En veinte países (todos con mayoría islámica) siguen estando en vigor leyes que castigan la conversión del Islam a otra religión con penas que llegan hasta la muerte. Los países en cuestión son Egipto, Irak, Jordania, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita, Sudán, Siria, Emiratos Árabes Unidos, Yemen, Afganistán, Irán, Malasia, Maldivas, Paquistán, las Islas Comore, Mauritania, Nigeria (en la parte islámica del país) y Somalia.
Lo indica el Observatorio de la Libertad Religiosa que dirige el sociólogo Massimo Introvigne. El estudioso de origen turinés comentó una investigación que publicó el centro estadounidense Pew Forum.
«La investigación –afirma Introvigne– tiene puntos fuertes y puntos débiles. Es típicamente estadounidense, en el sentido de que critica 32 países que tienen normas que implican sanciones administrativas en contra de la blasfemia, incluida Italia, y 87 países que castigan la difamación de la religión. Así, terminan en la mira del instituto de investigación estadounidense algunos países en los que la libertad religiosa está plenamente garantizada, pero que tienen una prohibición tradicional de la blasfemia o de la ofensa hacia comunidades y que no forma parte del derecho estadounidense, que insiste en la libertad de expresión más absoluta».
«Hay que distinguir –explica Introvigne– entre las leyes sobre la blasfemia que castigan (incluso con la pena de muerte) cualquier crítica en contra de la religión dominante, como sucede en Paquistán o en Somalia, y la simple sanción, en la mayor parte de los casos bastante blanda, de las verdaderas blasfemias».
«La investigación del Pew, de cualquier manera, tiene razón y confirma nuestros datos al llamar la atención sobre el hecho de que en muchos países la libertad de religión se interpreta como libertad de culto (incluso cuando esta no está prohibida): libertad de decir Misa en las Iglesias, pero no religión de cambiar de religión o de convertirse, es más, los que se convierten cometen un delito. Esta no es la verdadera libertad religiosa».