El sínodo extraordinario de los obispos sobre matrimonio y familia convocado por el Papa Francisco en el Vaticano del 5 al 19 de octubre de 2014 se ha preparado mediante un documento de sondeo con 38 preguntas sobre cómo los fieles viven su fe.

El tema ha despertado muchas expectativas. Zenit entrevistó al profesor de Pastoral Familiar del Instituto Juan Pablo II en la Universidad Lateranense, Juan José Pérez Soba, sobre el sínodo. El profesor español consideró que los frutos del mismo dependerán mucho del enfoque que se le dé. No está de acuerdo con la relación del cardenal Walter Kasper porque se centra prácticamente en un solo punto, los divorciados y vueltos a casar, y porque a partir de datos parciales propone una tesis ya rechazada diversas veces por el dicasterio de la Doctrina de la Fe y la Familiaris Consortio.

“Si se quiere una normativa nueva sobre problemas concretos, como los divorciados y vueltos a casar, el riesgo es dividir. Si se enfoca el tema en su conjunto, favoreciendo el conocimiento de la pastoral familiar a los sacerdotes y los matrimonios, las esperanzas son muchas”, indicó Pérez Soba.


-El Papa Francisco, una vez que ha visto el conjunto de lo que es su pontificado ha querido dar una prioridad ahora al tema de la familia. Se ha concretado el desafío de la familia en el contexto de la evangelización. En ese sentido se unen dos cosas: la familia como recurso para la nueva evangelización, como lo ha destacado en el sínodo de la nueva evangelización; y ahora se pone también el acento sobre los desafíos. 


-Una encuesta que ha sido recibida de maneras muy distintas porque la encuesta es muy heterogénea, no sabemos qué resultados podrán salir visto que había datos muy diversos que no es fácil homologar, pero sí se ha creado una cierta expectativa, también muy diversa según los distintos lugares.


-El material ya debería haber llegado, si bien puede aún llegar algo más. Los datos se han recibido y ahora una comisión de expertos de la secretaría del sínodo va a preparar una ponencia que saldrá en mayo y será el documento básico cuyos datos utilizará el sínodo. Era una encuesta compleja, ya que tomaba una perspectiva más centrada sobre los problemas que en la evangelización. Por lo tanto dependerá mucho de cómo las personas que preparan el sínodo inserten los datos dentro de la problemática de la nueva evangelización, porque de otro modo se perdería la unidad del tema.


-La Iglesia no puede pretender resolver todos los problemas de las familias, mientras que evangelizar sí se puede, pues es la misión que Cristo le ha confiado. No se trata de resolver todos los problemas, sino de llevar luz. La primacía del evangelio de la familia sobre los problemas es necesaria. Sobre el evangelio de la familia tenemos la aportación muy importante de Juan Pablo II, la toma de conciencia del papel de familia en la Iglesia.

-Ciertamente no, el tema del matrimonio ahora está mucho más en el centro de la Iglesia y su valor sacramental se reconoce mucho más. Muchas veces quienes se casan no saben qué es un matrimonio y no saben por qué es un sacramento. Ven a la Iglesia como alguien que te llena de leyes, pero no ven que el matrimonio procede de la gracia. Juan Pablo II empleó un gran esfuerzo para ello, pero aún no ha sido suficientemente recibido por parte de la Iglesia y ciertamente si el sínodo ayudara a esto sería una aportación enorme.


-Hubo una relación de Kasper en el consistorio y me parece desenfocada en el sentido de que está centrada solamente en un tema; el tema de los divorciados y vueltos a casar, que ocupa más del 30 por ciento de la relación. Y que su propuesta se ha de valorar negativamente.


-Creo que la valoración en su conjunto ha de ser negativa, en el sentido de que presentó una propuesta que ya había sido presentada en el año 1978, cuando el teólogo Kasper escribe un libro sobre la familia, propuesta que fue rechazada por el magisterio dos veces, primero con la Familiaris Consortio, y luego en el año 1993 se produce una propuesta de los obispos de Alta Renania, que firma el mismo cardenal Kasper y que es rechazada por el dicasterio de la Doctrina de la Fe.


-En ella se decía que podía comulgar la persona que en conciencia consideraba que su matrimonio había sido nulo. En el año 1994 Doctrina de la Fe saca un documento en el cual dice que no basta un acto subjetivo de conciencia porque el matrimonio es un acto público. Y el cardenal Kasper no hace referencia a esto en esta relación, y el modo de plantearlo me parece inadecuado, porque acaba omitiendo datos esenciales. Y por ello ha tenido mucha contestación. Es casi lo mismo que presentaba en La teología del matrimonio, que, cuando habla de la indisolubilidad, se preocupa sobre todo por abrir la posibilidad de la comunión de los divorciados vueltos a casar. Los datos patrísticos que ofrece, por ejemplo son sólo aquellos que tienen que ver con una cierta tolerancia y los interpreta de una manera incorrecta. Lo que dice el canon octavo del Concilio de Nicea se refiere solamente a los viudos, y en cambio él lo interpreta sin ninguna distinción.


-Los novacianos, que eran los rigoristas de la época, rechazaban la penitencia de los que habían sido apóstatas y las segundas nupcias del viudo. El canon octavo del Concilio de Nicea pone los elementos mínimos para que puedan ser readmitidos en la Iglesia católica, por lo que deben aceptar a los viudos que se han casado una segunda vez y a los apóstatas arrepentidos. En cambio Kasper por dos veces hace referencia en su relación a una frase que es absolutamente exagerada: "Que existía en muchas Iglesias la práctica consuetudinaria" de la tolerancia con los divorciados vueltos a casar. Y no es cierto, hay muy pocas referencias, prácticamente solamente las que él cita. En verdad el único testimonio es el de San Basilio, uno solo, y una Iglesia que se estaba formando, y sólo en casos muy concretos. Y querer sacar de un texto una práctica nueva para la Iglesia actual no tiene sentido. Y el modo de hacerlo me parece muy impropio, especialmente en un consistorio. Gracias a Dios ha tenido una contestación muy grande entre los cardenales.

-Depende mucho de los lugares, de los medios de comunicación y de los obispos de las diócesis. Hace pocas semanas, se realizó el Pontifico Instituto Juan Pablo II en la Universidad Lateranense un congreso sobre Juan Pablo II, el Papa de la familia, en el que hubo tres relaciones muy claras, una sobre la familia en Brasil, otra sobre una pastoral malabar, y la tercera sobre Nigeria, y sin necesidad de tratar para nada el tema de los divorciados y vueltos a casar. Se habló sobre la Familiaris consortio, se reconoce que desde entonces alguna cosa ha cambiado, como después de la Conferencia de El Cairo y la aparición de la teoría del género, que ha cambiado la legislación en algunos países. Y esto hace necesario actualizarla, pero en lo que se responde a un debate cultural y no a un problema concreto.


-Dependerá mucho de cómo se oriente. Si se orienta sobre un problema concreto habrá poco fruto. Pero hay muchas cosas que pueden mejorar, porque existe una ignorancia bastante generalizada de los sacerdotes sobre la pastoral familiar, no saben qué significa ni cómo hacerla. Y es necesario entender el desafío de una cultura pansexualista. La Iglesia siempre ha respondido a las diversos desafíos.

-La Familiaris consortio dice estupendamente que hay tres tiempos de pastoral previos al matrimonio: preparación, celebración y acompañamiento. La preparación es muy imperfecta porque ésta debe partir desde la infancia, con una preparación afectivo sexual que hoy casi no existe. Después hay que acompañar a los novios con un itinerario de fe, y luego es la preparación inmediata. Pero con la carencia de todo lo anterior puede resultar que la persona se case mal preparada. Algunos se casan con mentalidad adolescente y con una idea romántica. Cualquier pobre en cualquier lugar del mundo saben dónde acudir: a la Iglesia. Un matrimonio con problemas no lo sabe. Y hablar de resolver las cosas posteriormente me parece un desenfoque total. El Papa Francisco, con mucho criterio, dice que la Iglesia es un hospital de campo. Nos hallamos ante una epidemia, es necesario atacar el foco, que es la cultura pansexualista, para proteger a las personas de infectarse. Si se hace un enfoque evangelizador y global puede dar muchos frutos, pero si se concentra todo en un concreto puede dividir a la Iglesia: se intentará un cambio de normas cuando el problema central es la formación de las personas.