«Desagrada contradecir a las almas caritativas, pero la única figura legitimada para escandalizarse por la pederastia en la Iglesia de hoy es la misma Iglesia: los sacerdotes, los obispos y el Santo Padre. Por el contrario, a todo el mundo laico y secularizado le conviene, y mucho, callar». Así empieza el artículo publicado hace tiempo por la asociación italiana Libertà e Persona, en el que señala que es precisamente el mundo laico (en el sentido negativo del término, es decir, ateo) el que debería, antes de juzgar, hacer un poco de introspección: son sus propios colegas, pensadores y paladines, como por ejemplo Simone de Beauvoir, Michel Foucault o Jack Lang, los que firmaron una petición a favor de la legalización de las relaciones sexuales con menores de edad. Y esto, por empezar por alguna parte del mundo laico. El artículo continúa con un gran elenco de ejemplos que ReL repasa a continuación.
«Sobre todo, le conviene callar a los moralistas del The New York Times, que en los últimos diez años han publicado más de 150 artículos sobre la pedofilia en la Iglesia», ignorando sistemáticamente los estudios y noticias sobre el mismo fenómeno de los abusos en las escuelas públicas. Lo cual demuestra, continúa el artículo, «que el fenómeno de la pedofilia en sí mismo, les da igual».
También les conviene callar a los periodistas del diario italiano Repubblica, que en un editorial definieron al arzobispo de Milwaukee, monseñor Weakland (que había llegado a acusar con cierta ambigüedad a Benedicto XVI de ocultar a los pedófilos), como «una de las figuras más luminosas del catolicismo de los Estados Unidos de América (...) que murió perdonando a aquellos que lo había relacionado injustamente con acusaciones difamantes». «Una pequeña precisión», señala el artículo de Libertà e Persona: «Monseñor Weakland no está muerto, ni mucho menos, aunque es cierto que ya no es el arzobispo de Milwaukee desde el año 2002, momento en el que renunció después de que un estudiante de Teología le hubiera acusado de violencia carnal, rompiendo el secreto que el arzobispo le había impuesto a cambio de 450.000 dólares».
«Harían bien en evitar la indignación de la pedofilia en la Iglesia incluso los partidarios de Michele Santoro (conocido periodista televisivo italiano), ya que su ídolo retransmitió el vídeo de la BBC Sex and the Vatican (que fue condenado en 2008 por el Juzgado de Paz de Roma, acogiendo el recurso de un ciudadano indignado que consiguió una indemnización de resarcimiento por él; el jugzado lo calificó como «una tergiversación del problema de la pedofilia»), pero no dijo nada cuando, recientemente, un pedófilo siciliano salió de la cárcel después de violar a tres niñas y volvió a reincidir con una niña de cuatro años, o cuando un carnicero de Venecia fue juzgado por mantener relaciones sexuales con un niño de trece años y su condena fue revisada por el juez, que reconoció circunstancias atenuantes porque «el sentimiento era cierto». «No nos resulta difícil imaginar la furibunda reacción de Annozero (el programa de Michele Santoro en la RAI) si un religioso, después de haber violado a tres niños, hubiera reincidido tras salir de la cárcel: ¡Se habría desencadenado un infierno!», ironiza el artículo.
En términos más generales, la galaxia entera de la cultura contemporánea debería hacer caso omiso de la pederastia clerical y pensar en sus célebres intelectuales, sobre todo de Foucault y Tournier, corifeos y voceros de la lamentablemente llamada «pedofilia dulce», que han escrito a favor de la infancia totalmente emancipada y sin límites, obligaciones o normas, «en la que el sexo polimórfico natural no se vea obstaculizado por la hipocresía social. Todo ello, se entiende, en nombre del libre e imperativo sofocamiento del deseo sexual», lamenta Libertà e Persona.
Sorprende también cómo se han ocultado siempre las afirmaciones del filósofo anticlerical Jean-Jacques Rousseau, que aseguró haber comprado en Venecia una niña de diez años que supo «liberarlo de su depresión». O de la escritora de la Generación de los años treinta Dacia Maraini, que afirma que el incesto es algo natural. O del teórico del 68 Gerd Koenen que escribió que «en las guarderías infantiles más radicales las actividades sexuales se convierten en una parte integrante de los juegos».
Si los grandes medios de comunicación deciden seguir investigando y publicando sobre la pedofilia, podrían comenzar hablando de la petición que Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Michel Foucault y Jack Lang (futuro ministro francés) firmaron, en la que reclamaban la legalización de las relaciones sexuales con menores de edad. O quizás podrían comentar si consideran de justicia que el mundo cultural laico haya concedido nada menos que el Premio Nobel de Literatura a André Gide, un escritor que en su obra cuenta cómo, en las calles de Tánger y Casablanca, se divirtió con los impúberes: «¿Serían también capaces de conceder el Nobel incluso a un sacerdote pedófilo con dotes literarias?», se pregunta el artículo.
También se podría hablar de Aldo Busi, escritor y columnista anticlerical italiano, que llegó a afirmar en televisión que la pedofilia no puede ser asimilable a criminalidad, haciendo apología de ella y afirmando que él mismo había mantenido relaciones sexuales con adultos cuando tenía ocho años. Más aún, acusaba a los niños de seducir a los adultos, quitándoles así la responsabilidad a los pedófilos.
Sorprende también lo que algunos parlamentarios radicales -asalariados de los contribuyentes italianos, hay que recordar- escribieron en el diario Libero el 28 de abril de 2002: «Es totalmente inaceptable la criminalización de la orientación sexual como tal, de una forma de ´ser´, de un ´estado´ [...] criminalizar a los ´pedófilos´ como tales, por el contrario, no sirve para proteger a los menores de edad, sino sólo para crear un clima incivilizado».
Pero no es el único político italiano que se ha pronunciado en este sentido. El actual gobernador de Puglia, el homosexual Nichi Vendola (también presidente del partído Izquierda, Ecología y Libertad) afirmó en una entrevista concedida en 1985 al periódico Repubblica, que no es fácil tratar un tema como la pedofilia, «esto es, el derecho de los niños a tener su propia sexualidad, a tener relaciones sexuales entre ellos o con los adultos».
También se podría hablar de Daniel Cohn-Bendit, líder de los Verdes en Bruselas (quien luchó en su momento por rechazar el nombramiento de Rocco Buttiglione a la Comisión Europea), a partir de su propia experiencia como maestro: como él mismo dice, «bajaba los pantalones a sus alumnos» y practicaba sexo con ellos.