Ha irrumpido con fuerza en pleno debate sobre el "matrimonio" gay en Francia.

Como su apellido indica, es de ascendencia española y además es profesor de español en Secundaria, aunque ahora está en excedencia. El motivo es muy sencillo: lleva un año dando charlas a lo largo y ancho de Francia -por no hablar de sus numerosas intervenciones en los medios- para disertar sobre su doble condición de homosexual y católico. Y muy especialmente para explicar por qué ha encontrado la alegría de vivir tras renunciar a la practica homosexual para respetar las enseñanzas de la Iglesia. Más en un día tan señalado como este domingo en el que cientos miles de franceses bajaron a la calle contra el proyecto de "matrimonio" gay del presidente François Hollande.

No estoy optimista pero sí lleno de esperanza.


Porque la esperanza es más lúcida que el optimismo: nada está decidido hasta que se vote la ley. Además, la calle dispone de un verdadero poder de expresión, si bien no hay que llamarse a engaño: la decisión final pertenece al legislador. Por lo tanto, la manifestación del domingo solo es una primera etapa, con gran fuerza simbólica, pero insuficiente.


Será el detonante de largas semanas de debate durante las cuales los franceses no dispondrán de mucho espacio para expresarse. De ahí que espere poco de la manifestación, entendida como acontecimiento puntual, y prefiera concentrarme en el día después de la manifestación. Confío en nuestros dirigentes.


Si quiere demostrar que es un gran presidente, capaz incluso de contradecirse, que escucha a su pueblo y no a los medios, si quiere que los franceses le consideren por fin como su presidente -de momento no es el caso: ahí está su baja popularidad-, no debe perder la oportunidad única que se le brinda de retirar el proyecto de "matrimonio para todos". Incluso sus promotores no le apoyan.

Todo está muy claro: no estoy convencido de que la pareja homosexual sea lo mejor que le puede ocurrir a uno que se siente homosexual de forma duradera. A día de hoy, no me he topado con uniones homosexuales que de verdad sean sólidas, resplandecientes y satisfactorias a largo plazo. Por eso he elegido vivir la continencia, es decir, entregar mi homosexualidad a Jesucristo y a su Iglesia.

Significa que he abandonado definitivamente el ligoteo, la masturbación y la pornografía, porque me dí cuenta de que estaba prisionero y triste cuando me obligaba a mí mismo a soñar y a experimentar el amor homosexual.


He entendido que, en amor, es difícil servir a dos amos: el Dios Jesús encarnado en la Iglesia y en la diferencia entre los sexos y, por otra parte, el amor que disuelve la diferencia entere los sexos, es decir, el amor homosexual.


...he elegido la Iglesia que nunca me decepciona.


Es una opción libre, entera, emancipadora y concreta, que reconoce mi homosexualidad pero sin tener que arrastrar la culpa. ¡Nadie imagina lo feliz que soy desde que dejé de practicar la homosexualidad!


Un director espiritual me decía que la conciencia era el otro nombre del Espíritu Santo. Y como estoy convencido que el Espíritu Santo, muy especialmente mediante el don del bautismo, está presente en el corazón de cada ser humano, pienso que también se expresa a través del sentido común, de nuestra libertad y de nuestra conciencia. Sí: mi observación de lo real, a la luz de la Iglesia, me ha ayudado a optar por la castidad.


Francamente, nunca he experimentado un alejamiento real de la Iglesia, ni fase de rebeldía o de rechazo ni tampoco crisis de fe: la Iglesia forma parte de mí y siempre ha sido vital; lo cual no me impide ver las carencias de la gente de la Iglesia, que somos todos.


Cuando se quiere a una persona o a una familia, se la quiere en su totalidad: ni se la trocea ni se acepta de ella solo lo que gusta. También hay que aceptar lo que no gusta.


¡Por supuesto! El mensaje de la Iglesia es realista porque sitúa a la persona y a su libertad en el centro de todo. Para los homosexuales que prefieren limitarse a sus actos o a sus pulsiones para no ser libres, es difícil recibir ese mensaje como una Buena Nueva.

Que el camino católico es liberador: para la Iglesia católica, una persona homosexual, aunque sienta una atracción física seria y real hacia otra persona del mismo sexo, siempre será libre de no dejarse reducir a la homosexualidad y de no plasmarla en forma de pareja. Según el Magisterio católico, la diferencia entre sexos y la identidad de hijo de Dios, son los dos pilares fundamentales que definen al ser humano.


Aunque pueda ser profunda, no es fundamental: el hombre es algo más que sus fantasmas genitales o sus sentimientos del momento. Está llamado a algo más grande, más duradero, más objetivo y más libre.

¿En qué? La Iglesia es la que de verdad defiende y construye la libertad de las personas.

Por supuesto, aunque el término lobby gay me perturba ya que los lobbies están influidos por los bisexuales gay friendly, indiferentes a la homosexualidad y al matrimonio. Pero lo cierto es que los militantes homosexuales -los gays y los gay friendly-, que se presentan como defensores del ´amor´, de la ´tolerancia´ y de la ´libertad´ suelen ser cien veces más violentos que sus adversarios.


Sí: la diferencia es abismal. Y la violencia no es solo verbal.


El pasado 17 de noviembre en Lyon, durante una de las primeras manifestaciones contra el proyecto de Hollande, la policía arrestó a 40 contramanifestantes pro ´matrimonio´ gay que llevaban armas blancas.


...que hay muchísimas personas homosexuales que desfilan contra esta ley aunque no se atreven a hacerse visibles. Lo que me hace pensar que es muy probable que la manifestación pro ´matrimonio´ gay del próximo 27 de enero sea de una violencia inaudita.