Uno tras otro, numerosos ayuntamientos de Francia se han puesto en pie de guerra contra el informe de la Asociación de Alcaldes de Francia, que ha aconsejado que no se pongan Nacimientos en las alcaldías del país para “fortalecer los valores republicanos” tras los ataques del terrorismo islamista en París.
La tradición del belén se ha vivido siempre de modo pacífico en Francia, pese a la ley laicista de 1905 -aún en vigor- que prohíbe la presencia de símbolos religiosos en “edificios públicos y monumentos, fuera de los lugares reservados al culto, los cementerios y los museos”.
Ha sido el combativo y polémico alcalde de la localidad de Béziers (70.000 habitantes), Robert Ménard, el encargado de dirigir la rebelión contra la AMF (Association de Maires de France, que representa a unos 36.000 alcaldes y presidentes de departamentos).
Ménard acaba de ganar una batalla en los tribunales para poder instalar el Nacimiento en su alcaldía, con el argumento de que no está en juego un símbolo religioso sino una tradición francesa, hoy más importante de preservar que nunca.
En unas declaraciones al semanario “L´Express” Ménard afirma que él no es religioso, pero considera que el belén es una tradición cultural “porque Francia tiene una cultura cristiana”.
El consejo departamental de La Vendée también ha ganado su caso en los tribunales, pero la alcaldía de Melun, cerca de París, ha sido obligada por un tribunal administrativo de apelación a no instalarlo, después de que esa instancia considerara el belén como “símbolo religioso” y no como “decoración navideña”, tal como sugería la municipalidad.
“Pondremos un cartel en el lugar donde iba a instalarse el nacimiento, explicando por qué no está y nuestra oposición a esa decisión de la justicia”, dijo un portavoz del ayuntamiento de Melun.
Ante la publicidad de los rebeldes, la Asociación de Alcaldes ha pedido al Ministerio del Interior que emita una norma específica sobre los belenes en los ayuntamientos para no cargar con todo el peso de las críticas.