Se celebra en las mismas fechas que la Semana Santa, pero tiene muy poco de religiosa: es la Semana de Turismo uruguaya.
Aunque algunos acuden todavía a las iglesias y a peregrinaciones aisladas, la mayoría aprovecha esos días para viajar a destinos turísticos dentro y fuera del país, para asistir a las jineteadas gauchas en Montevideo, a la Semana de la Cerveza en Paysandú, o a la principal carrera ciclista del país.
Para saber en qué momento se rebautizó la Semana Santa como Semana de Turismo en Uruguay tenemos que remontarnos a octubre de 1919, cuando el Gobierno del entonces presidente José Batlle y Ordóñez, considerado el padre del Uruguay moderno y miembro de una saga familiar que ha dado otros dos presidentes al país, aprobó la Ley de feriados (días festivos) en la que las principales celebraciones cristianas cambiaron de nombre.
Según esa ley, el día de Navidad pasó a ser oficialmente el Día de la Familia, y la Festividad de Reyes, el Día de los niños.
Pero el cambio que mayor acogida tuvo fue el de Semana Santa por Semana del Turismo, que ha hecho olvidar casi completamente su anterior denominación en el pequeño país sudamericano, de unos 3.3 millones de habitantes, la mayoría descendientes de españoles e italianos.
Durante el gobierno de Batlle también se aprobaron diversas leyes progresistas y muy rompedoras para la época, como la separación definitiva entre Iglesia y Estado, el sufragio femenino o el divorcio.
Según explicó el presidente de la Comisión de Turismo del Parlamento uruguayo, Horacio Llanes, la Semana de Turismo se creó originalmente porque durante esas fechas “muchos habitantes de Montevideo salían hacia el interior del país para volver a sus lugares de origen”. “En la actualidad es común encontrar, durante esos días, campamentos de gente en las orillas de los arroyos, para pescar y desconectar de la ciudad unos días”, relató.
En las fechas previas a esa semana de asueto, cientos de agencias de viajes lanzan suculentas ofertas para visitar, tanto el interior del país, como otros destinos internacionales.
Pero no todos parecen satisfechos con la particular celebración uruguaya: para el obispo auxiliar del arzobispado de Montevideo, Daniel Esturla, todas estas campañas y ofertas “fomentan el turismo para alejar a la gente de las iglesias y de la participación de la vida cristiana”.
Esturla tildó de “lamentable” la campaña de “secularización y olvido de la tradición cristiana” que, a su juicio, existe en el país.
Según él, celebrar “cristianamente” esas fechas es un “desafío”, ya que para la comunidad católica es “difícil tratar de vivir con sentido religioso esta semana desde hace 100 años, si bien muchos uruguayos combinan el turismo con alguna actividad religiosa”.
La celebración más antigua durante la Semana de Turismo es la Semana Criolla del Prado, en Montevideo, que tuvo lugar por primera vez en 1925 y cuenta con espectáculos ecuestres, exposiciones artísticas y degustaciones de comida como el asado (carne a la parrilla).
Este último emblema gastronómico ríoplatenses choca frontalmente con la tradición cristiana de no comer carne los viernes de Cuaresma en otro gesto lleno de simbolismo.
La Semana Criolla del Prado, que se realiza en un recinto ferial ganadero ubicado en el barrio del mismo nombre de Montevideo, congrega cada año a 200,000 personas, según datos de la Intendencia Municipal de Montevideo.
Otra tradición típica de esos días es la Semana de la Cerveza en la ciudad de Paysandú, al noroeste de Uruguay. En este evento la ciudad llega a duplicar su población en largas y divertidas jornadas de camping, fiesta, música y mucha cerveza.
En Treinta y Tres, al noreste de Montevideo, el Festival del Olimar nació como un movimiento musical de resistencia a la dictadura, en 1972. En 1985, cuando se reinstauró la democracia en Uruguay, pasó a ser el Festival del Reencuentro a Orillas del Olimar, y desde entonces, se celebra ininterrumpidamente.
Sus dos características principales siguen vigentes: la entrada es gratuita y sólo tocan músicos uruguayos.
La oferta de ocio se completa con la Vuelta Ciclista al Uruguay, sobre la que existe un dicho según el cual “el año empieza cuando llega el último ciclista”, en alusión al hecho de que esa competición pone fin a los largos meses de descanso por el verano austral, de diciembre a marzo.
En esos días festivos, que suelen ser los últimos con un clima agradable antes del otoño, las términales de buses y el aeropuerto internacional de Carrasco (que sirve a Montevideo) viven una actividad frenética, mientras los hoteles acostumbran a colgar el cartel de “no hay lugar”.
A pesar del carácter laico de la Semana de Turismo, en Uruguay se realizan en esa época diversas actividades de carácter religioso.
En el humilde barrio montevideano del Cerro, cada Viernes Santo se celebra un Via Crucis para recordar el camino que emprendió Jesús de Nazaret con la cruz a cuestas hasta el monte Calvario donde fue crucificado. En este caso, el ritual finaliza en lo alto del cerro que da nombre al lugar.
También el Viernes Santo se desarrolla “El paseo de las siete iglesias”, una peregrinación llamada así porque recorre los siete principales santuarios católicos del centro de la ciudad, como la Catedral Metropolitana o la iglesia de San Francisco, y que tiene su origen en una tradición que estableció, en el siglo XVI, San Felipe Neri.
En otros puntos de la capital y del resto del país, las parroquias realizan también el Via Crucis y la bendición del Domingo de Ramos, en memoria de la entrada de Jesucristo en Jerusalén.
Uruguay presume de ser un país laico y con una afianzada separación entre Estado e Iglesia, pero la realidad demuestra que la religión, no solo la católica sino también otros cultos, ocupa un lugar importante para buena parte de sus habitantes y cuenta con multitudinarias manifestaciones durante todo el año.
Un ejemplo es la celebración de Yemanjá, la divinidad del mar y la feminidad de la religión de origen africano umbanda, que cada dos de febrero congrega a miles de personas en las costas del país, donde se realizan ofrendas en forma de flores, frutas, alimentos y bebida a las aguas del mar.
Además, durante el año, se realizan diversas peregrinaciones y romerías multitudinarias, como la procesión de peregrinos, cada mes de junio, al departamento de Florida para venerar a San Cono, un santo italiano que es considerado el patrón de la lotería porque da suerte a los jugadores.
Recientemente en Montevideo surgió una fuerte polémica relacionada con la conversión de diferentes recintos culturales emblemáticos de la capital uruguaya en iglesias evangélicas.
Uno de esos grupos con mayor presencia es la iglesia evangélica brasileña Dios es Amor, que se hizo con el mítico Cine Plaza por tres millones de dólares y que acumula hasta 200 centros en todo el país.