"Hemos representado ante el mundo entero el suicidio de Francia, violentada, herida, deshonrada": Philippe de Villiers, el creador de Puy du Fou, fue muy claro al advertir de la trascendencia de lo sucedido el pasado viernes en París.
En un artículo publicado en Le Journal du Dimanche, denunció que "la ceremonia quiso ser inclusiva", pero "solo excluyó a los últimos mohicanos franceses que siguen aferrados a una historia de Francia marcada desde sus orígenes por el carisma del cristianismo".
En su opinión, salvo algunos minutos protagonizados por Rafa Nadal y Céline Dion, por los valores del olimpismo y la evocación de "la Piaf eterna", "todo fue feo, todo fue woke", un espectáculo "alucinante, extravagante, deforme, desagradable". Y afirma que "su experiencia con los espectáculos en vivo" le permitió ver no solo lo que todos vieron, sino también el aspecto "subliminal" de la vistosa realización.
Los responsables de la performance habían anunciado en Le Monde, recuerda De Villiers, que lo último que querían hacer era "una reconstitución al estilo de Puy du Fou": "Queremos lo contrario. Nada de una historia viril, heroica, providencial. Queremos el desorden y que todo se entremezcle".
Y cumplieron su palabra con su "deconstrucción", subraya el fundador de Puy du Fou, convertido así en anti-referencia para la ceremonia: "Fue tomar el pasado y convertirlo en parodia... Ahí estaba todo el aparato para el escarnio: el Becerro de Oro ante los ojos de Macron, la imitación de la Cena con las drag queens retozando en torno a una eucaristía crística -un Jesús woke- que profana el célebre cuadro de la Última Cena, que fundó una civilización".
Composición y frase difundidas por el cardenal Daniel Sturla en su rechazo al espectáculo de París. El cuadro de Leonardo expresa una civilización, explica De Villiers: su escarnio público, el suicidio de una nación histórica.
Desde el principio se vio que "el cristianismo iba a recibir su merecido mientras Mahoma pasaba la noche tranquilo".
Y no fueron solo las ofensas a Cristo y a la fe cristiana. La celebración de la reina María Antonieta decapitada transmitió al mundo entero un mensaje: "Que en Francia, hoy, el 'Arco republicano'" [la entente del macronismo, la izquierda y la derecha globalista, n.n.] "legitima la pena de muerte cuando se trata de hacerle 'un Samuel Paty' [alusión al profesor de secundaria decapitado en 2020 por un asesino islamista, n.n.] a quien se oponga a la marcha de la historia".
En medio de representaciones de poliamor "en una atmósfera de bacanal", de hombres ataviados "con vestidos y tacones altos" pese a la audiencia también infantil, de una especie de nueva guardia republicana "contorsionándose en una danza grotesca", ¿dónde estaba la grandeza de Francia?, se pregunta De Villiers. En una escenografía "sin otro objeto que la provocación", la "auténtica emoción estuvo ausente, faltó la estética, el espectáculo no te enganchaba, te aburría".
Philippe confiesa que se le humedecieron los ojos "de rabia": "El cielo de París vertía lágrimas de tristeza ante esta pantomima. Llovía en mi corazón como llovía sobre la ciudad: París humillada, París manchada, París martirizada... pero pronto -secretamente lo esperamos- París liberada".