La carta fue publicada este domingo por el diario Religión Digital.
(los subrayados en negrita son nuestros)
Querida Hermana: Por los medios de comunicación todos conocemos tu labor en el mundo fuera de la clausura y tus dotes para la comunicación. Y como son actividades que realizas abiertamente, nosotras, que también somos monjas dominicas de clausura, queremos reflejar cómo vivimos nuestra vocación de forma activa desde una vida escondida en Dios.
La propia vocación de clausura indica que es una forma de vida cristiana radical, que recuerda que lo importante para los bautizados es el Reino de Dios y por tanto, Jesucristo. Nuestra vocación sirve para enseñar que también el silencio y la soledad son fructíferos y que la Iglesia, como cuerpo de Cristo, tiene muchos miembros, cada uno de los cuales están llamados a realizar su función. La nuestra consiste en la escucha y en la atención, que hoy en día son más necesarias que nunca; para ello es necesaria la vivencia del silencio y de la vida oculta y discreta, que es lo que vienen buscando quienes acuden a nuestro torno, porque ven otra forma de vida diferente.
Sor María Pilar Cano, O.P., religiosa del convento de las dominicas contemplativas de Nuestra Señora de la Piedad en Torredonjimeno (Jaén).
Podemos comprender nuestra vocación de clausura a través de la experiencia de San Antonio abad, el primer monje o ermitaño, que quiso retirarse al desierto cuando comprendió el Evangelio, que la única riqueza es Cristo. Pero, a pesar de retirarse al desierto, no se escondió de quienes lo buscaban para pedirle consejo. Así debemos ser también nosotras poniendo en práctica el lema de nuestra orden: Contemplata aliis tradere [transmitir a los otros lo que hemos contemplado]; no guardamos para nosotras lo que hemos experimentado y recibido, sino que compartimos desde nuestra pobreza con quienes se acercan a nuestro monasterios.
Y la gente que viene a visitarnos para consultarnos, para pedirnos oración, consuelo y remedios materiales urgentes valora, con la percepción de la gente sencilla, que nuestra vocación consiste en mostrar que lo único importante para cualquier cristiano es Jesucristo. Por eso nosotras, como Orden de Predicadoras, estamos llamadas a predicar desde el silencio y la oración sólo a Cristo muerto y resucitado, no a predicar nada más, ni hablar de otros asuntos que pertenecen al ámbito de los laicos y seglares, de manera que cada miembro de la Iglesia realicemos nuestra vocación para el bien común de todo el cuerpo, lo que significa que no invadamos terrenos o hagamos tareas que, como no son propias de nuestra misión, pueden causarnos daño a nosotras mismas y a la Orden, además de a toda la Iglesia, pues como cuerpo que es, sufre cuando uno de sus miembros se daña.
Por eso es tan importante que siempre hagamos lo que estamos llamadas a ser, porque así repercutirá para todo el cuerpo de la Iglesia; igual que si no realizamos lo que estamos llamadas a ser y hacer, nos dispersamos, nos mundanizamos, nos alienamos, no solamente nosotras, sino todo el cuerpo al que pertenecemos. También es importante hacerse todo a todos, porque hemos de integrar y atender a cualquier persona, no a algunos solamente según nuestros gustos o intereses particulares. Para esto también son importantes los métodos que usamos, de manera que nunca perdamos nuestra libertad ni nuestra independencia en favor de un grupo o de una ideología en detrimento de otros.
En este sentido he tenido con dolor que escuchar de ti y ver actitudes en ti que desdicen de una persona, y más de una religiosa, ya que dividimos a los hermanos en lugar de dar ejemplo de integración y de acogida.
Termino con un último consejo desde mi experiencia de ser una hermana de tu Orden: Nuestra misión y vocación necesita espacios de relación comunitaria y con Dios, cuidando las relaciones fraternas con las demás hermanas, la comunión con todas. Si dices al mundo que monja de clausura, no. Monja de silencio, no... de obediencia, no ¿qué es lo que queda de consagrada?
Afectuosamente,
Sor María Pilar Cano, OP