"O Forcades se seculariza por voluntad propia, o la secularizan, o el precedente a escala española y europea será absolutamente impresentable, porque va mucho más allá de un territorio concreto, de un pequeño grupo político, y afecta a toda la congregación benedictina y por extensión a toda la Iglesia".

Quien así reacciona ante la decisión de la monja benedictina Teresa Forcades de impulsar una formación política independentista catalana no es un españolista furibundo ni un escapista que proponga la huida de los católicos a ermitas lejos del mundo. 

Es Josep Miró i Ardèvol, ex-político del partido nacionalista catalán Convergència Democràtica de Catalunya, y con un itinerario político "muy catalanista", que incluyó su organización en los años de los Juegos Olímpicos en Barcelona de campañas de propaganda nacionalista aprovechando el eco mediático.

Pero Miró hace 12 años decidió servir a la Iglesia y la propuesta social cristiana con la asociación E-Cristians (www.e-cristians.com), plural y transversal, y años después dejó sus cargos políticos. Fue nombrado miembro del Pontificio Consejo de Laicos, que asesora al Papa en el Vaticano.

Miró dejó a un lado los temas opinables en política partidista para centrarse en lo común de la propuesta cristiana y buscar la unidad de acción de los cristianos en Cataluña y en España.

Miró señala en un artículo muy crítico en su blog que el caso de la monja Forcades es muy distinto. 

"Un sacerdote, un monje, no puede entrar en la política de partidos, y una monja no puede ser una excepción por muy Forcades que se llame y por el hecho de que hasta ahora haya dicho y llevado a cabo lo que se le haya pasado por el gorro sin que su comunidad dijera nunca esta boca es mía; lo cual sin duda, y ahora se ve, constituye un precedente poco afortunado que precisamente no pasará como un acierto a la historia de tan ilustre congregación religiosa", asegura Miró.

"Un religioso o una religiosa no pueden participar en el juego de los partidos. Si así desean hacerlo, porque en conciencia consideran que es absolutamente necesario, el camino es su secularización, no hay vuelta de hoja. La prohibición es evidente, es total y no admite excepciones".


"Y la razón de ello es obvia: no puede crearse la confusión de que en alguna manera la Iglesia está presente a través de esa persona en aquella opción política. No podemos asumir una acción de Forcades por el hecho de declararse de la postizquierda si no lo aceptaríamos por parte de una monja actuando en el otro sentido del espectro político".

"Ya existe suficiente división en el seno de la Iglesia por razones muy distintas, muchas más ligadas a personalismos y a otros motivos -y Forcades también pertenece a este grupo porque su ego está inconmensurablemente desarrollado-, como para que vayamos a vivirla más ahora con banderas de partidos".

Miró no pide que los católicos abandonen la política, más bien lo contrario. Pero el caso de los religiosos es distinto, y la necesidad de unidad cristiana en Cataluña es esencial.

"La Iglesia está por encima del conflicto político secular. Su mensaje y actuación directa, social y económica, guiada por su Doctrina Social, puede ser todo lo contundente que se quiera y en las actuales circunstancias lo ha de ser y mucho. Pero esto es una cosa y otra muy distinta es sentar el precedente de que alguien se pueda envolver con la bandera de un partido político y presentarse a las elecciones siendo monja".

"A ver si ahora vamos a descubrir una especie de nacionalcatolicismo político pero de izquierdas. Quienes han de hacer política de partido son los laicos, los hombres y mujeres que para eso están. La tarea de las monjas, de los monjes, de los sacerdotes, es muy distinta".

Y Miró, que es un observador privilegiado por su posición en el Pontificio Consejo de Laicos y sus encuentros periódicos con líderes católicos en el Vaticano, insiste en que no se trata de una curiosidad peculiar, sino de un precedente que puede dañar a toda la Iglesia en Europa. 

"O Forcades se seculariza por voluntad propia, o la secularizan, o el precedente a escala española y europea será absolutamente impresentable, porque va mucho más allá de un territorio concreto, de un pequeño grupo político, y afecta a toda la congregación benedictina y por extensión a toda la Iglesia", concluye.