterapéutica al tema de la homosexualidad.
Como ha demostrado la cumbre romana sobre los abusos, también algunos de los máximos exponentes de la Iglesia católica sufren los efectos de dicho tabú. Y cierran los ojos ante quienes han afrontado seriamente este problema para acabar, en cambio, asociándose al proceso de aplastamiento, autodestructivo y sin precedentes, de esta ideología que no tolera la diversidad, tirando por la borda el derecho natural y, con él, el magisterio de la Iglesia.
Sin embargo, las ideologías tienen las piernas cortas y se demostrará que sus discípulos no tienen futuro en la Iglesia.
(Traducción del italiano por Elena Faccia Serrano)