El pasado 8 de agosto, Sting saludó al Papa durante la audiencia general de los miércoles, visiblemente emocionado, como también su mujer, Trudie Styler. El cantante inglés, de 66 años, mantiene una actitud ambigua hacia la fe. Se educó católicamente, pero perdió la fe en su juventud. Por su parte, Trudie es asidua de la High Church anglicana, a cuyos oficios la acompaña alguna vez el ex líder de The Police.
Sting tiene una elevada estima por la cultura de la Iglesia, y ha contribuido con un Dies Irae a la obra Juicio Universal. Miguel Ángel y los secretos de la Capilla Sixtina, un espectáculo multimedia de una hora producido en colaboración con el Vaticano, y que se representa cerca de la Basílica de San Pedro con la intención de explicar la Capilla Sixtina a los peregrinos y turistas que acuden a Roma.
Pocas fechas antes de su encuentro con Francisco, Sting concedió una entrevista a Edward Pentin para el National Catholic Register donde puso su manifiesto su forma de entender a Dios, la religión, la fe y la Iglesia.
Una gran confusión
Éstas son algunas de sus afirmaciones:
-“Fui monaguillo y aprendí la misa en latín, me encantaban el canto gregoriano y la misa cantada. Creo que todavía recurro a algunos de sus ritmos cuando compongo. Estoy agradecido por ello”.
-“Me gusta lo que dijo el Papa Francisco sobre Dios: dijo que ‘Dios es misericordia’, y pensé que era una afirmación profunda y simple que la gente había ido olvidando con los años. Así que en el Juicio Final, si Dios es misericordia, no habrá juicio en absoluto, solo perdón. No sé si esto es una herejía o no, pero a mí me vale”.
-“Fui un niño muy serio y solía tener vértigo cósmico, vértigo ontológico. El concepto de eternidad era para mí realmente turbador: no solo la condenación eterna, sino también el cielo eterno… La eternidad todavía me aterroriza”.
-“Creo que para mí la religión es un acto de la imaginación. Creo que es una de nuestras mayores creaciones. Realmente creamos un Dios parecido a nosotros… El catecismo dice que Dios nos creó a su imagen y semejanza, yo digo que nosotros creamos a Dios a nuestra imagen y semejanza. Así que si eres amable, generoso y misericordioso, ése es el Dios que creas. Si eres lo contrario, también lo es el Dios que creas”.
-“Probablemente pida los sacramentos cuando llegue el final de mi vida”.
-“Tengo mi propia iglesia y estoy agradecido por mi catolicismo, pero, no sé, todavía no estoy preparado [para una conversión] como la de San Agustín” (se ríe).
Poniendo algo de luz
El escritor, historiador y filólogo Joseph Pearce, biógrafo de todos los grandes escritores católicos de habla inglesa en el siglo XX (G.K. Chesterton, C.S. Lewis, Hilaire Belloc, J.R.R. Tolkien, Roy Campbell...), no ha querido que este conjunto de afirmaciones deslavazadas quedasen sin respuesta. Así que escribió una contestación en The Imaginative Conservative, bajo el título: "¡Oh, Sting! ¿Dónde está tu muerte?", título que supone un sutil llamado a la conversión parafraseando la primera epístola de San Pablo a los Corintios (15, 55): "¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu victoria? ¿Dónde, ¡oh muerte!, tu aguijón?"
Joseph Pearce argumenta la incoherencia de los argumentos de Sting con la esperanza de que recapacite pensando en la muerte.
Pearce lamenta que, ya con una edad que le acerca al último tramo, haber compuesto un Dies Irae para una obra que representa el Juicio Final no le haya servido "como un oportuno memento mori, un recordatorio de la muerte y los novísimos: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria". Al contrario, "ha alterado el texto y el significado del antiguo himno, quitando todo rastro de juicio en el Juicio Final".
En efecto, en la entrevista Sting confiesa que al final del himno añadió un "Deus misericordiae [la misericordia de Dios]. No está en el texto original, lo añadí y me tomé algunas libertades. Me sorprendió que a las autoridades pareciera gustarles y lo dejaran pasar".
Pearce define esta y otras afirmaciones como de un "descarado orgullo". Sin embargo, "hay esperanza para su alma orgullosa" porque, cuando Sting afirma que "solo hay que mirar al cielo por la noche para experimentar el sentido de lo maravilloso", está indicando, dice Pearce, "que tiene el mínimo de humildad necesario para experimentar un sentimiento de gratitud que abre los ojos al regalo de lo maravilloso". Un argumento en la línea del continuo "asombro" ante la Creación que defendía Chesterton.
En cualquier caso, las contradicciones de Sting son manifiestas: "Por un lado, cree que la muerte no tiene aguijón porque la misericordia de Dios significa que las almas no serán juzgadas. Dios no juzga, y por tanto todo el mundo irá al cielo". Pero luego, "tras haber declarado que todos se salvarán, declara que presumiblemente nadie se salvará, porque Dios no existe, es solo un producto de nuestra imaginación. Le hemos creado según nuestra propia imagen divina. Nótese la absoluta falta de lógica. Ya no se trata de si todos nos salvaremos o ninguno se salvará, una cuestión que vale la pena considerar, sino de si todos nos salvaremos y ninguno se salvará, lo cual es una falacia lógica, y por tanto un completo sinsentido".
Durante la conversación, Sting dice jocosamente que está haciendo la célebre Apuesta de Pascal sobre la conveniencia de creer en Dios... por si existe: "Si Dios existe y vivimos nuestra vida desafiándole, haciendo lo que queremos nosotros y no lo que Él ordena, nos arriesgamos a ser condenados al Infierno", dice Pearce para explicar el dilema pascaliano. "Ponemos en riesgo, de hecho, el Dies Irae, el Día de la Ira. Si elegimos esta opción, sobre la cual Pascal insiste en que es la elección equivocada y ridícula, podemos sentirnos nosotros mejor diciendo que a Dios no le importa lo que hacemos (Él es misericordioso y ni siquiera Hitler tiene de qué preocuparse) o podemos intentar convencernos a nosotros mismos de que Él no existe y de que es una invención humana, en cuyo caso... ¡más nos vale tener razón!".
Antes de que caiga el último telón
Por último, Pearce le recuerda a Sting que su alusión a San Agustín es también contradictoria, pues el santo de Hipona tuvo una "juventud salvaje", pero se convirtió a la edad de 31 años, "menos de la mitad de la edad de Sting el procastinador", dice. Y es que, "sean cuales sean las locuras, falacias y fantasías de la juventud, en algún punto se supone que debemos crecer. Y crecer significa un crecimiento en sabiduría; y crecimiento en sabiduría es sinónimo de sensatez, y la sensatez es sinónimo de la santidad".
Por eso, "Sting necesita hacer balance de sus actos antes de que caiga el telón final. Necesita afrontar la realidad de la muerte, escogiendo la muerte de morir por los demás aceptando la Cruz de Cristo, o bien escogiendo esa otra muerte oscura que rechaza la Cruz para fabricar ídolos con su propia imagen. Es una decisión entre la muerte que conduce a la resurrección o la muerte que conduce al Dies Irae".