Cuando Vicky Thorn se implicó en el movimiento pro-vida en EEUU, éste ni existía. Ella fue una de las pioneras que a principios de los 70 empezó a tratar con mujeres que habían abortado. No se había legalizado aún la práctica en EE.UU pero ya se realizaban estas intervenciones de forma clandestina.
En un país donde se ha acabado con la vida de 40 millones de niños antes de nacer, las secuelas del aborto han afectado, durante décadas, a millones de personas, mujeres y hombres.
El sufrimiento masculino
Vicky también es una de las primeras que ha hablado del sufrimiento del hombre después de un aborto de su pareja o de un familiar. Afirma, rotundamente, que las consecuencias del aborto en los hombres son todavía “un tema tabú porque aún se piensa que el aborto es un asunto de mujeres”.
En su programa de ayuda a la madre que ha abortado, el proyecto Raquel, Vicky también se aproxima a la historia de esos varones que “dejaron que ella tomara la decisión porque era su cuerpo”. Esta psicóloga norteamericana afirma que los hombres que han llegado hasta ella han pasado por la ira, la rabia, la frustración, el sufrimiento profundo, el arrepentimiento y la tristeza. "Les cuesta aceptar que han mirado para otro lado” y, cuando lo han aceptado, portan una una pesada mochila de dolor acumulado.
Vicky describe dos actitudes: la reacción del hombre que, al tener hijos, se vuelve sobre protector y vive en constante angustia por que les suceda algo a sus hijos. Y la actitud autodestructiva: ha encontrado a hombres que han pasado por un infierno de alcohol, drogas y adicciones sexuales.
A estas situaciones hay que sumarles que ellos sienten mucha más vergüenza por haber dejado que les arrebataran a su hijo “ya que muchos de estos hombres querían ser padres pero su entorno les presionó para que permitieran que ella eligiera. Todos ellos necesitan ser sana, necesitan un abrazo y alguien con quien hablar de lo que les sucede”. Así, se reconcilian consigo mismos y encuentran una cura.