es la que el sacerdote prepara cuando se está poniendo el alba, el cíngulo, la estola y la casulla para la santa misa.
homilía con mucho sabor a libro y escritorio; homilía académica, marmórea…pero carente de corazón y de conocimiento de los oyentes.
homilía donde el predicador quiere siempre incursionar en detalles secundarios sobre los fariseos, esenios, dracmas, estadios, hora sexta, atrio, pozo…No explica el mensaje de Dios sino curiosidades periféricas.
que quiere arrancar lágrimas, sonrisas y azúcar en el oyente, a base de exclamaciones, interjecciones, gritos, lenguaje paternalista con adjetivos tiernos, diminutivos o aumentativos.
que a base de palabras y más palabras para quedar bien con el público, traiciona tanto el mensaje evangélico como al destinatario, agrandando o empequeñeciendo, desfigurando y distorsionando la doctrina de Cristo.
más que una predicación sagrada es un ejercicio literario o poético.
la homilía se convierte en una oportunidad para recordar y sacar a colación todas las frases, sentencias, textos, poesías, definiciones que el predicador aprendió de memoria o que tenía en sus archivos.
invertebrada, blandengue, gelatina escurridiza, sin argumento, sin contenido, sin tema. No termina un tema cuando comienza otro.
sólo ideas sin relación con la vida de los oyentes. La homilía tiene que llegar, por así decir, a la cocina de esa mujer de casa, al puesto de trabajo de ese buen padre de familia, a los pupitres de ese estudiante…Esta homilía-ladrillo no llega.
se enrolla y se enrolla sobre el mismo asunto, aburriendo a los oyentes y haciéndoles bostezar.
trata muchos temas sin concretar ninguno.
No sabe sacar un mensaje de ese evangelio para sus oyentes, y lo único que hace es repetir lo que se leyó en el evangelio. ¿Será posible que el predicador sea incapaz de zurcir una homilía jugosa con una sola idea bien expresada? ¡El oyente no es tonto, por favor!
usar todo el tiempo lenguaje teológico que la gente no entiende (metanoia, kénosis, anáfora, parusía, epifánico, histérico, pneumático, mistagogo, escatología, transubstanciación,…). La homilía no es una clase de teología, sino una conversación cordial con sus oyentes y parroquianos.
: el predicador salpica todo el tiempo con jerga vulgar y chocarrera. Así se rebaja la palabra de Dios, la dignidad del profeta y la dignidad de los fieles que san Pablo llama “santos en el Señor”. El predicador no debe nunca rebajarse, pues está hablando en nombre de Cristo y de la Iglesia.
el predicador no sabe despegar ni aterrizar, y da vueltas y más vueltas y nunca termina. “Y ya para terminar”…y vuelve a subir a las nubes…”y ya para terminar”…y vuelve a subir. Termine y punto, por favor.
En el vídeo, Mr. Bean sufre una mala homilía en un vídeo ya clásico... aunque quizá él sí se la merece