Tras la matanza en la escuela de Sandy Hook (Newtown, Connecticut), donde el pasado 14 de diciembre perdieron la vida 28 personas, 20 de ellos niños, Barack Obama anunció unas medidas de control de armas en Estados Unidos que han suscitado un intenso debate, dado que allí la Segunda Enmienda de la Constitución concede el derecho a llevarlas.
Desde el lado católico surgieron voces autorizadas en favor de esa regulación, desde la intervención del portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi afirmando que dichas medidas "van en la buena dirección" a la declaración de tres obispos presidentes de sendos comités del episcopado estadounidense (Stephen Blaire de Stockton, John Wester de Salt Lake City y Kevin Rhoades de Fort Wayne-South Bend) afirmando que en su país "las armas son demasiado accesibles".
Pero ya dichos prelados matizaban su oposición afirmando previamente que "intentar proteger a los seres queridos es un acto honorable". Algo que también recalca, en declaraciones al National Catholic Register, el padre Joseph Nangle, franciscano de Arlington (Virginia), quien junto con otros 63 sacerdotes, obispos y monjas dirigió una carta a los congresistas en el sentido de restringir ese derecho constitucional: "Uno puede ser 100% provida", reconoce sin embargo, "y al mismo tiempo poseer un arma, por supuesto con la intención de defender la vida. En este asunto las respuestas para los católicos no son fáciles, y no hay una enseñanza clara de la Iglesia al respecto".
Hay diferentes opiniones, dentro de la idea común de que Estados Unidos necesita "reducir la violencia", pero se discute en qué consiste esto último. Por ejemplo, uno de los defensores de la Segunda Enmienda, el escritor Romesh Ponnuru, converso al catolicismo en 2004: "Con más de 350 millones de armas en circulación, soy escéptico respecto a que la regulación de las armas reduzca la violencia", afirma.
En efecto, se teme que, con el control de armas, sean precisamente los ciudadanos normales quienes vean mermada su capacidad de autodefensa, mientras los delincuentes no verán mermada su capacidad de agresión.
Así opina Terry Maketa, otro católico, sheriff del condado de El Paso, el más poblado de Colorado, quien considera que "quienes cometen crímenes con armas son criminales que no obedecen las leyes sobre armas". Y recuerda que recientemente, bajo su jurisdicción, un violador en serie que violaba ancianas fue detenido cuando una de ellas le disparó al entrar en su casa, salvándose a ella misma y a las potenciales víctimas posteriores.
Es lo que hizo incluso un sacerdote en 1993, el célebre caso del padre Michael Duesterhaus, con destino entonces en la rectoría de la iglesia del Espíritu Santo de Annandale (Virginia). Don Michael, quien llevaba entonces dos años ordenado, se despertó a las tres de la madrugada por un ruido sospechoso y salió a mirar con su 9mm. Se encontró a un intruso y le conminó a tirarse al suelo para llamar a la policía. Pero el criminal se echó la mano a la cintura, donde llevaba su propio arma. Duesterhaus no lo dudó y le disparó, hiriéndole. Salió corriendo y el sacerdote aún hizo dos disparos más, ya sin ánimo de darle. Posteriormente fue capturado.
Tiempo después el padre Duesterhaus se enroló en los marines como capellán, y ha estado diez años en distintos destinos, algunos de primera línea, Irak incluido, alcanzando el grado de teniente coronel.
El padre Nangle prefiere métodos más franciscanos para oponerse a los delincuentes, y refiere otra simpática anécdota que les sucedió a sus compañeros de orden en Nueva Jersey, quienes también sorprendieron a un ladrón dentro de su convento: "Quería el dinero del cepillo. Los frailes le invitaron a sentarse y a beber con ellos. El ladrón les tomó la palabra. Luego le ofrecieron que probase de otra botella con un whisky algo mejor... Para cuando llegó la policía, todo había acabado pacíficamente".
Hace unos años, sin embargo, y ante circunstancias parecidas, tuvo lugar la tercera de las opciones posibles: monseñor Thomas Wells fue brutalmente asesinado a puñaladas en su parroquia de Germantown (Maryland).
¿Habría sido distinto de haber tenido un arma? Nadie puede saberlo, así que el debate sigue abierto, al menos hasta que las propuestas de Obama, que en cualquier caso necesitan la aprobación de una Cámara de Representantes que no controla, sean votadas.