Manuel Guerra, el mayor experto de la Iglesia española en este tema, asegura que más de 6.000 personas adoran a Lucifer en nuestro país y ha catalogado hasta 54 grupos diabólicos. La zona de mayor actividad es Levante y las grandes urbes como Barcelona o Madrid. Pero, sin duda, el país que sufre más violentamente el satanismo sigue siendo Italia.
En la red de las sectas satánicas
Según una encuesta, uno de cada diez adolescentes italianos corre el riesgo de caer en manos de una secta satánica. Muchos de los jóvenes entrevistados han declarado que si Satán les diera poder y dinero no tendrían problema ninguno en aliarse con él.
Lo ha explicado en «Famiglia Cristiana» el profesor Tonino Cantelmi, psiquiatra y presidente de la Asociación de Psicólogos y Psiquiatras Católicos: «Se sienten atraídos y fascinados por la rebelión y la anarquía, por la práctica del sexo, el consumo desmedido de alcohol y la atracción de la droga. Hay algo muy importante, y es que el satanismo no es ausencia de valores -si fuera así sería mucho más fácil combatirlo- sino un contravalor, la afirmación y el triunfo del valor moral del mal, por desgracia algo profundamente atractivo en los tiempos que corren», explica.
Cuando la fe es sólo fachada
En cuanto al componente religioso, según el profesor Cantelmi, el factor principal es el de rebelión a la religiosidad católica, la mayoría de las veces recibida de los propios padres. Y a veces ni siquiera eso: «Hoy la fe católica se vive a menudo sólo como fachada. La expansión de los grupos satánicos es más una consecuencia de la falta de valores fuertes: los padres han renunciado a su papel de padres y formadores», sostiene.
Cuando se habla de satanismo, viene enseguida a la cabeza la terrible cadena de homicidios, misas negras y rituales satánicos. El más conocido en Italia es el caso de las «Bestias de Satanás», de la zona de Varese, una secta satánica que acabó en 1998 con la vida de dos de sus miembros, Chiara Marino, a la que consideraban la «encarnación de la Virgen María» y a su amigo Fabio, por defenderla. Tenían 16 años.
Michele Tollis es el padre Fabio, víctima de su propia red: «Mi hijo tocaba por los bares. Al principio sólo hacía música “metal”, pero el problema llegó cuando empezó a frecuentar el pub Midnight. Comenzó a componer letras de tipo satánico, vestía de negro y llevaba símbolos extraños, pero a mí eso no me preocupaba.
»Pensé que era el típico síntoma de adolescente rebelde. Además, era buen estudiante, nada problemático», asegura. Una noche, tras una discusión, los líderes de la secta se los llevaron a un bosque y los asesinaron brutalmente. «Fui demasiado ingenuo. Tendría que haber estado más atento al ambiente que frecuentaba mi hijo.
»Cuando ya nada tenía remedio pasé un día por el Midnight y vi que tenían un altar con la figura de Satanás pisando a un hombre. Tenía que haber mirado antes, y no limitarme a ir a buscarlo allí algunos días. Sólo en la fe he encontrado la fuerza suficiente para salir adelante después de todo aquello. Y me ha ayudado especialmente la figura del Padre Pío, al que he encomendado a mi hijo y a mi familia, que gracias a Dios permanece unida», reconoce.
«Satanás es muy astuto»
El padre José Antonio Sayés, profesor en la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos), autor de la obra «El demonio ¿realidad o mito?», asegura que el demonio existe, aunque muchos sacerdotes no crean en él: «Hay una corriente secularizadora en la teología que nace en los años sesenta, que realmente piensa que todo esto se debe a un lenguaje mítico que hoy en día no podemos aceptar en un mundo secularizado.
En un mundo que no necesita a Dios, hablar del demonio sería hablar de algo que el hombre moderno no puede aceptar. Y el sacerdote tiene complejo, miedo a hablar de ello, y también una tremenda ignorancia. Yo, por ejemplo, durante mis años de formación nunca recibí una clase de teología sobre el demonio. Ni en el seminario ni en la Universidad Gregoriana, la de los buenos tiempos que yo conocí. Y he escrito un libro sobre el demonio, porque yo mismo quería tener clara la cuestión», sostiene.
Sin embargo, según el padre Sayés, resulta que curioso que precisamente hoy el mundo moderno esté más inclinado a hablar del demonio que nunca: «Y eso es porque ya ha tocado fondo y empieza a tener miedo. Cuando el hombre se aleja de Dios, le entra miedo. Ve que no se puede dominar el mal y empieza realmente a interesarse sobre este tema.
Hay numerosas sectas satánicas en Italia, por ejemplo, en Turín, donde el arzobispo ha tenido que nombrar a cuatro nuevos exorcistas porque hay unas 40.000 personas involucradas en sectas satánicas», explica.
Insiste en que al demonio, si se vive en paz, no hay que tenerle miedo: «Una persona que sea cristiana, que reza diariamente, que acude a los sacramentos, a la eucaristía y la penitencia, no tiene nada que temer. Creyendo en Cristo no es posible el miedo. Él vino a destruir las obras del diablo y tiene conciencia de que con su muerte, con la obediencia al Padre, que le ha llevado hasta la Cruz, vence al “Príncipe de este mundo”. Contamos con la gracia de Cristo que nace de su misterio pascual para vencer el pecado, para vencer al demonio, para vencer la muerte», explica.
«Al demonio se le puede vencer, pero hay que tener los ojos abiertos», continúa. «Decía Baudelaire, que la mayor astucia del demonio es hacernos creer que no existe porque así trabaja mejor. No hace muchas posesiones diabólicas, porque en un mundo descreído como el nuestro, eso llevaría a la gente a creer en él.
»Si hay una posesión diabólica, por ejemplo, de un joven en la universidad y lo ve todo el mundo, nace un interrogante para todos los estudiantes. El demonio es más astuto: prefiere convencer a los sacerdotes de la que la oración no es tan importante, provocar la división dentro de la fe. Y lo está haciendo bastante bien», concluye.
Pero no todo está perdido. Como dice el profesor Cantelmi, de las sectas satánicas se puede salir: «Todo el que quiera liberarse de esta trampa, debe saber que, además de recibir un apoyo espiritual, debe confiarse a un apoyo psicológico, social y legal, a toda una red de protección. Y no está solo. Siempre habrá gente que le va a ayudar».