El obispo Athanasius Schneider (Tokmok, Kirguistán, 1961), ordenado sacerdote en 1990 y consagrado obispo en 2006, es actualmente obispo auxiliar de la archidiócesis de María Santísima en Astana (Kazajistán) y secretario general de la conferencia episcopal de Kazajistán.
A lo largo de los últimos meses ha visitado, por encargo de la Santa Sede, los seminarios en Francia y Estados Unidos de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (FSSPX), fundada en 1970 por el arzobispo Marcel Lefebvre (19051991).
Interrogado por Adelante la Fe sobre el resultado de esa visita, monseñor Schneider ofreció una valoración global positiva: "La Santa Sede me pidió que visitara los dos seminarios de la FSSPX con el objeto de sostener un debate sobre un tema teológico concreto con un grupo de teólogos de dicha hermandad y con Su Excelencia el obispo [Bernard] Fellay [superior general de la FSSPX]. Esto me demuestra que para la Santa Sede la FSSPX no es una realidad eclesiástica desdeñable, que es preciso tomarla en serio".
"Guardo muy buena impresión de mis visitas", añade el prelado: "Pude observar una sana realidad teológica, espiritual y humana en ambos seminarios. El espíritu de sentire cum Ecclesia de la SSPX quedó manifiesto cuando me recibieron como enviado de la Santa Sede con verdadero respeto y mucha cordialidad. Es más, en ambos seminarios me alegró ver a la entrada la foto del Papa Francisco, el Pontífice actualmente reinante. En las sacristías había placas con nombre de S.S. Francisco y del ordinario de la diócesis. Me conmovió el canto del rezo tradicional por el Papa (Oremus pro pontifice nostro Francisco…) durante la solemne exposición del Santísimo Sacramento".
El obispo Schneider abogó además por una regularización canónica de la Hermandad de San Pío X: "Que yo sepa, no hay razones de peso para negar a los sacerdotes y fieles de la SSPX reconocimiento canónico oficial, sino que se los debe aceptar como son entretanto. Eso fue en realidad lo que solicitó el arzobispo Lefebvre a la Santa Sede: ´Que nos acepten como somos´".
"A mí me parece que la cuestión del Concilio Vaticano II no se debe considerar condición sine qua non", añadió en referencia al punto capital por el que fracasaron en 2012 las conversaciones doctrinales entre la Santa Sede y la Fraternidad, "ya que se trató de una asamblea con fines y características primariamente pastorales. Parte de las declaraciones conciliares refleja únicamente las circunstancias del momento y tuvo un valor temporal, como suele pasar con los documentos disciplinares y pastorales. Si nos fijamos en la perspectiva de los dos milenios de la historia de la Iglesia, podemos afirmar que por ambas partes [la Santa Sede y la SSPX] hay una sobrevaloración y sobreestimación de una realidad pastoral de la Iglesia que es el Concilio Vaticano II. El hecho de que la SSPX crea, celebre los ritos y lleve una vida moral como exigía y reconocía el Magisterio Supremo y como observó universalmente la Iglesia durante siglos, y si además reconoce la legitimidad del Papa y de los obispos diocesanos y rece públicamente por ellos, reconociendo también la validez de los sacramentos según la editio typica de los nuevos libros litúrgicos, debería bastar para reconocer canónicamente a la SSPX por parte de la Santa Sede".
"De lo contrario", concluye la entrevista, "perderá obviamente credibilidad la tan manida apertura pastoral y ecuménica de la Iglesia de hoy, y un día la historia reprochará a las autoridades eclesiásticas actuales por haber impuesto más cargas que las necesarias (cf. Hechos 15:28), lo cual es contrario al método pastoral de los apóstoles".
En el resto de la extensa entrevista concedida a Adelante la Fe, monseñor Schneider aborda cuestiones candentes como la comunión en la mano ("exteriormente tratan a la Hostia consagrada del mismo modo que la comida de todos los días... el gesto externo minimalista tiene relación de causa con el debilitar o incluso la pérdida de la fe en la Presencia Real"), la reforma litúrgica postconciliar ("por alguna razón misteriosa, Dios ha permitido que las buenas intenciones de los padres del Concilio Vaticano II cayeran en manos de ideólogos litúrgicos impíos y revolucionarios"), la aplicación del motu proprio Summorum Pontificum de 2007 (atribuye los obstáculos de algunos obispos a su aplicación a "la falta de autocrítica con relación a algunos defectos obvios de las reformas litúrgicas postconciliares") y sus sentimientos al celebrar la misa tradicional ("tengo una conciencia saludable y beneficiosa de que no soy amo y señor de los sagrados ritos, sino un servidor que cumple la voluntad y los mandamientos de la Iglesia, de la Esposa de Cristo, rezando con las fórmulas y acciones que lo han hecho generaciones de católicos durante más de un milenio... soy consciente de que aun en los más mínimos detalles estoy realizando algo que no es puramente humano y temporal, sino eterno y celestial").