El movimento por los derechos LGBT está abriendo camino a la legalización y la aceptación social de la maternidad subrogada, y cuando esté legalizada gracias a la comunidad LGBT, "las agencias de subrogación, sus abogados y sus médicos harán toneladas de dinero", advierte Gary Powell: "Y una vez que se convierta en un derecho LGBT, cualquiera que se oponga a los vientres de alquiler será acusado de homofobia, algo que ya estamos empezando a ver".
Gary Powell es un activista gay británico que personifica la existencia de numerosas personas con atracción por el mismo sexo que se sienten aplastadas por la monopolización del discurso ideológico por parte del lobby homosexualista. En la entrevista que concedió a ReL hace dos años, se mostraba partidario de considerar matrimonio la unión entre personas del mismo sexo, y de que dichas uniones puedan adoptar niños, pero rechazaba que se considerase homófobo al que piense lo contrario.
En la cuestión de los vientres de alquiler, sin embargo, es tajante: "Más que un asunto sobre los derechos LGBT, es un asunto sobre los derechos de la mujer y sobre los derechos de los niños. No debería promoverse ni permitirse, como tampoco se promueve ni permite la venta de órganos". Así lo afirma en un reciente artículo en The Public Discourse, donde recuerda que él mismo ha sido considerado "homófobo" e "intolerante" por decir esto.
Y, sin embargo, él antes era partidario de la maternidad subrogada. Cambió de opinión "al descubrir los desgarradores e impactantes documentales de Jennifer Lahl", la presidente del Center for Bioethics and Culture, que lucha en todo el mundo contra esta práctica.
Arriba, tráiler del documental Big Fertility, que muestra la realidad de los vientres de alquiler con testimonios de madres que se han sometido a él. Abajo, la entrevista de La Contra TV a Jennifer Lahl.
"Me opongo enérgicamente a la subrogación en todas sus formas, para todos: gays y hetero", afirma Powell, al tiempo que lamenta que los medios de comunicación presenten de forma risueña el 'estado de buena esperanza' de parejas de hombres gay (recientemente, el candidato a la nominación demócrata en Estados Unidos Pete Buttigieg anunció que su pareja iba a ser padre, sin especificar la forma) "sin tan siquiera mencionar la existencia de mujeres envueltas en el proceso": "Sin embargo, tanto la madre biológica que aporta el óvulo, como la madre al nacimiento que lleva el embarazo a término arriesgan su salud física y psicológica, e incluso su vida".
"El supuesto 'derecho' a tener hijos compite con el derecho de las mujeres y el derecho de los niños a no ser explotados, instrumentalizados ni comercializados, un derecho que se conculca en los contratos de subrogación. Ninguna apelación a un 'derecho LGBT' podría prevalecer en esto sobre los derechos de las mujeres y de los niños afectados tan negativamente", añade.
La intolerancia del lobby gay
¿Cuál es, sin embargo, la actitud del lobby LGBT? "El moderno movimiento por los derechos LGBT parece haberse convertido en algo totalmente autoritario y carente de autocrítica", aprovechándose del aislamiento de las personas gays y lesbianas: "La información que recibimos, y los debates en los que entramos, tienden a proceder de los medios LGBT, cuyos propietarios y gestores se han convertido en árbitros de las verdades aceptables y en protectores de la ortodoxia. Un cuadro relativamente pequeño de individuos autoritarios dice hablar en nombre de una cantidad enorme de personas gays y lesbianas que en realidad sostienen perspectivas muy heterogéneas".
Powell lamenta algo que ha vivido en carne propia: "Puede ser arriesgado rechazar la ortodoxia LGBT. Una opinión distinta escrita como comentario en un artículo on line en un medio LGBT o en redes sociales puede dar lugar a ataques personales, agresiones verbales, tergiversaciones o incluso acoso laboral. En nuestros días hay gente que sufre incluso consecuencias profesionales y legales por expresar sus opiniones heréticas".
Y es que el movimiento LGBT querría que las parejas gay puedan decir que están esperando un niño "exactamente en los mismos términos que una pareja heterosexual". Pero, alega Gary, "el hecho de que necesiten una mujer que aporte el óvulo y lleve a término el embarazo es un incómodo recordatorio de que los términos son necesariamente distintos", por lo cual los medios LGBT hacen como si las madres no existieran, convertidas en "un inconveniente políticamente embarazoso".
Si quienes dirigen el movimiento LGBT persisten en "tratar la subrogación como un asunto de igualdad", seguirá perdiendo su "autoridad moral" y convirtiéndose en "un obstáculo para la justicia", concluye.