En la clínica británica más importante que trata la disforia de género "se está llevando a cabo un experimento de masa sobre menores". Es la denuncia realizada a toda página este lunes por el diario británico The Times, tras una investigación que resume Caterina Giojelli para Tempi:
"Hay en marcha un experimento en masa sobre niños, los más vulnerables". Es la denuncia del Times, que el lunes dedicó un gran artículo de investigación, publicado en primera página, al abuso de las terapias hormonales para el bloqueo de la pubertad por parte del GIDS [Gender Identity Development Service, Servicio de Desarrollo de la Identidad de Género], perteneciente a la Fundación Tavistock & Portman, la controvertida clínica del NHS inglés [National Health Service, Servicio Nacional de Salud], que se ocupa de "tratar" a los menores que sufren de disforia de género, y de la que se han despedido voluntariamente 18 médicos en tres años.
The Times ha hablado con cinco de ellos. Todos dejaron su trabajo en la clínica por razones de "conciencia": "Este tratamiento experimental se realiza no sólo sobre niños, sino sobre niños muy vulnerables, que han tenido problemas de enfermedades mentales, abusos, traumas familiares. Sin embargo, a veces estos factores son, sencillamente, encubiertos", ha dicho uno de ellos.
Celebrar la nueva identidad trans
Según estos médicos, que formaban parte del personal que tenía que decidir si interrumpir con los bloqueadores hormonales el desarrollo sexual de los pacientes, algunos de ellos jovencísimos, en los últimos tres años niños y adolescentes han iniciado el recorrido de transición sin que los expertos tuvieran tiempo de valorar las causas de su "confusión" de género. A menudo, historias personales complejas o una posible homosexualidad han sido totalmente ignoradas ante la prisa por aceptar y celebrar la nueva identidad transgénero del paciente.
También el profesor Carl Heneghan, director del Center of Evidence-based Medicine [Centro de Medicina basada en Pruebas] de la Universidad de Oxford, se ha hecho eco de las preocupaciones del personal del GIDS, y en un largo editorial ha manifestado su gran temor sobre la seguridad de las terapias farmacológicas utilizadas: "Dada la escasez de evidencias científicas que las apoyen, la utilización no autorizada de fármacos para usos no cubiertos por la licencia del mismo en el tratamiento de la disforia de género se traduce en un experimento en vivo, no regulado, sobre niños".
De 94 a 2519 niños, el más pequeño de 3 años
En 2010 fueron enviados a la clínica 94 niños; en 2018, 2519: el más joven tenía 3 años. Tres años: esto ha sido lo que ha mantenido en su trabajo en los últimos dos años a uno de los médicos con los que hoy habla el Times, ese "elevado número de niños en peligro. Me quedé para protegerlos de posibles daños". Los cinco médicos afirman que las organizaciones sociales transgénero, como Mermaids, tienen una responsabilidad fundamental en la promoción, entre los padres, de la transición de género como única "cura" para sus hijos. Los médicos también denuncian presiones por parte de la clínica, que empujaba a los jóvenes a los tratamientos, a pesar de que los médicos consideraran que estos no eran en el mejor interés de sus pacientes.
Se han "tratado" a niños gais o autistas
Ahora la clínica se atrinchera detrás de los eslóganes: "En el centro de nuestro trabajo está el bienestar de los jóvenes", "Un número cada vez mayor de estudios internacionales ha demostrado que a día de hoy 'hay pocas evidencias de daños'", dice el director Polly Carmichael, que está controlando los progresos de 44 jóvenes que iniciaron en 2011 el bloque hormonal de la pubertad, garantizando que toda la documentación científica disponible ha sido discutida con las familias. Y sin embargo, los médicos aseguran que muchos niños han aceptado cambiar de sexo tras haber sido objeto de acoso homofóbico, ya que muchos de ellos no estaban seguros de su orientación sexual. The Guardian ya se había ocupado de este tema: un informe del año pasado, firmado por el ex jefe de personal de la clínica Tavistock, David Bell, había puesto en evidencia el hecho de que algunos niños habían asumido una identidad trans como solución "a múltiples problemas como abusos en el ámbito familiar, el luto, la homofobia y una incidencia muy significativa del trastorno del espectro autista", a menudo tras haber tenido acceso a "recursos online". Unos meses más tarde, el psicoanalista Marcus Evans dimitió de la clínica porque consideraba que los médicos ofrecían como "solución rápida" a cualquier problema la reasignación de género, opinión que compartía un grupo de padres convencidos de que la clínica empujaba a los jóvenes "a decisiones que les cambian la vida sin valorar antes, plenamente, su historia personal".
Sesiones de tres horas
Pero en los testimonios recogidos por The Times hay mucho más. Los médicos consideran que algunos niños gays o con identidad sexual confundida han sido, por defecto, diagnosticados como "transgénero" y dirigidos al tratamiento con bloqueadores hormonales a partir de los dieciséis años. Un tratamiento "reversible" según la clínica, dado que basta suspenderlo para que el cuerpo retome su desarrollo. Sin embargo, nadie conoce el efecto que tiene a largo plazo sobre el desarrollo del cerebro: el mismo GIDS, paradójicamente, lo confirma cuando afirma que el enorme aumento de jóvenes que quieren someterse a tratamientos de género es de los últimos años; antes, los números eran muy bajos y era difícil "recoger pruebas suficientes para valorar de manera exhaustiva los recorridos terapéuticos". (Pincha aquí para leer la aportación de Michael Cook sobre esta cuestión.)
Por su parte, el departamento de Sanidad asegura que la clínica está sujeta a "inspecciones, monitorización y regulación". Pero, ¿por qué el número de estos jóvenes ha aumentado tan vertiginosamente? Antes, explican los médicos a The Times, los terapeutas tenían a su disposición meses para intentar comprender y resolver los problemas antes de tomar la decisión sobre la intervención médica a realizar; hoy, en cambio, la regla es iniciar la terapia hormonal en niños y adolescentes muy jóvenes después de sesiones de tres horas.
En su opinión, se trata de niños sanos, medicados a causa de las presiones del lobby transgénero y la angustia de los padres. Un medico habla, incluso, de "terapias de conversión para los niños gays": "A menudo he tenido casos en los que un paciente ha empezado a identificarse como trans después de haber sufrido actos de acoso homofóbico".
"No soy lesbiana, soy varón"
En el pasado, eran casi todos varones; hoy miles de mujeres jóvenes tiene una repentina crisis de identidad de género: "Muchas jóvenes lesbianas se sentían la última rueda del carro hasta que descubrieron que podían ser más populares si se identificaban como trans", siguen los médicos.
"Un montón de chicas entran en la clínica diciendo: 'No soy lesbiana. Me he enamorado de mi mejor amiga, pero luego me he conectado con internet y he comprendido que no soy lesbiana, sino que soy un chico. Uff'".
Para algunas familias "es más fácil traernos a sus hijos diciendo: 'Este es mi hijo, por favor, arréglenlo', que afrontar un problema de homosexualidad".
Según los médicos, en la clínica Tavistock los cuerpos de los niños son dañados ni más ni menos que para "tratar los problemas de la sociedad". A este respecto, recuerdan el caso de un niño de trece años cuyos padres insistían para que recibiera los bloqueadores hormonales de la pubertad. Ante la negativa del médico, uno de los padres, abogado, escribió cartas amenazadoras a la clínica y el niño, al final, inició la terapia. "En el futuro habrá un montón de trans que desearán 'detransicionar', sentirán su cuerpo mutilado y se preguntarán: '¿Por qué habéis dejado que me haga esto?'".
Entre consentimiento informado y YouTuber
Los cinco médicos han manifestado su preocupación por el escaso conocimiento que tienen los jóvenes y sus familias sobre el impacto que tendrá la terapia hormonal en la fertilidad y la función sexual cuando sean adultos: en el GIDS no es posible hablar de "consentimiento informado", porque discutir de las consecuencias futuras es un tema tabú.
A menudo, los jóvenes entraban entusiasmados tras haber seguido a Alex Bertie, un transexual YouTuber, y visto My Life: I Am Leo [Mi vida: soy Leo], un documental sobre un adolescente transexual emitido por la CBBC, convencidos de que la transición es fácil e indolora, como en una serie de televisión. Pero, "¿somos un servicio para niños con disforia de género, un trastorno médico, o somos un servicio para 'niños transgénero'?"
"¿Un chico vivo o una chica muerta?"
Por alusiones, Mermaids, el grupo de presión transgénero más importante, insiste en afirmar que no "favorece", "incita" o "empuja" a los jóvenes que se identifican como transgénero a someterse a una intervención médica. Lo mismo vale para las asociaciones Gendered Intelligence y Gender Identity Research and Education Society (Gires).
Sin embargo, los médicos, que han valorado a miles de jóvenes que se han dirigido al GIDS, aseguran que las familias, aconsejadas por los activistas, pedían sistemáticamente que sus hijos fueran dirigidos a los tratamientos hormonales: "Mermaids siempre les dice que es una cuestión de vida o muerte. '¿Prefieren un chico vivo o una chica muerta?': el discurso de Mermaids está en todas partes", afirma un ex empleado, que acusa al grupo de explotar la angustia de los padres para promover su agenda.
"No son un grupo de apoyo, es un grupo de presión. Durante las sesiones se sentaban en la sala de espera del exterior". Los médicos denuncian las presiones ejercidas por las organizaciones transgénero a los miembros del personal de la clínica, hablan de cartas de reclamación, todas iguales, que parecen escritas por la misma mano (Mermaids ha admitido apoyar a las familias en los procesos de reclamación).
"Experimento no autorizado sobre niños"
Durísimo ha sido el comentario del profesor Carl Heneghan en relación a los fármacos para niños que "a menudo requieren un uso no autorizado, es decir, un uso para el que el fármaco no ha sido aprobado"; "los niños no son adultos pequeños. Su fisiología crea desafíos únicos que aumentan los riesgos, y un uso no autorizado de un fármaco puede tener consecuencia graves y potencialmente letales".
Según Heneghan, dada la escasez de pruebas científicas que lo apoyen, el uso no autorizado de los fármacos que se verifica en la disforia de género se traduce, en la mayoría de los casos, en "un experimento en vivo, no regulado, sobre niños". Las pruebas que hay a disposición, explica el profesor, proceden de estudios pequeños, son más bien retrospectivas más que prospectivas, y han perdido un número considerable de niños en el seguimiento de control.
"La falta de pruebas en la disforia de género no me sorprende. Lo que sí me sorprende, es que hayamos delegado la responsabilidad de la toma de decisiones que cambian la vida en una clínica y en unos médicos sin que haya directrices nacionales en vigor. Y que hayamos aceptado que personas que se enfrentan a situaciones angustiosas que cambian la vida estén mal informadas".
¿Y en Italia?
Mentes adultas en cuerpos infantiles: por ahora este es el único efecto seguro de los bloqueadores hormonales de la pubertad. E Italia no puede decir que esté exenta de una reflexión sobre la triptorelina, el fármaco que acaba de ser incluido en el servicio sanitario nacional, a pesar de la falta de estudios clínicos y de seguimiento a largo plazo.
Eliminada la co-morbilidad que acompaña a la disforia de género (ansiedad, depresión, falta de aceptación de uno mismo, actitudes de autolesión, tendencias suicidas, trastornos del espectro autista) como mera "consecuencia negativa de una falta de transición, o de una transición demorada", la triptorelina, creada para bloquear la pubertad precoz o patológica, ahora será utilizada, gratis, para bloquear la pubertad fisiológica en niños de 12 años a los que se les haya diagnosticado disforia de género. Hasta los 16, cuando chicas sin pecho o menstruación, o chicos sin vello, con el volumen de los genitales reducido o sin nuez de Adán, podrán decidir a qué género "sienten" que pertenecen.
Todo a cargo del Estado, con la aprobación del Aifa, el organismo de vigilancia farmacológica nacional, y del Comité nacional de Bioética, que ha aprobado la institución de "un estado natural de primera pubertad, un limbo", como lo llaman los expertos, con un solo voto en contra, el de la profesora Assuntina Morresi.