“Esto es Francia”. Con este escueto mensaje definía orgulloso Emmanuel Macron, presidente de Francia, la blasfema, zafia e ideologizada hasta el extremo ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París 2024. La que podía haber pasado como la inauguración más bella de la historia de los Juegos pasará a la historia por su empeño en convertirla en materia woke y en adalid del feísmo.
La diputada francesa, Sandrine Rousseau, no escondía su satisfacción ni qué había detrás de esta ceremonia. Más bien al contrario. Se enorgullecía de lo que representaba y de a quién atacaba. “Esta ceremonia fue la mejor respuesta al ascenso del fascismo y de la extrema derecha. Que el mundo sea woke. Será mucho más bello", afirmaba.
Pero en todo el mundo las reacciones a esta ceremonia no se han hecho esperar, y no sólo desde la Iglesia, que ha denunciado los ataques gratuitos a millones de cristianos. Uno de los que primero alzó la voz fue el multimillonario Elon Musk, fundador de Tesla y propietario de la red social Twitter. A través de sus redes sociales y llegando a millones de internautas denunció que la ceremonia inaugural fue “extremadamente irrespetuosa hacia los cristianos”.
Tampoco tardó en reaccionar, y muy duramente además, el primer ministro de Hungría, Viktor Orban. En su opinión, la ceremonia de los Juegos Olímpicos reflejó la “debilidad y la desintegración de Occidente”, de la que dijo que fue la encarnación del “vacío” occidental.
“Se despojaron poco a poco de los vínculos metafísicos, con Dios, la patria y la familia”, criticó el mandatario húngaro, quien añadió que todo esto ha conducido a “la ausencia de moral pública”, tal y como se vio en París.
Desde el ámbito del deporte se ha manifestado también muy duramente Javier Tebas, presidente de La Liga. “¡Inaceptable, irrespetuoso, infame! Usar la imagen de la Última Cena en los Juegos Olímpicos de París es un insulto para los que somos cristianos. ¿Dónde queda el respeto por las creencias religiosas?”, se preguntaba igualmente en sus redes sociales.
El conocido periodista deportivo Tomas Guasch tampoco pudo reprimirse tras seguir la ceremonia inaugural de París e indignado comentaba: "Es inaceptable pero de todo punto. ¿Qué ofrece eso? Es una ofensa. Es una cosa terrorífica. No me quiero meter en otras cosas. A ver el día que estas personas hacen una broma con Mahoma. Por ejemplo. Estoy alterado porque sobra, es vomitivo, en definitiva (…) Pero... ¿en qué cabeza cabe eso?".
Pero además de estas y otras muchas reacciones en caliente de personas de todo tipo que mostraron su indignación en directo convirtiendo en tendencia la palabra “woke”, horas después se han ido dando análisis más reposados sobre lo ocurrido en París este fin de semana.
El filósofo Miguel Ángel Quintana Paz ha ido dejando pequeñas reflexiones que partiendo de lo ocurrido en París muestran el estado de salud de Occidente. A este respecto, escribía en Twitter: “Al principio de la decadencia, el mal se disfraza de bueno y bello: sabe que solo así será tolerado. Pero según la decadencia avanza, el mal se desnuda de tan enojosos disfraces y, al fin, se muestra feo y malo. Y resulta consolador: ya podemos vomitarle encima sin escrúpulos”.
Sobre la animalización del ser humano que se vio en esta ceremonia, Quintana Paz aseguraba que “hoy una civilizada reanimalización del ser humano. Ya nadie cree en nada; todos se pasan la vida trabajando como locos y jugueteando como locos para no encarar este hecho; para no enfrentarse al abismo.
Y para acabar, citó al Marques de Sade, que en 1875 dijo: “La belleza es para simples, ordinarios, mientras que la fealdad es algo extraordinario. No hay duda de que toda imaginación ardorosa prefiere, lúbricamente, lo extraordinario a lo común”. En su opinión, en Francia, 239 años después está citada quedó este viernes dada por cumplida.
En su columna en El Debate, Ramón Pérez Maura, define la ceremonia como un “espectáculo deplorable” y recuerda que “lo que vimos fue una enorme exaltación del mantra LGTBI. Mucho rosa, un hombre negro definido como prima ballerina, una insinuación de trío sexual de dos hombres y una mujer… Una simulación de «La Última Cena» de Leonardo da Vinci con una drag queen en el sitio de Cristo. Ya que hay tantos musulmanes en Francia podrían haberse reído de Mahoma un ratito”.
También en El Debate, Luis Ventoso ha hecho una crítica muy dura en la que afirma que “en su afán de ser originales convirtieron la ceremonia inaugural de París en un tostón de aroma 'woke', estúpida mofa del cristianismo incluida”. De este modo, afirmaba que la organización endilgó al público “un tostón de cuatro horas, sin un guion claro, más allá del intento de epatar. Una ceremonia kitsch, más cercana al petardeo LGTB que distingue a Eurovisión que a lo que se espera de una gala de unos Juegos Olímpicos en un gran país”.
Y cuya guinda fue -añade- “una ofensa cutre y absurda a los católicos, con un grupo de travestis componiendo la imagen de La última cena de Leonardo. De los 68 millones de franceses, el 47 % son católicos, un 4 % musulmanes y los budistas y protestantes suponen un 2 % cada grupo. Insultar a la fe cristiana de la mayoría se ve estupendo y sale gratis. Pero por supuesto los audaces creativos no osarían a chotearse de Mahoma (por puro miedo) o de Buda (porque para el panfilismo de la izquierda occidental el budismo sí es guay)”.
En Voz Populi, la columnista Rosa Martínez habla de “las wokeolimpiadas de París”. Y en su columna explicaba: “Lo que nos ha mostrado la capital francesa no es diversidad, sino decadencia. No puedo entender cómo se quiere presumir de diversidad e inclusividad cuando lo que haces es poner en un escaparate a lo más rarito y excéntrico, para excluir todo aquello que siempre ha formado parte de nuestra sociedad, todo aquello que para occidente ha sido tradicional y normal. ¿Dónde está la diversidad cuando parece que solo se puede estar orgulloso de mostrar a mujeres obesas, hombres homosexuales afeminados y transexuales? ¿Las mujeres dónde quedan? ¿Y los hombres? Con tanta diversidad, ¿no queda espacio para mostrar a hombres masculinos y a mujeres femeninas?”.
Y proseguía denunciando lo que se ha convertido en costumbre: “Personas que te exigen respeto por su condición tienen la osadía de burlarse de la religión y, con ello, de la fe y las creencias de millones de personas. Estos que te imponen de la manera más soez que llames mujer a un tío con barba y la nuez como un pomelo, que no le puedas decir a una persona que pesa 200 kilos que eso no es sano ni debería ser ejemplo para nadie, no pierden oportunidad de mofarse de la religión católica y esparcir su rencor y su rabia hacia todos los católicos, pero no te atrevas tú a llamarles simplemente ridículos, porque eso es delito de odio. Por supuesto, estos numeritos tan transgresores a modo de protesta contra la Iglesia, tienen siempre en el punto de mira la misma religión. Son así de transgresores y osados solo con la religión que predica poner la otra mejilla cuando te agreden, no contra la que cuelga del cuello en una grúa, y la pasea por toda la ciudad en un camión, a gente de la misma condición de la que presumen ellos. Ya hay que ser cobarde y realmente estúpido para atacar a quien no te ataca ni se va a defender, pero no a quien te persigue y te mata porque no acepta lo que eres”.