"Los únicos que entienden lo que digo y ofrecen un poco de resistencia son los católicos. Personalmente, esto me aflige. Soy un hombre de izquierdas y me expongo a las burlas de mis amigos cuanto digo esto".
Era el lamento de Jacques Testart, biólogo y padre científico en 1982 del primer bebé-probeta francés, cuando le preguntaban por la nueva eugenesia en curso mediante la selección de embriones o los vientres de alquiler. Aunque no se arrepiente del mecanismo que puso en marcha (rechazado por la Iglesia como contrario a la dignidad de la procreación), sí criticaba ese tipo de consecuencias manipuladoras que ha tenido.
Cuatro años después de aquellas declaraciones, Trestart lucha ahora contra el transhumanismo, la nueva moda ideológica a la que acaba de consagrar un libro, Au péril de l'humain. Les promesses suicidaires des transhumanistes [Lo humano, en riesgo. Las promesas suicidas de los transhumanistas], escrito en colaboración con la periodista Agnès Rousseaux.
Según las predicciones transhumanistas, antes de treinta años la inteligencia artificial habrá superado a la humana y grandes problemas humanos como la enfermedad y la muerte habrán sido superados. Habrá nacido un nuevo ser post-humano, genéticamente mejorado y tecnológicamente potenciado.
"Hace cinco años todo el mundo se reía al oír hablar de transhumanismo", recuerda Trestart en una entrevista del pasado jueves en Libération: "Hoy, muchos comienzan a adherirse a él".
"Se trata", explica, "de una ideología que prospera sobre las innovaciones extraordinarias de la tecnociencia, ya sea en torno a la genética, el cerebro o la inteligencia artificial. Hay cosas tan fantásticas que dan pie a hacer creer que todos los antiguos mitos que arrastramos desde el origen de los tiempos, como la inmortalidad, la inteligencia superior o el héroe imbatible pueden convertirse en realidad. No son más que sueños infantiles, una ideología infantil".
La posibilidad de ser como los Avengers [Vengadores] de la Marvel, convertida en ideología: poco más es el transhumanismo, según Jacques Testart. Pero muchos empiezan a creer en ello.
Ideología además, en la que solo se puede "creer, porque no hay prueba de nada".
"Uno puede posicionarse racionalmente para demostrar que eso no es posible, y uno puede también posicionarse filosóficamente para demostrar que no es deseable", continúa: "¿Qué significa ser inmortal? ¡Aburrirnos el resto del tiempo! Supongo que habrá que quedarse en la cama. Es inmovilidad, espera, tedio. En cuanto a su viabilidad, numerosos elementos muestran que es imposible. Se nos dice que es inminente, que los niños que vivirán trescientos años ya han nacido. Lo que querría decir que las tecnologías ya están ahí. Pero estos predicadores, ¿han creado ya un ratón inmortal? ¿Una mosca inmortal?"
Una entrevista televisiva de Trestart, en la que expresa conceptos muy similares a la de Libération.
Es más, Trestart dice que "la duración de la vida con buena salud está disminuyendo en Estados Unidos, en el Reino Unido, en Francia. ¡Y justo en este momento nos proponen la inmortalidad! ¡Veremos si no acaba siendo al revés! Hay un montón de nuevas enfermedades, están los disruptores endocrinos, los nuevos virus y todas las enfermedades crónicas que se están desarrollando".
Infantilismo inducido por la tecnología
Según Testart, parte del éxito de esta ideología procede de "los comportamientos inducidos por la tecnología", como el uso abusivo de las pantallas y en particular del teléfono móvil, que "han cambiado las relaciones con los demás": "Se está infantilizando a la población, irresponabilizándola, haciéndole perder su autonomía y poniéndola en manos de 'especialistas' que dictan cuál es el buen comportamiento". Esto hace a los jóvenes especialmente sensibles al discurso transhumanista: "Son muy receptivos. Esto modifica a la vez sus relaciones sociales, su imaginación, incluso su ocio".
¿Qué hacer para que no caigan en ello? Muchas cosas no pueden prohibirse, opina Tresart, pero "hay que mostrar que no es así como deseamos vivir. Hay que ofrecer algo distinto que soñar".