Bruce Jenner y Diane Sawyer podrían beneficiarse de la lección que ofrece esta historia. [Diane Sawyer es la periodista ante quien Bruce Jenner, oro olímpico de decathlon en Montreal 76 y padre de seis hijos, anunció su cambio de sexo como Caitlyn Jenner, n.n.] Lo sé porque me sometí a una cirugía de cambio de sexo y viví como mujer durante ocho años. La cirugía no solucionó nada, solo disfrazó y exacerbó unos profundos problemas psicológicos.

Los inicios del movimiento transgénero se han perdido actualmente en la ofensiva de los derechos, la aceptación y la tolerancia del transgénero. Si más gente tuviera conocimiento de la oscura y accidentada historia de la cirugía de reasignación de sexo, tal vez no empujaría con tanta facilidad a la gente a someterse a ella.

Los orígenes de la reasignación quirúrgica de sexo

El lugar donde se realizaron las primeras cirugías transgénero (la mayoría, hombres que querían ser mujeres) fueron hospitales universitarios; se iniciaron en los años 50 y fueron aumentando a lo largo de los 60 y 70. Cuando los investigadores supervisaron los resultados y no encontraron ninguna prueba objetiva de su éxito -de hecho, los resultados demostraron que era perjudicial- las universidades dejaron de realizar este tipo de cirugía.

A partir de ese momento, los cirujanos privados intervinieron para ocupar su lugar. Sin ningún tipo de examen detallado o de responsabilidad sobre sus resultados, el número de sus intervenciones ha ido aumentado, dejando un rastro de dolor, arrepentimiento y suicidio.

Los padres fundadores: tres pedófilos

El movimiento transgénero empezó como invención de tres hombres con un vínculo en común: los tres eran activistas pedófilos.

La historia empieza con el infame Dr. Alfred Kinsey, biólogo y sexólogo cuyo legado perdura aún hoy. Kinsey creía que todos los actos sexuales son legítimos, incluyendo la pedofilia, la zoofilia, el sadomasoquismo, el incesto, el adulterio, la prostitución y el sexo de grupo. Autorizó experimentos despreciables para recoger información que justificara su visión de que los niños de cualquier edad disfrutan teniendo relaciones sexuales. Kinsey defendía la normalización de la pedofilia y ejercía presión contra las leyes que protegían a los niños inocentes y castigaban a los depredadores sexuales.


Alfred Kinsey (1894-1956): durante toda su vida tuvo la costumbre de introducirse objetos por la uretra.

Al repertorio de Kinsey se añadió el transexualismo cuando se le presentó el caso de un niño afeminado que quería ser una niña. Kinsey consultó con un conocido suyo, un endocrinólogo llamado Dr. Harry Benjamin. Los travestis, hombres que se vestían como mujeres, eran conocidos. Kinsey y Benjamin vieron a este niño como una ocasión para cambiar al travesti físicamente, mucho más allá de los vestidos y del maquillaje. Kinsey y Benjamin se convirtieron en colaboradores profesionales en el primer caso de lo que Benjamin más tarde llamó “transexualismo”.

Benjamin pidió a varios psiquiatras que evaluaran al niño para una posible operación quirúrgica que hiciera más femenino su aspecto. Pero éstos no llegaron a un consenso sobre lo apropiado de una cirugía para feminizar. Esto no detuvo a Benjamin. Por propia decisión empezó a tratar con hormonas femeninas al niño. Éste acabó yéndose a Alemania para una cirugía parcial y Benjamin perdió todo contacto con él, por lo que cualquier seguimiento a largo plazo fue imposible.

La trágica historia de los gemelos Reimer

El tercer co-fundador del actual movimiento transgénero fue el psicólogo Dr. John Money, fiel discípulo de Kinsey y miembro del equipo de investigación sobre el transexualismo capitaneado por Benjamin.

El primer caso de transgénero de Money llegó en 1967, cuando una pareja canadiense, los Reimer, le pidieron ayuda a causa de una circuncisión practicada de manera chapucera a su hijo de dos años, David. Sin ningún tipo de justificación médica, Money se lanzó a un experimento con el propósito de hacerse un nombre y poder llevar adelante sus teorías sobre el género, sin importarle las consecuencias de todo ello para el niño. Money les dijo a los desconsolados padres que el mejor modo para asegurar la felicidad de David era cambiar quirúrgicamente sus genitales masculinos a genitales femeninos y hacer que creciera como niña.


David Reimer (1965-2004), víctima de continuas carnicerías quirúrgicas a raíz de pasar por la consulta del doctor Money.

Como hacen muchos padres, los Reimer acataron las órdenes del médico y David fue sustituido por Brenda. Money aseguró a los padres que Brenda se adaptaría a ser una niña y que nunca se daría cuenta de la diferencia. Les dijo que lo mantuvieran en secreto, lo que hicieron, al menos durante un tiempo.

Los médicos activistas como el Dr. Money siempre parecen brillantes al principio, sobre todo si controlan la información publicada por los medios de información. Money jugó hábilmente al "cógeme si puedes", informando del éxito del cambio de género del niño a la comunidad médica y científica y construyéndose una reputación como experto líder en el campo emergente del cambio de género. Pasarían décadas antes de que la verdad fuera revelada. En realidad, la "adaptación" de David Reimer a su vida de chica fue totalmente diferente a los entusiastas informes elaborados por Money para los periódicos. A la edad de doce años Davis tuvo una depresión grave y se negó a volver a ver a Money. Desesperados, sus padres rompieron su silencio y le dijeron la verdad sobre su reasignación de género. A la edad de catorce años David elegió deshacer el cambio de género y vivir como un chico.

[Lee en ReL: Así destruye a la gente la ideología de género: la realidad estremecedora de su inventor, John Money]

En el año 2000, cuando tenía treinta y cinco años, David y su hermano gemelo finalmente revelaron los abusos sexuales a los el Dr. Money les había sometido en la privacidad de su consulta. Ambos dijeron que el Dr. Money les hizo fotos desnudos cuando tenían sólo siete años de edad. Pero las fotos no fueron lo único. El médico pedófilo les obligó a mantener relaciones sexuales incestuosas entre ellos.

Las consecuencias de los abusos de Money fueron trágicas para ambos. En 2003, tres años después de revelar su tormentoso pasado, el hermano gemelo de David, Brian, murió por una sobredosis autoinfligida. Poco tiempo después también David se suicidó. Money había sido finalmente puesto al descubierto como un fraude, pero esto no ayudó a los desconsolados padres, cuyos hijos gemelos estaban muertos.

La revelación de los fraudulentos resultados de las investigaciones de Money y de sus tendencias llegó muy tarde para la gente que sufría por problemas vinculados al género. El recurso a la cirugía ya estaba entonces muy arraigado y nadie se preocupó del hecho de que uno de sus fundadores había sido desacreditado.

Resultados del Johns Hopkins: la cirugía no ayuda

El Dr. Money fue el cofundador de una de las primeras clínicas universitarias basadas en el género en los Estados Unidos (la de la Universidad Johns Hopkins), donde se realizaban operaciones de reasignación de género. Después de muchos años de operaciones en la clínica, el Dr. Paul McHugh, director de psiquiatría y ciencia del comportamiento en el Hopkins, quiso tener mucho más que las afirmaciones de Money sobre el éxito después de la cirugía; McHugh quería más pruebas. A largo plazo, ¿estaban los pacientes mucho mejor después de ser operados?

McHugh asignó la tarea de evaluar los resultados al Dr. Jon Meyer, director de la clínica de género del Hopkins. Meyer seleccionó a cincuenta sujetos de entre los tratados en la clínica del Hopkins, incluyendo tanto a pacientes que habían sido sometidos a cirugía de reasignación de género como a otros que no lo habían sido. Los resultados de este estudio desmintieron totalmente las afirmaciones de Money sobre los resultados positivos de la cirugía de cambio de sexo.

[Lee en ReL: «Por qué dejamos de hacer operaciones de cambio de sexo»: ciencia real contra ideología de género]

Un informe objetivo demostró que la cirugía no era necesaria desde un punto de vista médico

El 10 de agosto de 1979 el Dr. Meyer anunció sus resultados: "Es incorrecto afirmar que este tipo de cirugía cura los trastornos psiquiátricos. Tenemos pruebas objetivas de que no hay una diferencia real en la adaptación del transexual a la vida en términos de trabajo, logros en la educación, cambios en el matrimonio y estabilidad social". Más tarde declaró al The New York Times: "Mi opinión personal es que la cirugía no es el tratamiento adecuado para los trastornos psiquiátricos y tengo claro que estos pacientes tienen problemas psicológicos severos que no desaparecen con la cirugía".

Al cabo de casi seis meses, la clínica de género del Johns Hopkins cerró. Otras clínicas de género universitarias del país la imitaron y dejaron de realizar operaciones de reasignación de género. En ningún lugar se informó de resultados positivos en estas operaciones.

Resultados del colega de Benjamin: demasiados suicidios

No fue sólo la clínica del Hopkins la única que informó de falta de resultados de la cirugía. Más o menos en la misma época, serias dudas sobre la efectividad del cambio de género llegaron del socio del Dr. Harry Benjamin, el endocrinólogo Charles Ihlenfeld.

Ihlenfeld trabajó con Benjamin durante seis años y administró hormonas sexuales a 500 transexuales. Ihlenfeld asombró a Benjamin cuando anunció públicamente que el 80% de las personas que querían cambiar su género no debían hacerlo. Ihlenfeld declaró: "Hay demasiada infelicidad entre las personas que han sido sometidas a cirugía… Demasiadas acaban suicidándose". Ihlenfeld dejó de administrar hormonas a los pacientes afectos de disforia de género y cambió su especialidad de endocrinologia a psiquiatría para poder ofrecer a estos pacientes el tipo de ayuda que él pensaba que necesitaban realmente.

Tras los resultados del estudio del Hopkins, el cierre del buque insignia -la clínica Hopkins- y la advertencia de Ihlenfeld, los defensores de la cirugía de cambio de sexo necesitaban una nueva estrategia. Benjamin y Money se dirigieron a su amigo, Paul Walker, PhD, homosexual y activista transgénero que como ellos defendía con pasión el tratamiento con hormonas y cirugía. Se formó un comité para redactar unas directrices que llevarían la agenda de la cuestión transgénero más allá, con Paul Walker al mando. El comité incluía un psiquiatra, un activista pedófilo, dos cirujanos plásticos y un urólogo; todos ellos se beneficiarían económicamente de mantener la cirugía de reasignación de género disponible para todo el que la quisiera. Los Harry Benjamin International Standards of Care se publicaron en 1979 y dieron nueva vida a la cirugía de reasignación de género.


Nacido en 1946, el doctor Walker era homosexual y falleció de sida a finales de los años 80.

Mi experiencia con el Dr. Walker

Yo mismo he sufrido mucho para aceptar mi género. En 1981 me dirigí al Dr. Walker, el hombre que escribió las directrices, pidiéndole ayuda. Walker me dijo que sufría de disforia de género. Apenas dos años después del estudio del Hopkins y de que las declaraciones públicas de Ihlenfeld atrajeran la atención sobre el aumento de riesgo de suicidio asociado con el cambio de género, Walker, que conocía bien estos dos informes, firmó la carta que autorizaba mi tratamiento con hormonas y cirugía.

Bajo su dirección me sometí a cirugía de reasignación de género y viví ocho años como Laura Jensen, mujer. Con el tiempo reuní el valor para admitir que la cirugía no había arreglado nada; sólo había disfrazado y exacerbado problemas psicológicos más profundos. La decepción y la falta de transparencia que experimenté en los 80 sigue rodeando a la cirugía de reasignación de género hoy. Por el bien de las personas que luchan con la disforia de género, no puedo permanecer en silencio.

Es intelectualmente deshonesto ignorar el hecho de que la cirugía no ha sido nunca un procedimiento médico necesario para tratar la disforia de género y de que el tratamiento con hormonas puede ser perjudicial. Activistas transgénero modernos, descendientes de Kinsey, Benjamin y John Money, mantienen viva la cirugía de reasignación de género de manera innecesaria desde un punto de vista médico mediante el control de la información publicada y suprimiendo la investigación y las historias personales que hablan del arrepentimiento, de la tristeza y del suicidio que experimentan quienes se someten a ella. Los resultados negativos se ven como un modo de culpar a la sociedad por su transfobia.

Los pacientes transgénero que se arrepienten de haber elegido este camino a menudo sienten una gran vergüenza y remordimiento. Los que se arrepienten de su decisión tienen pocos lugares a los que dirigirse en un mundo de activismo pro-transgénero. En mi caso, necesité años para armarme de valor y hablar públicamente sobre mi arrepentimiento.

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Hubiera deseado que el Dr. Paul Walker hubiera estado obligado a informarme de ambos informes cuando acudí a él: el estudio del Hopkins demostrando que la cirugía no sanaba los problemas psicológicos severos y las observaciones de Ihlenfeld sobre la continua tristeza de las personas transgénero y la alta incidencia de suicidios tras los tratamientos con hormonas y cirugía. Esta información tal vez no me hubiera detenido de tomar esa desastrosa decisión, pero al menos yo hubiera sabido los peligros y el dolor que tenía ante mí.

[Walt Heyer ayuda a las personas que se arrepienten del cambio de sexo a través de su página web, Sex Change Regret, y de su blog personal. Se puede leer su historia en la novela 'Kid Dakota and The Secret at Grandma’s House' y en su autobiografía 'A Transgender’s Faith'. Otros libros suyos son 'Paper Genders' y 'Gender, Lies and Suicide'.]

Artículo publicado originalmente en The Public Discourse.
Traducción de Helena Faccia Serrano.