«Francia es uno de los países ocupados de la Europa del oeste en los que la comunidad judía pudo sobrevivir mejor ante el exterminio nazi: mientras tres cuartos de los judíos de los Países Bajos fueron deportados a los campos de exterminio, corrió con la misma suerte tan solo (si pudiéramos osar decirlo así) un cuarto de los judíos franceses, es decir 76.000 de 310.000».
Parte de esta paradoja el estudio de Yagil Limore, historiadora e investigadora israelí, que trabaja en la Sorbona de París. Es la autora de tres potentes volúmenes titulados «Chrétiens et Juifs sous Vichy, sauvetage et désobéissance civile», en los que, con base en nuevos documentos de diferentes archivos, analiza las formas en las que pudieron salvarse los judíos franceses.
La estudiosa estará en Turín el miércoles 23 de enero para presentar sus investigaciones durante un congreso que se llevará a cabo en el Palazzo lascaris. Vatican Insider ha tenido la suerte de entrevistarla antes de su llegada a Italia.
- Efectivamente, se trata de una paradoja, porque, al contrario de lo que sucedió en Italia, la población francesa fue acusada de haber sufrido una enorme influencia antisemítica durante los años treinta. Además, es necesario considerar las leyes antisemíticas que introdujo el régimen de Vichy, que participó activamente en la deportación de los judíos. Gracias a mis investigaciones surgió un elemento común que vincula las historias de salvamento de los judíos: una notable capacidad de desobediencia civil.
En concreto se trató de la ayuda a las personas perseguidas con la prevención de los arrestos, ofreciéndoles documentos falsos, nuevas identidades y falsos certificados de bautismo. Los niños judíos fueron acogidos en las familias y en los conventos, y los perseguidos recibieron ayuda para llegar a las fronteras con Suiza o España.
- Más que un fenómeno político, fue un fenómeno moral, basado en los criterios de la consciencia individual. Muchas personas decidieron desobedecer las leyes y a las autoridades para seguir sus consciencias. Este fenómeno hay que distinguirlo claramente de la resistencia o de la lucha patriótica por la liberación. He tratado de reconstruir el cuadro general del fenómeno de los salvamentos de los judíos de 1939 a 1944 en toda Francia. Además de las familias de muchísimas poblaciones, me gustaría recordar el aporte del personal médico, pero también el de los artistas (por ejemplo Jacques Prévert, Maurice Chevalier, Alfred Cortot, Sacha Guitry, Serge Lifar) y el de prefectos y viceprefectos, gendarmes y policías: servidores del estado que desobedecieron las leyes para salvar inocentes. Sin el aporte de estos hombres no sería posible explicar los salvamentos, por ejemplo en el Loria.
- El catolicismo francés puso a disposición de los judíos sus conventos, sus colegios religiosos, sus casas en las poblaciones rurales. El silencio de un buen número de obispos de Francia no nos debe hacer perder de vista que ellos ayudaron personalmente o animaron las diferencias iniciativas de salvamento de los judíos en sus diócesis. No se pueden entender estas actividades solo con la tradicional acogida de la Iglesia católica.
El estudio que he llevado a cabo en 45 de las 80 diócesis francesas de la época nos permite afirmar que desde 1940 los obispos animaron las acciones de salvamento de los judíos. Los obispos estaban al corriente de las diferentes iniciativas de los sacerdotes; si no aprobaban la resistencia de algunos sacerdotes al “poder establecido” de Vichy, al mismo tiempo animaban la ayuda para los judíos.
- El 22 de julio de 1942, el cardenal Suhard envió una carta en nombre del episcopado al mariscal Pétain para protestar en contra de los arrestos de los judíos. El 19 de agosto, el cardenal Gerlier expresó su preocupación al mismo Pétain por el trato que sufrieron los judíos arrestados y deportados, pues no se reconocían los «derechos esenciales del ser humano ni las reglas fundamentales de la caridad».
A partir de esa fecha, las protestas públicas en contra de la deportación de los judíos se difundieron y repercutieron en las parroquias: mons. Saliège (Toulouse) el 23 de agosto de 1942, mons. Théas (Montauban) el 30 de agosto, mons. Delay (Marsella) el 6 de septiembre, mons. Moussaron (Albi) y mons. Vanteenberghe (Bayona) el 20 de septiembre.
No hay que olvidar las valientes acciones de otros obispos y arzobispos, que decidieron actuar en silencio y con discreción, como mons. Rémond en Niza, mons. Piguet en Clermont-Ferrand, (ambos fueron reconocidos como “Justos entre las Naciones”); mons. Rodie en Agen, mons. Bernard en Perpignan, mons. Chevrier en Cahors, mons. Virgile Béguin en Auch, mons. Challiol en Rodez, mons. Llobet en Avignone, mons. Cesbron en Annecy, mons. Pic en Valence etc. Fueron en total 45 obispos.