En algunos países europeos se está dando marcha atrás en el abordaje hormonal y quirúrgico de los menores con disforia de género, ante la evidencia del daño irreversible que se les causa.
Pero en otros, como Estados Unidos, el establishment médico sigue resistiéndose a la evidencia científica y aferrándose a los criterios sesgados de los lobbys LGTBQI+.
Se está repitiendo algo que ya sucedió antes, en el siglo XX, con la complicidad médica y judicial con las esterilizaciones eugenésicas. El actual escándalo ético no es menor, como sostiene Emilie Kao, asesora legal en Alliance Defending Freedom, en un reciente artículo en Public Discourse:
El castillo de naipes del movimiento transgénero se derrumba
La Academia Americana de Pediatría (AAP) ha celebrado su conferencia anual de líderes en su sede de Itasca (Illinois). Un tema que no figuraba en el orden del día pero que estará en la mente de muchos miembros es cómo tratar la disforia de género en los niños.
La AAP, junto con la mayor parte del establishment médico estadounidense, respalda el enfoque de la Asociación Mundial de Profesionales de la Salud Transgénero (WPATH, por sus siglas en inglés).
Este grupo de apoyo a los transgénero recomienda que los médicos alteren de forma irreversible la apariencia física de un niño mediante hormonas y cirugías para que parezca de un género diferente.
Pero dos médicos con identidad transgénero de WPATH advierten de que los pacientes adolescentes están recibiendo una "atención chapucera". Y en las propias filas de la AAP hay discrepancias sobre la legitimidad de esta práctica.
El imponente edificio sede de la AAP. Foto: Opus Group.
Mientras muchos países de todo el mundo recurren a una "espera vigilante" no invasiva y a la psicoterapia para tratar a los niños con disforia de género en lugar de recurrir a las hormonas y a la cirugía, Estados Unidos se está convirtiendo rápidamente en un caso atípico.
Ahora, antiguos pacientes (conocidos como detransitioners), con el apoyo de denuncias desde dentro, están presentando demandas por negligencia médica y ofreciendo su testimonio para apoyar límites legislativos a la administración de estos procedimientos experimentales en niños.
Los arquitectos de la transición de género pediátrica han basado sus argumentos en pruebas poco sólidas y en la reputación de grupos prestigiosos, y no en una ciencia objetiva y sólida. Su castillo de naipes empieza a derrumbarse.
Estándares de atención politizados
La disforia de género es un trastorno mental que crea incongruencia entre la percepción interna del género y la realidad del cuerpo sexuado. Pero, a diferencia de la anorexia, el tratamiento recomendado por la AAP no se centra en resolver la incongruencia mente-cuerpo mediante el asesoramiento.
En su lugar, los médicos de las "clínicas de género" intentan que el cuerpo de una persona se parezca a su autopercepción, por muy desordenada que sea. Recientemente, 21 médicos de nueve países expresaron su preocupación por el hecho de que la clase médica estadounidense haya adoptado normas de atención "politizadas".
No es la primera vez que esto ocurre.
Ya en el siglo XX, otra ideología radical se apoderó del establishment científico y médico. Los eugenistas persuadieron a los médicos para que esterilizaran a 70.000 estadounidenses, en su mayoría mujeres y minorías. Las facultades de medicina enseñaban eugenesia. Los magnates financiaban esta práctica. Y tres presidentes (Theodore Roosevelt, Franklin Delano Roosevelt y Woodrow Wilson) la apoyaron.
El apoyo a la eugenesia también existía a nivel sistémico: la Asociación Neurológica Americana respaldó la esterilización forzosa de personas con esquizofrenia, depresión maníaca, epilepsia y síndrome de Down, y la Asociación Médica Americana se basó en las investigaciones de un acaudalado defensor de la eugenesia para sus ensayos anticonceptivos.
Con el tiempo, la premisa de la eugenesia, es decir, la herencia genética, fue desmentida y desacreditada por las pruebas científicas. Pero durante tres décadas, los médicos participaron en uno de los mayores escándalos éticos del siglo pasado.
Respaldo legal a la eugenesia y creciente escepticismo
Lamentablemente, los tribunales también permitieron a los médicos utilizar sus licencias, credenciales y habilidades para llevar a cabo experimentos eugenésicos con sus pacientes. En el caso Buck contra Bell de 1927, el Tribunal Supremo de Estados Unidos confirmó una ley de Virginia que permitió esterilizar a una mujer de 18 años, Carrie Buck, en contra de su voluntad.
Después de que Buck denunciara que se había quedado embarazada por violación, sus padres adoptivos la internaron en una institución para "débiles mentales". Los médicos trataron de esterilizar a Buck alegando que así se eliminaría de la población un rasgo desfavorable. En un apoyo infamemente cruel a la eugenesia, el juez Oliver Wendell Holmes, Jr. declaró: "Con tres generaciones de imbéciles es suficiente".
Carrie Buck (1906-1983) fue la primera persona esterilizada contra su voluntad al amparo de la ley eugenésica de Virginia, y con el mismo respaldo cómplice del 'establishment' médico y judicial del que gozan hoy las mutilaciones de niños con disforia de género. En la foto, de la Encyclopedia Virginia, Carrie aparece junto con su madre en un centro estatal para "epilépticos y débiles mentales".
La batalla legal contra la eugenesia alcanzó un punto de inflexión cuando el Tribunal Supremo de Estados Unidos reconoció el derecho humano de los presos a tener hijos. En el caso Skinner contra Oklahoma, de 1942, el tribunal rechazó los intentos de esterilizar por la fuerza a un recluso alegando que violaba la cláusula de igualdad de protección de la Constitución.
Los defensores de los discapacitados acabaron finalmente con la eugenesia en Estados Unidos al convencer a las legislaturas estatales de que aprobaran "leyes de bastón blanco" [en referencia al bastón-guía de los ciegos] para proteger a los discapacitados de la discriminación.
La ola que se inició en los poderes legislativos estatales culminó con la aprobación por el Congreso en 1990 de la Ley de Estadounidenses con Discapacidades. Estas leyes hicieron que la esterilización involuntaria fuera efectivamente ilegal y culturalmente impensable.
Pero, en un trágico eco de este oscuro periodo del pasado de Estados Unidos, algunos tribunales estadounidenses están dando luz verde a un tratamiento irreversible para jóvenes confusos y vulnerables que podría dejarlos estériles, a menudo con una serie de complicaciones médicas y problemas de salud mental para toda la vida.
Afortunadamente, un grupo de médicos valientes está trabajando para evitar que la historia se repita. Estos médicos han intentado en repetidas ocasiones introducir resoluciones en la AAP pidiendo revisiones sistemáticas de la evidencia, el estándar de oro en medicina [ver aquí el concepto de 'medicina basada en la evidencia']. La dirección de la AAP les ha ignorado, a pesar de que una resolución que cuestionaba el apoyo a la transición de género obtuvo el 80% de los votos.
Los objetores de conciencia de la AAP señalan el giro de 180 grados dado por Europa a las intervenciones quirúrgicas y hormonales.
Después de que Inglaterra, Suecia y Finlandia realizaran revisiones sistemáticas de la evidencia, determinaron que no hay pruebas fiables de que dichas intervenciones sean seguras desde el punto de vista médico (de hecho, las revisiones documentan daños corporales sustanciales a estos menores), ni de que realmente alivien el malestar psicológico de los niños a largo plazo.
Más bien al contrario, muchos de estos niños tienen problemas de salud mental preexistentes que la transición de género puede exacerbar.
Por ejemplo, en Suecia, los medios de comunicación llamaron la atención sobre una mujer que se ahorcó tras someterse a una operación de transición de género. Una clínica se había negado a tratarla, alegando signos de trastorno esquizotípico de la personalidad, pero otra siguió adelante.
Un estudio que siguió durante 10 a 15 años a adultos después de la transición quirúrgica también descubrió que tenían 19 veces más probabilidades de morir por suicidio que sus pares. Ahora, los tres países recomiendan únicamente psicoterapia no invasiva y asesoramiento en casi todos los casos de niños que sufren disforia de género o afirman tener una identidad transgénero.
A los médicos también les preocupa que el contagio social esté impulsando la "nueva" disforia de género. En Inglaterra, el número de chicas que se identifican como transgénero se ha disparado un 4400% en una década. Y según un estudio, el número de jóvenes estadounidenses diagnosticados con disforia de género casi se ha triplicado en los últimos cinco años.
Si los niños sufren disforia de género antes de la pubertad, hay muchas posibilidades de que lleguen a sentirse cómodos con su cuerpo si los médicos no interfieren en su desarrollo.
Sin embargo, un estudio holandés sobre niños tratados con bloqueadores de la pubertad demostró que entre el 93 y el 98% pasaron a recibir hormonas cruzadas. Aunque los médicos lo consideraron un diagnóstico correcto, los expertos médicos señalan que los bloqueadores de la pubertad pueden consolidar sentimientos de disforia de género que, de otro modo, podrían haber disminuido.
En lugar de fomentar una investigación científica seria y objetiva y de prestar atención a las preocupaciones dentro de sus propias filas, el establishment sigue confiando en las directrices del WPATH para tratar la disforia de género. Y en contra de una investigación sólida, prefiere los estudios convenientemente seleccionados del WPATH en lugar de llevar a cabo una revisión sistemática de las mejores pruebas disponibles.
Como ha escrito recientemente un miembro de la Sociedad de Endocrinología sobre sus directrices, "el apoyo a ultranza de la sociedad a la atención sanitaria que reafirma el género implica la condena contra cualquiera que tenga puntos de vista diferentes". Esto induce a los médicos al silencio y les obliga a realizar intervenciones peligrosas en niños.
El castillo de naipes se derrumba
Carrie Buck no tenía voz propia en el sistema judicial. Su abogado en el Tribunal Supremo era íntimo amigo del defensor de la eugenesia que pretendía esterilizarla. Y en una época anterior a las redes sociales, no tenía voz en la plaza pública. Pero hoy en día, los antiguos pacientes denuncian la desprotección del sistema médico.
En Inglaterra, la demanda por negligencia médica de Keira Bell contra la clínica Tavistock ha concienciado sobre el hecho de que los adolescentes carecen de capacidad para dar su consentimiento informado. Después de solo tres citas de una hora, los médicos le administraron bloqueadores de la pubertad a los 16 años y le practicaron una doble mastectomía a los 20. Al evaluar las causas del trastorno mental de Bell, descartaron su depresión y el alcoholismo y la enfermedad mental de su madre. Bell dijo que no entendía los riesgos y ahora le preocupa no poder tener hijos.
Siete 'detransitioners' (personas que están revirtiendo su proceso de 'transición de género') dieron conocer sus experiencias el pasado mes de marzo en un acto conjunto en Los Ángeles. Entre ellas, Chloe Cole, a la izquierda de todo en las imágenes.
En California, Chloe Cole presentó una demanda por negligencia médica contra su médico y contra la empresa de salud Kaiser Permanente, alegando que los médicos ignoraron sus problemas de salud mental, incluido el trauma de una agresión sexual. En lugar de ello, le recetaron bloqueadores de la pubertad a los 13 años; después le pusieron inyecciones de testosterona y le practicaron una doble mastectomía, todo ello antes de que cumpliera los 17 años.
En menos de un año, empezó a lamentar la pérdida permanente de la capacidad de amamantar. La demanda de Cole afirma que los médicos le ocultaron los perjuicios de estas intervenciones y la falta de estudios a largo plazo. En lugar de hablarles de la gran posibilidad de que la disforia de género se resolviera de forma natural, los médicos le dijeron a sus padres que, sin este régimen radical, su hija tendría más probabilidades de suicidarse.
Cole ofreció recientemente su testimonio ante el Congreso, al que pidió que ponga fin al "mayor escándalo médico de la historia" para evitar que otros jóvenes sean víctimas de la transición de género pediátrica.
Denunciantes a ambos lados del Atlántico confirman la traición de la medicina a los pacientes jóvenes. En Missouri, Jamie Reed afirma que la clínica de género de la Universidad de Washington no le permitió citar a pacientes para recibir atención psicológica a pesar de que padecían autismo, TDAH [Trastorno por déficit de atención e hiperactividad], depresión y ansiedad. Reed afirma que la clínica mintió tanto a los pacientes como a sus padres.
Y en Tavistock, el psiquiatra David Bell dice que la dirección le trató con hostilidad cuando planteó su preocupación por la transición médica de niños de tan solo ocho años. Bell afirma: "Lo que importa es la verdad. Detesto la instrumentalización del victimismo, el hecho de que el miedo a ser visto como transfóbico se anteponga a todo... Se trata de pensar libremente, de forma que se traduzca en mejores resultados para todos los jóvenes, sean transgénero o no".
A medida que surgen más historias como estas, los médicos que realizaron transiciones de género pediátricas están siendo responsabilizados por ex pacientes, convertidos en activistas. Desde 2021, más de veinte cámaras legislativas estatales han promulgado leyes para proteger a los niños de los daños irreversibles que pueden causar estos procedimientos.
La detransitioner Prisha Mosley, por ejemplo, ha presentado recientemente una demanda por negligencia médica por una cirugía pediátrica de transición de género que la ha dejado con dolor constante y el temor a ser estéril.
Sin embargo, la AAP y otras organizaciones médicas siguen haciendo oídos sordos a historias como la suya y a las crecientes pruebas en contra de estos procedimientos. Al contrario: se oponen a los límites legislativos que protegen a los niños de daños irreversibles.
Algunos jueces se han puesto de su parte y han bloqueado leyes en Arkansas, Alabama y Florida. Pero hace poco, el Tribunal de Apelación del 6º Circuito de Estados Unidos ha dictado una sentencia que confirma la ley de Tennessee que protege a los niños de la transición médica. El tribunal concluyó acertadamente que corresponde al poder legislativo -y no a los tribunales- determinar si esos procedimientos deben estar a disposición de los niños.
La complicidad del establishment médico con el movimiento eugenésico del siglo pasado debería haber conducido a una investigación seria basada en la evidencia antes de someter a otra población vulnerable a un daño irreversible; sin embargo, como en tiempos de Buck vs Bell, los principales médicos del país están asumiendo la ideología y la repercusión pública por encima de las pruebas científicas y los principios éticos sólidos.
Pero su castillo de naipes se está derrumbando bajo el peso de las pruebas científicas, el escepticismo internacional y los testimonios de primera mano de antiguos pacientes. Por el bien de los niños con disforia de género, de sus padres y de sus potenciales descendientes, cuanto antes, mejor.
Traducido por Verbum Caro.