, al mantenerse cerrada bajo llave y custodiada por guardias la capilla de la Facultad de Geografía e Historia.
Tras el rezo del Rosario, acompañado en cada final de Misterio por el canto religioso de los jóvenes fieles, ha tenido lugar la celebración de la Eucaristía este miércoles 16 de julio.
Como el martes, fue con un altar improvisado en los pasillos de la Facultad de la Geografía e Historia de la Universidad Complutense, ante el cierre de la capilla por orden del decano de la Facultad, Luis Enrique Otero, y del rector universitario, José Carrillo.
Con el obispo César Franco concelebraron el delegado de Pastoral Universitaria del Arzobispado de Madrid, Feliciano Rodríguez, y los capellanes de la Universidad Complutense.
Monseñor Franco ha comenzando la homilía acogiéndose a la advocación de la Virgen del Monte Carmelo, “con su poderosa intercesión nos ayuda a ver la gloria de Dios a nuestros difuntos, hoy en medio de las dificultades, la pruebas y de los momentos que podemos pasar por nuestra vida, sea siempre luz, estrella y guía y sobre todo que se modelo”. Y proseguía así:
María, modelo perfecto de la Iglesia, mujer que secunda los planes de Dios les guste o no, que tuvo que aceptar también modelos de prueba y de debilidad en la que recordaría las palabras del profeta Isaías: “Tus caminos, Señor, no son seguramente nuestros caminos”… María vive todo, lo alegre, lo triste, en la fe, desde la que sabe que todo lo que sucede, sucede en la Providencia Divina.
El Evangelio de hoy comenzaba con estas palabras: “Te doy gracias, Padre, Señor de Cielo y de la Tierra, porque has escondido estas cosas a sabios y entendidos y se las has revelado a gente sencilla”. Hay cosas de la vida de la iglesia que no se entienden. Hay cosas en el Misterio de Cristo que, o se entienden en la fe, o no se entienden. Lo que pedimos siempre al Señor es ser siempre capaces de entender, no lo que queremos o lo que nos gustaría, sino las cosas del Señor, tal como Él las quiere.
Recordemos aquella anécdota de Santa Teresa, en la que amorosa e irónicamente le decía a Cristo: “ahora entiendo por qué tienes tan pocos amigos, porque hay que ver cómo nos tratas”. Aquí estoy, Señor, para lo que quieras. Seguir a Cristo es sufrir o morir, como decía la Santa, pero sufrir con la alegría de la Cruz porque, como decía ella, por fin vemos el rostro de Cristo.
Hay que rezar, hay que pedir, pero Dios tiene sus planes y hay que saber decir, tras rezar y pedir, “hágase su voluntad”. Dios nos ha puesto para ser testigos de su Amor, de su Caridad, de Obediencia. La Iglesia ha caminado siempre entre la luz y las sombras, como cualquier peregrino.
Por eso vamos a pedirle al Señor, bajo advocación de la Virgen del Carmelo, que ella sea modelo e intercesora, luz y sabiduría para que, a los que tenemos que resolver los problemas concretos de esta Facultad, nos dé la gracia de la palabra y la sabiduría justa para adoptar la decisión en el bien de todos, y siempre desde esa Palabra que nos ha sido revelada por el Padre.
Ponemos en el altar nuestras necesidades y anhelos, y le pedimos que nunca dejemos de ser su Iglesia, a la que Él llama tres veces en el Evangelio “mi pequeño rebaño”. Ojalá estemos en ese “pequeño rebaño”, porque la Iglesia puede ser muy grande en sufrimiento y ser ese “pequeño rebaño” de quienes entienden al voluntad de Dios y la cumplen.
En las preces, se ha rogado por quienes tienen encomendados el poder y la autoridad “rijan las tareas a ellos encomendadas con justicia; sabiduría y verdad”, así como “por los que sufren, por todos los aquí reunidos y por los que quisieran estar, para que el Señor nos dé su fortaleza y caridad”.