Al contrario de lo que sucede en España con Eurovegas (y con casi cualquier otro tema), en Nueva York se consulta a los ciudadanos: el 5 de noviembre están convocados los habitantes del Estado de Nueva York para decidir si quieren cambiar la Constitución estatal para facilitar la creación de grandes casinos en la región.
El gobernador Andrew M. Cuomo (que gusta de declararse católico y alumno de los jesuitas de Fordham, aunque ha implantado el matrimonio gay y ha intentado ampliar más el aborto) hace campaña a favor de los casinos. Pero las 8 diócesis del estado, que agrupan a más de 20 obispos -incluyendo auxiliares y eméritos-, capitaneados por el cardenal Timothy Dolan, han publicado un texto conjunto dirigido a los votantes para que tengan en cuenta variables que la propaganda pro-casinos esconde.
Los obispos señalan que al neoyorquino que le guste el juego de apuestas no le faltan posibilidades, y todas ellas implican beneficios -vía impuestos- al estado: loterías de rascar y ganar, loterías multiestatales, máquinas de apuestas, videopoker y 5 casinos en reservas indias que no aplican la ley neoyorquina y son un polo de atracción para los ludópatas y adictos de la zona.
La nueva legislación permitiría abrir otros 7 casinos fuera de las reservas indias, y la propaganda pro-casinos dice que los 4 primeros se colocarían en zonas lejanas a la ciudad de Nueva York, poco desarrolladas, que así atraerían clientes y riqueza.
Los obispos señalan que, de hecho, el mercado del juego está saturado en los estados cercanos a Nueva York (cosa que, por cierto, sucede también en España, como han señalado los empresarios de casinos españoles). "Los casinos de nuestros estados vecinos están sobreviviendo a duras penas debido a un mercado saturado, así que es difícil ver cómo los operadores de casinos de Nueva York pueden revertir esa tendencia. Y aunque algunos argumenten que los casinos traerán empleos, los trabajos que crean tienden a ser de la variedad de sueldo bajo, más que de buen sueldo, no favorecen la mejora laboral que necesitan tan desesperadamente en esas zonas", explican.
Más aún, las promesas de ingresos que beneficiarían a la población vía impuestos no convencen a los obispos, porque no es algo que se haya visto en ningún otro lugar con grandes casinos: "nos sentimos obligados a pedir una declaración más definitiva de en qué, y dónde, se gastará ese dinero generado por los casinos", preguntan los obispos, pidiendo a los políticos que se comprometan y no generen solo vagas fantasías.
Pero, por supuesto, la clave de la oposición de los obispos a los casinos es que generan ludopatía y dependencia que dañan y empobrecen a grandes capas de la población.
Recuerdan que el Catecismo de la Iglesia Católica enseña que "la pasión por las apuestas corre el riesgo de convertirse en una esclavitud" y que las apuestas son moralmente inaceptables cuando privan a un individuo de lo que es necesario para sus necesidades y las de otros.
Porque una cosa es el juego, y otra los casinos, señalan los obispos, unos lugares especiales con efectos especiales.
"Con sus luces y flashes, las bebidas alcohólicas que fluyen libremente, el horario de toda la noche y la atmósfera embriagadora, los casinos son los lugares de juego donde es más fácil tomar decisiones malas, con pérdidas catastróficas, especialmente para los más vulnerables al juego compulsivo", advierten.
Y dan datos muy concretos, como un estudio del Centro de Investigación de Opinión de la Universidad de Chicago que señala que "la accesibilidad de un casino a 50 millas está asociada con el doble de prevalencia de jugadores patológicos". O en lenguaje más sencillo: el casino dobla el número de adictos y ludópatas en la región.
Otro estudio de 2009 de la División de Connecticut de Ingresos Especiales señala que el 62% de los jugadores "problemáticos" jugaron hasta gastar su último dolar. Las bancarrotas personales en las zonas donde este estado tenía casinos indios (dos casinos) aumentaron más de un 10%. También aumentó el número de detenciones por crímenes de apropiación indebida (un 400%) y por conducir embriagado (200%).
Los obispos en este texto no entran en otros temas que sí han mencionado otros obispos de Estados Unidos y Canadá en ocasiones anteriores, como la relación entre juego y blanqueo de dinero, tráfico de personas y corrupción de cargos públicos (temas todos a los que España es especialmente vulnerable por su atractivo como puerta de entrada a Europa).
Ni entran en la especificidad de la adicción al juego, que es especialmente perniciosa porque no se detecta hasta que es demasiado tarde: el ludópata no huele como el alcohólico, no va desaseado, su familia y seres queridos no sospechan nada de su problema... ¡hasta que el dinero de toda la familia ha desaparecido! Se detecta cuando el problema es ya grave y está endurecido.
"Oramos por el buen juicio de los neoyorquinos al sopesar todos estos factores antes de decidir cómo votarán sobre la expansión de los casinos en nuestro amado estado", concluyen los obispos, firmando el 28 de septiembre, "fiesta de San Miguel, San Gabriel y San Rafael", los arcángeles de la Biblia.
Los firmantes son de las 8 diócesis del estado (Nueva York, Albany, Brooklyn, Buffalo, Ogdensburg, Rochester, Rockville, Syracuse), una eparquía ucraniana (católicos bizantinos) y otra eparquía maronita (católicos árabes), que suman un cardenal arzobispo, otro cardenal arzobispo emérito, 7 obispos titulares, 9 obispos auxiliares y 4 obispos eméritos.
En España también se han manifestado varios obispos contra las propuestas de macrocasinos de Eurovegas (el de Getafe, el de Castellón, el de Alcalá, el de Sant Feliu, el de San Sebastián, el cardenal de Barcelona, el cardenal de Madrid...), con la diferencia de que en España no hay ningún referéndum ni consulta a los ciudadanos ni apenas debate público respecto a Eurovegas ni los efectos de un macrocasino, en la ludopatía, la corrupción y en la economía criminal.