Si dos años de incesante campaña contra sacerdotes, obispos y Papas han persuadido al mundo que el espectro planetario de los pedófilos tenía su cerebro en el Vaticano, lo que está sucediendo en la muy civilizada Inglaterra debería realmente cambiar el curso de la historia.
Por lo menos, de la historia del prejuicio anti-católico y la fobia anti-papal, alimentados por los grandes periódicos, las organizaciones no gubernamentales y las distintas oficinas de la ONU, que durante todo este tiempo no han dejado de avivar el odio contra la Iglesia de Roma y sus jerarquías.
Desde Londres llega una historia horrible, de novela de terror, salida a la luz gracias a la prensa local que ha desvelado la existencia de una red de pedófilos formada por diputados, ministros, funcionarios de policía, generales de las fuerzas armadas y poderosos hombres de negocios.
Una compañía de alto rango que durante años ha violado a decenas de niños en un edificio a pocos metros del Parlamento de Westminster, asesinándolos para no dejar testigos molestos.
Todo ello encubierto por los poderosísimos Mi6 y Mi5 (Military Intelligence, Secciones 5 y 6) del Security Service, los servicios secretos de espionaje y contraespionaje del gobierno inglés.
Es el último capítulo de la investigación “Dickens Dossier” (del nombre del diputado conservador Geoffrey Dickens), que estalló en el mes de julio pasado y que alteró el establishment político, militar y económico londinense.
Pero ahora, revela el periódico La Repubblica, «en el banco de los acusados se sientan incluso los servicios secretos británicos, acusados de haber silenciado, en primer lugar, a los periódicos que querían indagar sobre el turbio caso y, después, de haber hecho desaparecer cualquier prueba de los propios archivos».
Los crímenes imputados al Westminster pedophile ring (Círculo pedófilo de Westminster, ndt), la banda de los pedófilos londinenses, se remontan a los años ochenta y fueron cometidos en Elm Guest House, un edificio cercano al Parlamento de Westminster donde muchos diputados tenían sus lujosos pisos.
Aquí se realizaban fiestas en las que se implicaban a niños de los 10 a los 12 años de edad, trasladados desde un orfanato de la capital.
De ello ha hablado el Sunday Times, relatando detalles horripilantes. Un diputado conservador, durante una orgía, estranguló a un niño de 12 años delante de otros miembros de la Cámara de los Comunes que habían abusado, poco antes, del menor. Y en otro caso de violación, la víctima, un niño de 10 años, después de ser violado fue lanzado de un coche a toda velocidad.
El topo de estas horribles revelaciones, que en esa época fue uno de los niños que sufrieron abusos, ha relatado que era entregado regularmente por su padre a sus torturadores, que lo recogían en su casa en coche y después lo llevaban a un hotel o a un piso donde era violado «por figuras políticas y militares de primer plano». El hombre ha relatado haber sido testigo ocular de dos homicidios y de estar en conocimiento de otros casos.
La lista de los investigados se compone, actualmente, de una decena de nombres políticos, algunos de ellos aún en activo.
La casa de los horrores de Westminster está estrechamente vinculada al “Dickens Dossier”, una carpeta secreta con 114 archivos de abusos sexuales en los que están implicados parlamentarios a los que se da caza desde hace casi treinta años.
Misteriosamente desaparecida en 1984, la lista de los sospechosos de pedofilia (entre los cuales hay ex ministros) habría sido entregada a Lord Leon Brittan, entonces ministro de Interior, por un parlamentario conservador, Geoffrey Dickens. Dickens murió en 1995 y de la carpeta no hay traza.
Lord Brittan dice que la entregó a los funcionarios del ministerio. El hecho es que ha desaparecido. Pero la ex baronesa del Partido Laborista Barbara Castle tenía una copia, que entregó al director del Bury Messanger, periódico local de su circunscripción electoral, para que escribiera sobre ello. Y aquí entra en escena el Mi5.
Efectivamente, el periodista ha relatado que agentes de los servicios secretos entraron de golpe en su despacho, amenazando con arrestarlo si no entregaba la carpeta: su publicación habría constituido un atentado a la seguridad nacional.
«La inteligencia británica emite advertencias de este tipo en rarísimas ocasiones: de media docena a una docena de requerimientos al año», escribe Repubblica. En jerga se llaman “D notices” y parece que en los años en cuestión llegaban muchas contra los directores de algunos periódicos que estaban investigando los horrores de Elm Guest House.
«Pero ahora que toda la prensa nacional se ha lanzado de cabeza a investigar la “banda de los pedófilos de Westminster”», revela Repubblica, «esas advertencias, increíblemente, ya no se encuentran».
El primer ministro británico David Cameron ordenó hace unos meses a Scotland Yard iniciar una investigación para aclarar todos los hechos.
Después del escándalo del DJ de la BBC, Jimmy Savile, [ReL lo explica aquí] que ha dañado a 200 personas en 50 años (niños, chicas, minusválidos en los hospitales y huérfanos) la banda de Westminster podría ser el segundo caso más grande de pedofilia en el Reino Unido, si no de la historia.
En Scotland Yard ya están convencidos de ello y han recogido material suficiente para poder sostener que «el Reino Unido, entre los años 70 y el 2000, ha sido el teatro de una enorme red de pedófilos», que incluiría parlamentarios eminentes (algunos de ellos aún en el cargo) y Lores ingleses. Encubiertos y protegidos por los servicios secretos, es decir, por el gobierno dado que los 007 dependen del Ministerio de Interior.
Sin embargo, no sucede que contra esta gigantesca red made in England de ogros se hayan movilizado las mismas poderosas organizaciones que montaron contra la Iglesia católica una feroz campaña de difamación, llegando incluso a pedir la dimisión del Papa Ratzinger y su comparecencia ante un tribunal.
El objetivo, abiertamente declarado, era crear un “pánico ético” contra la Iglesia, estableciendo un vínculo entre el celibato del clero y los abusos sexuales y amplificando hasta lo inverosímil episodios y cifras de los abusos. Falsedades y mentiras confeccionadas para acallar y atemorizar, denostando al Papa con acusaciones infamantes.
Pero hoy, después de la valiente toma de posición de Benedicto XVI y las nuevas disposiciones vaticanas, ya no hay espacio para todo esto. El Papa Ratzinger primero y el Papa Francisco después son los únicos jefes de Estado que han recibido a las víctimas de la violencia sexual del clero y, asumiéndose responsabilidades que ciertamente no tenían, han pedido repetida y públicamente su perdón.
La misma cosa deberían hacer los líderes de los partidos, el gobierno inglés, la Cámara de los Lores y Buckingham Palace, que hasta hoy han tenido secreto el escándalo por motivos de seguridad nacional. ¿Lo harán? No, no lo harán. Y la ONU se cuidará muy mucho de pedirlo.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)