"La Iglesia Católica, con sus restricciones al control de natalidad, es una de las mayores amenazas contra el esfuerzo por proteger el medio ambiente", asegura su director ejecutivo, Keith Porteouswood, en Breitbart.com.
"El crecimiento de población sin restricción en el mundo en desarrollo es un problema acuciante", asegura este activista ateo... sin dedicar ni una palabra al envejecimiento poblacional y a la falta de relevo generacional sostenible.
El portavoz de este lobby ateo tiene una varita mágica que soluciona todos los problemas del mundo: promocionar la anticoncepción.
"Animar a la anticoncepción reduciría las enfermedades, la mortalidad materna y la pobreza infantil. Es una vergüenza que esta admirable iniciativa sea ciega y dogmáticamente minada por un rechazo a reconocer lo obvio", predica fervorosamente este apóstol antinatalista.
En realidad, hace ya tiempo que se sabe -y la ONU lo admite- que lo que de verdad reduce las enfermedades, la mortandad materna y la pobreza infantil es la educación y la escolarización. Especialmente el escolarizar a las niñas las ayuda a retrasar su edad de de ser madres (dando a luz con más madurez física y emocional), a casarse mejor, y a cuidar mejor a sus hijos.
Por otra parte, el caso de Chile demuestra que un país puede ser abrumadoramente católico, e incluso tener prohibido el aborto, y contar con los mejores índices de salud maternal del continente americano, solo por detrás de Canadá.
Otro dato interesante es que los agentes bancarios internacionales han constatado un crecimiento económico real, con una clase media que se ha triplicado entre 2000 y 2014 en once países subsaharianos: Angola, Etiopia, Ghana, Kenya, Mozambique, Nigeria, Sur Sudán, Sudán, Tanzania, Uganda y Zambia. Ninguno de estos países en crecimiento es un ejemplo de baja natalidad. Etiopía tiene una media de 4,3 hijos por mujer, Mozambique de 5,3; Tanzania de 5,5. La educación y el comercio, no la anticoncepción, logran el desarrollo de los pueblos.
Actualmente, en 2015, el planeta tiene 7.300 millones de habitantes. Hay pobreza y problemas, pero crece la riqueza y la tecnología se extiende con agilidad. Hay lugares de África con escasez de agua potable pero abundancia de teléfonos móviles.
En la novela antinatalista de Harry Harrison de 1966 "Hagan sitio, hagan sitio", que sirvió de base para la película "Soylent Green" de 1973, presentaban un mundo horrendo para el año 1999, por culpa de la alta natalidad de los católicos.
Dibujo inspirado en la película de 1973 "Soylent Green", en español titulada "Cuando el destino nos alcance", basada en la novela alarmista de Harry Harrison: multitudes empujadas por excavadoras... por culpa de la oposición católica a la anticoncepción
En la novela de Harrison, el planeta con 7.000 millones de personas en el año 1999, es un infierno... El calor es insoportable, con los muertos hacen galletitas (este detalle se hizo famoso en la película), hay agua y electricidad en Nueva York solo a ratos, no hay combustible ni transportes, la comida está racionada, la gente hace cola por un vaso de cerveza; las galletas de algas suben de precio cada día porque "cuantas más personas hay, más difícil resulta abastecerlas, cuanto más lejos hay que traer las algas, más caras". Y los mensajes los llevan mensajeros a pie, porque no queda gasolina y, claro, a Harrison en 1966 no se le ocurrió que en 1999 hubiera Internet.
Los profetas de calamidades ecológicas tienen poca confianza en la inventiva y la creatividad humana: ¡el petróleo no servía para casi nada hasta que alguien inventó el motor de explosión! El gas sustituyó a la grasa de ballena en el alumbrado público.
La novela anticatólica de 1966 alcanza su paroxismo en los últimos capítulos, cuando a la parejita de novios protagonistas las autoridades les imponen compartir su piso con una familia numerosa católica llena de niños malcriados.
Un personaje que da voz al autor canta su retahíla: "los árboles han sido talados, los animales se han extinguido y 7000 millones de personas luchan por la migajas, procreando sin control [del Gobierno]. [...] Los católicos han impuesto sus creencias al resto de nosotros y ahora pagamos las consecuencias. El ritmo menstrual que permiten no es suficiente. Ni lo es la píldora, no para todo el mundo. ¿Cuando darán su aprobación al DIU? Los ríos, ¿quién los ha contaminado? El agua, ¿quién se la ha bebido?"
La respuesta es "los católicos han hecho esas barbaridades". O como repiten 49 años después en la National Secular Society, impávidos a la evidencia, "la Iglesia Católica es una amenaza para el medio ambiente".
La realidad es que en el Tercer Mundo el medio ambiente se protege con educación y tecnología, y la Iglesia Católica escolariza en África casi 23 millones de personas (16 millones en primaria, 5,2 en secundaria, 1,4 en pre-escolar, 83.000 en institutos, 177.000 en universidades) y en Asia, donde es muy minoritaria, a otros 15 millones de alumnos (5,7 en primaria; 5,8 en secundaria, 1,8 en la universidad), según datos del Annuario Pontificio referentes a 2012.
Jesús J. Sánchez Barricarte, doctor en Demografía por la Universidad de Berkeley, autor de «Socioeconomía de las migraciones en un mundo globalizado» explicaba en una entrevista en 2010 en qué se equivocan los pesimistas demográficos: "El error es ignorar que el ser humano es capaz de crear recursos tecnológicos".
Añade: "Hay que seguir desarrollando tecnología para reducir la contaminación, pero los datos indican que las cosas mejoran. Es un problema tecnológico y energético, no de escasez. Esa tecnología y esa energía barata que necesitamos sólo será posible obtenerlas si hay mucha gente pensando e investigando en ello. A largo plazo, más gente tiene un efecto neto positivo. Para Colin Clark, es la única fuerza capaz de hacer que comunidades anquilosadas adopten métodos más productivos".
Más aún: "Una fuente de mejora es la mente humana; parece sensato pensar que la cantidad de mejoras dependerá del número de personas capaces de usar su cabeza. La naturaleza no ofrece recursos como si fueran riqueza. Es la inteligencia la que les otorga el valor. El petróleo no tenía utilidad hasta que se supo cómo aprovecharlo. Necesitamos más gente y mejor preparada para ampliar nuestra tecnología y poder dominar un porcentaje mayor del planeta. No tengo duda de que lo seres humanos somos su recurso más importante."
O como dijo recientemente el Papa Francisco: «Un niño nunca es un error, el error será del mundo de los adultos»
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