En caso de embarazo no deseado, hay mayor riesgo de depresión, ansiedad o abuso de sustancias si se aborta que si la madre tiene a su hijo. Y, si comparamos aborto espontáneo y aborto voluntario, el espontáneo produce mayor riesgo de trastornos mentales a corto plazo, pero el voluntario es significativamente peor a largo plazo.
Son datos decisivos que se desprenden de un estudio publicado en el número de julio de 2013 por la revista Psychiatry and Clinical Neurosciences [Psiquiatría y Neurociencias Clínicas], y que firman los doctores Carlo V. Bellieni y Giuseppe Buonocore, bajo el título "Aborto y salud mental posterior: revisión de la literatura". El trabajo muestra claramente la prevalencia de los efectos sobre la madre de la eliminación voluntaria de su hijo, en comparación con el aborto espontáneo o el embarazo llevado a término, independientemente de que sea deseado o no.
Los autores son prudentes en las conclusiones: "El riesgo de que pueda haber una correlación entre el aborto y trastornos mentales posteriores debe ser valorado cuidadosamente para ofrecer a las mujeres una información completa cuando se enfrentan a un embarazo difícil". Y "es necesaria mayor investigación en este campo", confiesan.
Sin embargo, los datos que recogen en los estudios analizados ofrecen pocas dudas de que, como mínimo, el aborto voluntario es una opción peor para la madre que tener a su hijo, incluso en el caso de un embarazo imprevisto.
Bellieni y Buonocore han pasado revista a los 36 estudios publicados sobre el asunto en revistas científicas entre 1995 y 2011. Seis los desecharon por razones metodológicas, así que se centraron en 30, que abordan sobre todo la incidencia del aborto en la depresión, los trastornos de ansiedad (como el estrés postraumático) y el abuso de sustancias.
Tres áreas de comparación
Se trataba de comparar el aborto voluntario con tres otros casos: el nacimiento en un embarazo normal, el nacimiento en caso de embarazo no deseado y el aborto espontáneo.
Aborto frente a nacimiento en general (19 estudios): 13 estudios (68%) mostraron un claro riesgo en alguno de los problemas mentales citados en el grupo del aborto frente al grupo del nacimiento, y 5 no mostraron diferencia si la mujer no consideraba algo difícil la pérdida del feto. Sólo 1 estudio mostró mayor incidencia de trastornos en el nacimiento respecto al aborto.
Aborto frente a embarazos no deseados que terminan en nacimiento (7 estudios): 4 estudios (57%) mostraron un mayor riesgo en el grupo de aborto, 3 no mostraron diferencia y ninguno (0%) mostró que hubiese mayor riesgo en tener el niño que en matarlo. Ésta es la confrontación clave, dado que numerosas legislaciones establecen el "riesgo para la salud mental de la madre" como causa objetiva de aborto. Los estudios sugieren que ese "riesgo" es mayor si se aborta que si se da a luz.
Aborto frente a aborto espontáneo (9 estudios): 3 estudios mostraron un mayor riesgo en el grupo de aborto, 4 no encontraron diferencia, y 2 encontraron que a corto plazo la ansiedad y la depresión eran mayores en el grupo del aborto espontáneo, pero que a largo plazo era justo al revés: "La ansiedad y la depresión a largo plazo estaban presentes sólo en el grupo de aborto voluntario". En este caso, 5 sobre 9 (56%) encontraron mayor riesgo en el aborto voluntario, y ninguno (0%) en el espontáneo.
Este último resultado también es muy significativo. Demuestra que la madre que pierde al hijo que lleva dentro por causas ajenas a su voluntad siempre termina superando el trauma, aunque lo padece, mientras que quien mata a su hijo deliberadamente, aunque al principio se halla en menor riesgo que si hubiese sido accidental, con el paso del tiempo se halla en mayor riesgo de no superar anímicamente lo sucedido. Es una muestra palmaria de que, a iguales resultados (el niño muerto), la voluntariedad de la decisión se convierte en factor decisivo de riesgo de depresión o ansiedad posterior.