San Pablo está cada vez más proscrito en Inglaterra

, a pesar de que en Londres haya una catedral a él dedicada, que es además la Iglesia madre de la diócesis anglicana londinense. 

Esto lo saben bien los aguerridos y entusiastas abogados del Christian Legal Center, a los que les toca defender, siempre con una mayor frecuencia, lo que es también preocupante, a los predicadores callejeros que se obstinan en citar las palabras del «homófobo» Apóstol de las Gentes.


Es verdaderamente inquietante el ensañamiento típico de la caza de brujas con el que son agredidos los street preacher (predicadores callejeros). Tras el caso de Tony Miano, arrestado en Wimbledon en julio pasado, ahora es el turno de Michael Hayworth, predicador de veintinueve años, detenido por la policía en Maidstone, Kent.

Se le atribuye el delito de haber citado fragmentos de dos cartas de San Pablo.

El primero es de la Carta a los Romanos, cap. 1, versículos 24-27: « Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén. Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío».

En la lengua original usada por San Pablo, resulta aún más claro el sentido sexualmente alusivo de cuál era la digna recompensa («τὴν ἀντιμισθίαν») que los hombres reciben en su propio cuerpo, a causa de su desviación («τῆς πλάνης αὐτῶν»).


El otro fragmento de la carta de San Pablo contestada a Hayworth es de la primera carta a los Corintios, cap. 6, versículo 9: «¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales».

Estos últimos, en el texto original griego, son definidos por el apóstol como «ἀρσενοκοῖται» [arsenokoites], término despreciativo y poco correcto políticamente. De todas formas, sobre este punto San Pablo es explícito: «neque molles neque masculorum concubitores», con sus «passiones ignominiae», no verán la salvación, y serán destinados a la condena eterna a causa de su perversión.

Demasiado para los estándares de la legislación antihomófoba del Reino Unido.

Por esto, en virtud del tristemente famoso artículo 5 del Public Order Act, Michael Hayworth ha sido encarcelado. Pero no es el último caso.




El 6 de septiembre, en efecto, le ha tocado a Rob Hughes, arrestado por la policía mientras predicaba en Basildon, ciudad del sur del condado inglés de Essex.

En este caso, a Hughes se le han atribuido comentarios injuriosos, que luego se han revelado inexistentes.

Esto no ha impedido que el malaventurado predicador permaneciera encarcelado durante siete horas y media (desde las 16.00 a las 23.30) en la habitación de seguridad de la estación de policía de Basildon.

Ha sido liberado gracias a la providencial intervención de los abogados del Christian Legal Center, que han conseguido demostrar la falsedad de las acusaciones.


Parece ser verdad que para los cristianos del Reino Unido el principio de presunción de inocencia se haya invertido, por lo que ellos son «presumed guilty until found to be innocent» (presuntos culpables hasta prueba contraria), como ha relatado el mismo Hughes tras ser liberado.

La abogada Andrea Williams, del Christian Legal Center, ha hablado de una frecuencia alarmante de casos de arresto de predicadores que citan las enseñanzas de San Pablo, consideradas homófobas.


Este escenario que a algunos aún les parece surreal, corre el riesgo de convertirse en dramáticamente concreto también en Italia si se llegara a extender a los homosexuales los efectos de la Ley Mancino. Como es bien sabido, esta ley condena gestos, acciones y eslóganes vinculados a la ideología nazifascista cuyo objetivo es incitar a la violencia y a la discriminación por motivos raciales, étnicos, religiosos o nacionales.

Comparar la orientación sexual con la raza y el origen étnico significaría, según esta ley, impedir la expresión de cualquier juicio negativo respecto a una categoría de sujetos jurídicamente protegidos. Exactamente como sucede con los negros o los gitanos.

La extensión de la Ley Mancino a los homosexuales impediría, entre otras cosas, cualquier forma de oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo, del mismo modo que ahora está prohibido sostener que un hombre blanco no puede casarse con una mujer negra, o que una pareja de africanos no puede adoptar a un niño blanco.

La extensión de la Ley Mancino a los homosexuales imposibilitaría, entre otras cosas, afirmar que homosexualidad y transexualidad pertenecen objetivamente a la esfera ético-moral y como tales puede estar, por tanto, sometidas a un juicio de reprobación.

(Traducción de Helena Faccia Serrano)