«Un pensamiento mágico no puede borrar la violencia intrínseca en el aborto. Como he escrito: “El aborto contrapone el más fuerte al más débil y sólo uno sobrevive”». El jueves pasado, en un comentario a la última polémica electoral sobre el aborto que ha visto implicados tanto a Donald Trump como a Hillary Clinton –el primero por haber declarado que la mujer que mata al hijo que lleva en su vientre debe ser «castigada de algún modo»; la segunda porque ha acabado en el punto de mira del movimiento pro-choice por haber definido al feto como «una persona non nata»–, la feminista atea de izquierdas Camille Paglia ha resaltado para Salon la hipocresía con la que el feminismo del Partido Demócrata afronta este tema.
Aunque reafirmando que es favorable «al acceso al aborto sin restricciones», Paglia no esconde que en el centro de la cuestión está la eliminación de un niño y expresa una profunda «repulsión» por la ligereza con la que esta dura verdad ha sido expulsada del debate, con el fin de poder transformar «los derechos reproductivos» en un «instrumento ideológico utilizado sin escrúpulos por mi partido, los demócratas, para avivar pasiones, recaudar dinero y dirigir los votos».
Para la alumna de Harold Bloom se trata, nada menos, que de un «proceso mercenario» que contrapone a afirmaciones como la de Trump la respuesta automática de Clinton: «La salud de las mujeres está siendo atacada en América». Pero, «¿quién es la verdadera víctima en todo esto?», pregunta Paglia, pretendiendo que el frente abortista tenga el valor de enfrentarse a las propias posiciones.
Paglia recuerda haber apoyado y financiado el coloso del aborto Planned Parenthood, «hasta que me di cuenta, con gran decepción, que se había convertido en una ramificación secreta del Partido Demócrata». Paglia crítica con dureza «el ensordecedor silencio de las feministas de segunda generación acerca de la ambigüedad ética de su sistema de pensamiento pro-choice», tachando al propio término “pro-choice” como de un «eufemismo cobarde».
Cecile Richards, presidenta de Planned Parenthood, organización abortera que financia las campañas tanto de Hillary Clinton como, en su día, de Barack Obama.
Más. Según la intelectual atea y libertina, los demócratas pro-choice «se han convertido en personas insensibles y extremistas sobre el aborto. Hay una vacuidad moral en el centro del feminismo profesional en Occidente, un código secular burgués que ve a los hijos como un obstáculo a la realización personal o como un problema organizativo que hay que delegar a niñeras de clase obrera». Pero todo esto queda oculto detrás de eslóganes y palabras de orden estudiadas para edulcorar la realidad.
En cambio, Paglia admite que nutre un «profundo respeto» por el movimiento pro-life [provida] porque su punto de vista tiene «un fundamento moral elevado». «Aunque soy atea», escribe, «reconozco la superior belleza moral de la doctrina religiosa que defiende la sacralidad de la vida. La calidad de la idea y del lenguaje en el Catecismo de la Iglesia Católica supera, por ejemplo, a cualquier cosa que proceda del feminismo tenazmente utilitarista.
Sobre el mandamiento “No matarás”, el Catecismo dice: “La vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios… Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente” (n. 2258). O esto: “La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida” (n. 2270)».
Pregunta la feminista contracorriente: «¿Quién representa al humanismo más auténtico en este campo, el Catecismo católico o el feminismo pro-choice?».
El aborto contrapone el fuerte al débil y «sólo uno sobrevive», afirma Camille Paglia. Que concluye invitando a los progresismos feministas que temen «la expansión de los derechos del feto» a que hagan «un examen de conciencia sobre la retórica automática con la que descalifican a la causa pro-life.
Un credo progresista que es contrario a la guerra, a las pieles, que es vegano y que está comprometido con la protección ambientalista de especies en riesgo de extinción como el urogallo de Gunnison o el cárabo californiano no debería frenar de manera tan estridente su imaginación y su compasión hacia el no nacido».
Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).