Con la entrada en vigor en España de la ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans en marzo de 2023, una de las medidas implementadas permitía a las personas consideradas "trans" registrarse en el Registro Civil sin necesidad de ser mayor de edad, disponer de informes médicos, testimonios de terceras personas o si quiera un cambio en la apariencia física. De este modo, si alguien se refiere como un hombre a lo que visible y biológicamente es un hombre, aunque este o su DNI diga lo contrario, podría ser objeto de denuncia.

Lejos de ser una especulación, ya ha sucedido en varias ocasiones. Un ejemplo fue el de el supermercado Lidl de Armengual de la Mota (Málaga), solo tres meses después de la entrada en vigor de la ley. La encargada del supermercado se refirió como "caballero" al hombre que decía ser una mujer, motivo por lo que la encargada fue denunciada a las autoridades de la cadena, que no tomaron medidas contra la empleada.

Otro episodio similar ocurrió en Almería el 14 de febrero de 2023, cuando una examinadora de tráfico fue denunciada ante los juzgados por delito de odio después de haberse referido a una chica por su nombre del DNI, distinto al que afirmaba tener como supuesto hombre. Aunque el desenlace de la denuncia no trascendió, la examinadora recibió el "apoyo incondicional" de la Asociación de Examinadores, ASEXTRA.

A los ejemplos mencionados se añade la asunción generalizada de los cambios de nombre, ya sean de forma legal en el registro o no, en medios de comunicación e instituciones, al hablar de hombres como "mujeres trans" o viceversa, asumiendo sus nuevos nombres.

Pero, ¿cómo debe afrontarse esta situación en el día a día? ¿Supone una falta de caridad no atender el deseo de una persona que posiblemente enfrente sufrimientos continuados por la disforia de género? ¿Faltaría a la verdad referirse a los autodenominados transgénero por sus nombres o pronombres escogidos? O por el contrario, ¿habría que llamarles por su nombre y sexo biológico pese a repercusiones legales? Medidas como la Ley trans en España se están aplicando en todo el mundo, y cada vez surgen más voces que alientan a tomar una postura acorde a la "verdad biológica".

Sintetizamos algunos de los argumentos y personalidades que instan a mantener la verdad del lenguaje:

1º La mentira no es educativa

Recientemente, dos responsables de Sophia Teachers -una organización de 60.000 educadores dedicada a "reconstruir la cultura católica a través de la educación católica"-, Verónica Cruz Burchard y Mike Gutzwiller, escribían en Catholic Link planteándose si los católicos debían o no asumir los nombres y pronombres transgénero.

En relación a la docencia, mencionan que aunque también determinadas convenciones gramaticales, "las palabras que utilizamos corresponden a la realidad", de modo que cuando alguien dice "coche" no significa a veces coche y luego manzana: "Si las palabras, incluidos los pronombres, que utilizamos no se corresponden con la realidad, poco tendría sentido, sería un caos".

2º Hacerlo fomenta el deseo de transicionar

Los miembros de Sophia Teachers saben bien que el uso de nombres y pronombres escogidos, lejos de ser "una concesión inofensiva", supone "el primer paso de una sucesión de intervenciones que convierten a alguien en un paciente de por vida".

Ser afirmado como miembro del sexo opuesto, explican, "hace que sea más probable que persista en su identificación trans". Según los estudios consultados por la organización, "la gran mayoría de quienes realizan una transición psicosocial -por ejemplo, de nombre- continúan con intervenciones farmacológicas y casi todos los que comienzan con bloqueadores de la pubertad continúan tomando hormonas de sexo cruzadas". Se daría así un "efecto dominó" de la transición social que "conduce a intervenciones mayores y más invasivas".

Entre los pronombres inventados que promueve el lobby trans, se encuentran el `elle´ o `ellx´ en español, o `ey´,  `ney´, `ve´,  `xe´ o `ze´, en inglés. 

3º Asumir el cambio en el lenguaje "cambia la realidad sobre Dios"

Ya en 1994, el carismático sacerdote Richard J. Schuler (Minnesota) se veía obligado a recordar que "la diferenciación de sexo se basa en la propia persona, no sólo en los obvios órganos externos o internos u otras manifestaciones", pues "la persona misma es hombre o mujer". Pero entonces el feminismo ya comenzaba a cuestionar este aspecto desde la misma teología y filosofía, como hacía Marjorie Hewitt Suchocki. Según Schuler, el catolicismo debía afrontar la pregunta de "por qué existe esta controversia y ataque a nuestro lenguaje, este ultraje contra lo que durante siglos ha sido una expresión de la verdad católica y el sentido común".

Entonces la respuesta residía en un feminismo que deseaba "destruir el sacerdocio porque no podían poseerlo". Y la forma de lograrlo era la "destrucción del idioma, cambiando el significado de las palabras". "Si uno cambia las palabras, la realidad subyacente cambia. Si se eliminan los sustantivos y pronombres masculinos, entonces se cambia la realidad sobre Dios mismo", advertía el sacerdote.

4º Transigir sería "una caridad desviada y una falsa compasión

En su Catequesis sobre la persona humana y la ideología de género, el obispo de Arlington Michael F. Burbidge reconocía que en la cuestión de género "existe un gran peligro de una caridad desviada y una falsa compasión", pues "solo lo verdadero puede ser, en última instancia, pastoral. Los cristianos deben hablar y actuar siempre tanto con caridad como con la verdad. Siguiendo el ejemplo del apóstol Pablo, deben procurar hablar la verdad en amor".

Puedes conseguir la Catequesis del obispo Burbidge en la página de la diócesis de Arlington

Como también expresan los miembros de Sophia Teachers, "la compasión sin honestidad genera confusión y más dolor. Esta relación entre compasión y verdad es la razón por la que los Mandamientos prohíben `dar falso testimonio contra el prójimo´. Como dijo el Papa Francisco: `Vivir con una comunicación falsa es grave porque impide las relaciones y, por tanto, impide el amor. Donde hay mentiras no puede haber amor´".

5º La profecía autocumplida

De hecho, continua Burbidge, "existe una amplia evidencia de que la `afirmación de género´ no solo no resuelve las luchas internas de una persona, sino que también puede exacerbarlos. La aceptación y/o aprobación de la identidad transgénero declarada por una persona es particularmente peligrosa en el caso de los niños, cuyo desarrollo psicológico es a la vez delicado e incompleto. En primer lugar, un niño necesita saber la verdad: que él o ella ha sido creado (a) hombre o mujer, para siempre. Afirmar la autopercepción distorsionada de un niño o apoyar el deseo de un niño de “ser” otra persona que la persona (hombre o mujer) que Dios creó, engaña gravemente y confunde al niño acerca de “quién” él o ella es.

6º Asumir los nuevos nombres "no es inofensivo"

Aunque podría parecer irrelevante, para el obispo Burbidge usar los nombres y pronombres supone "una profunda crisis", pues "nunca podemos decir algo contrario a lo que sabemos que es verdadero. Usar nombres y pronombres que contradicen la identidad dada por Dios a la persona es hablar falsamente".

7º Decir la verdad es un deber y derecho que no puede ser arrebatado

Por ello, agrega, "los fieles deben evitar el uso de términos o pronombres que `afirmen el género´ que transmitan aprobación o refuercen el rechazo de la persona a la verdad. No es severo, rudo, duro ni crítico negarse a usar ese lenguaje". El obispo también reconoce que actualmente, los católicos "pueden experimentar una presión significativa para adoptar una terminología aprobada culturalmente".

Sin embargo, expone que "el derecho a decir la verdad es inherente a la persona humana y no puede ser arrebatado por ninguna institución humana. Los intentos del estado, las corporaciones o los empleadores de imponer tal lenguaje, particularmente mediante amenazas o pérdida del trabajo, son injustas. Debemos amar en la verdad, y la verdad debe ser transmitida con precisión por nuestras palabras".

8º Aceptar los nuevos nombres es "engañar a la persona"

La última de las alusiones del obispo Burbidge al respecto menciona que, al aceptar los nuevos nombres o una "identidad en desacuerdo con su sexo biológico" o "afirmar la transición" no sería otra cosa que "engañar a esa persona" y "hablar e interactuar de una manera falsa con esa persona". "Aunque la ley de la gradualidad nos podría impulsar a discernir el mejor momento para comunicar la plenitud de la verdad, en ninguna circunstancia podemos confirmar erróneamente a una persona", sentencia.

9º No usar los nombres ayuda a asimilar la verdadera identidad

Del mismo modo que usarlos contribuye a "perpetuar la confusión", los miembros de Sophia Teachers afirman que no hacerlo puede contribuir a reconocer la verdadera identidad: "La verdad es que nuestra dignidad proviene de haber sido hechos a imagen y semejanza de Dios. Cada uno de nosotros posee un valor infinito y somos llamados por Dios a una alianza con Él, para ser, a través del Bautismo, sus hijos e hijas adoptivos. Nuestra dignidad nunca nos podrá ser arrebatada. No proviene de que otros afirmen nuestro comportamiento o sentimientos… La única opción real es ayudar a la persona a aceptar la realidad tal y como es". 

10º ¿Qué deben hacer los católicos?

Para los miembros de Sophia Teachers, la respuesta a la pregunta que motivó su artículo no ofrece lugar a dudas. Como católicos, dicen, "no deberíamos usar pronombres [o nombres] alternativos para quienes sufren angustia con su cuerpo o identidad". En su lugar, invitan a "afirmar a la persona, no a la identidad trans percibida", así como a "escuchar la historia de cada persona, de cómo llegaron a esas creencias sobre su identidad. Detrás de cada necesidad de afirmar la propia identidad, hay una historia que debemos buscar comprender con empatía, porque hay una persona vulnerable que necesita amor".