"Lesbiana, casta pero no célibe, con marido, cinco hijos y feliz católica, cuenta su testimonio". Así titulábamos el 21 de enero en Religion En Libertad la historia de una mujer, católica conversa, que manteniendo su anonimato explicaba cómo se mantenía fiel a su esposo, al que ama plenamente, pese a sentirse sexualmente atraída por mujeres. También contaba cómo había vivido una relación sexual de varios años con una mujer antes de conocer a su esposo. «No soy distinta a un heterosexual que se esfuerza por no usar a la mujer como objeto, o a una heterosexual tentada a fornicar», explicaba.
Esta historia apasionante contó con la atención de más de 13.000 lectores en nuestra web (los que hicieron clic sobre la noticia).
Desde que esta mujer contó su testimonio en inglés en los blogs de CatholicSistas.com (más en concreto, aquí) la historia ha circulado y muchas personas han querido comentarla, o, más bien, criticar a la protagonista, incluyendo a gran cantidad de escépticos y muchas personas groseras. Ella ha querido responder a las críticas con argumentos en un segundo artículo.
"Escribí el artículo bajo anonimato y me alegro de haberlo hecho así, dado el vitriolo de los comentarios que siguieron", explica.
Esta madre de familia resume las críticas que le hacen en tres puntos:
"1. Que no soy una verdadera lesbiana y no debería denominarme como tal."
"2. Que vivo una vida falsa, injusta con mi esposo e hijos, condenada a la autodestrucción"
"3. Que daño a la gente que se esfuerza con su Atracción por el Mismo Sexo (AMS) al sugerir que pueden superar su orientación sexual"
"Algunos decían que yo nunca fui lesbiana o no lo fui suficiente tiempo: parece que tres años de relación lésbica no es suficiente para ellos. Pero cuanto más lo pienso, más veo que en realidad ninguna etiqueta es adecuada para alguien como yo. No me atraen los hombres, así que no soy heterosexual ni bisexual. No ejerzo mi atracción por las mujeres, así que no soy lesbiana. Lo más exacto es decir que las mujeres me atraen, pero mi esposo me atrae más. Y el lazo espiritual, emocional y físico con él eclipsa totalmente la atracción por otras personas de cualquier sexo. ¿Hay una etiqueta que define esto? Creo que sí: ¡casada!"
[La autora no lo dice, pero su situación no es tan insólita. Un caso famoso es el de Mary Garman, la esposa del poeta Roy Campbell, como se cuenta en "España salvó mi alma" (LibrosLibres). Ella había tenido experiencias lésbicas antes de casarse; es indudable que amaba apasionadamente a Roy, escandalizaban a los campesinos de la costa de Gales con su actividad sexual en playas y campos, pero después de casados ella tuvo una intensa relación lésbica con la escritora Vita Sackville-West. Un par de años después, viviendo en Provenza con Roy y sus hijas, ella se acostó con su cuñada mientras él lo hacía con otra mujer. No hay duda de que a ella le gustaban las mujeres... pero le gustaba más Roy. Cuando se bautizaron como católicos dos años después en Altea, Alicante, en 1935, y se re-casaron por la Iglesia, aceptaron la exclusividad de su lazo y ya siempre se mantuvieron fieles a la relación matrimonial y enamorados. Este caso ilustra el fenómeno: una atracción general hacia las mujeres, superada por un amor profundo a un hombre que cristaliza en un verdadero matrimonio. Mary Garman, como nuestra protagonista, tendría quizá sus luchas internas, pero como ella, tras su conversión fue también una persona de oración constante (misa y rosario diarios en el caso de Mary) lo que al parecer cimentó el éxito de su matrimonio].
Nuestra protagonista trata ahora la segunda objeción: ¿es injusta con su marido? "Aunque vivimos en una cultura que se regodea en la pornografía chica-con-chica y en los tríos, ahora resulta que mi pobre esposo es objeto de compasión porque me atraen las mujeres. Nadie se para a considerar qué tipo de hombre tan maravilloso es para inspirar tanta lealtad en una mujer".
"Quizá mi mayor error fue decir que lucho contra mi AMS diariamente. En realidad, tengo cinco niños, y como sabrá la mayoría de las mujeres en esa situación, la mayor parte de mi vida se gasta en atender las necesidades de mi familia, no en ver cómo sacio mis deseos sexuales. La mayor parte del tiempo mi AMS no es relevante, porque me siento espiritualmente llena por Dios, y física, intelectual y mentalmente llena por mi esposo. Pero hay ocasiones, como expliqué, que me cuesta ponerme ´a tono´ -¡mostradme una mujer, lesbiana o no, que no le pase!- y en esos momentos soy más vulnerable a imágenes y pensamientos que sé que ´harían el trabajo´. Igual que un heterosexual es vulnerable a la infidelidad cuando su matrimonio flaquea, yo soy vulnerable a pensar en camaraderías fáciles con una mujer cuando me siento distanciada de mi marido por alguna pelea o por el mero cansancio de la vida".
¿Son esas tentaciones evidencia de que se autoengaña o reprime su lesbianismo de forma dañina? No, dice ella.
"Quien interprete estas tentaciones como una prueba de que suprimo mi yo-verdadero tiene un entendimiento inmaduro de lo que es el amor, ¡especialmente el amor matrimonial! Es verdad que el amor empieza con la chispa de la atracción sexual, y nuestro caso no es una excepción. Pero el amor al final se expresa con actos, no sentimientos. Amor es hacer la comida, y la colada después de un día en el trabajo, porque tu esposa está mareada y vomitando por sus náuseas matutinas. Amor es sacrificar tu tiempo para que tu esposo pueda ir a un retiro espiritual, para acercarse al Señor. Amor es limpiar el vómito de la cara envejecida de tu esposa, enferma terminal, cambiar los pañales de adulto de tu esposo en coma, cuidarle aunque él no recuerde ya ni quién eres. El amor es la Cruz".
"Soy humana y lucho con la tentación a veces, ¿quién no? Pero también acepto que la Iglesia habla con la voz de Cristo, así que acepto que mis deseos homosexuales son desordenados y no hay que ser indulgente con ellos. No soy especialmente disciplinada ni fiel, pero tengo la confianza inquebrantable de que Dios me dará todas las gracias que necesite para resistir mi AMS y para construir un matrimonio feliz y pleno. El matrimonio y la vida familiar son los medios que Dios ha escogido para santificarme, con la AMS como simplemente una aflicción entre otras que Él intenta desarraigar de mi alma. Ni siquiera es la peor, ya que estamos".
"Lo que me lleva a la tercera crítica que hacían los lectores de mi testimonio: que al compartir en mi testimonio que estoy felizmente casada, propongo el matrimonio como una cura eficaz para la AMS. No es cierto, no lo hago. El matrimonio es una llamada a una unión de por vida, no es un tratamiento, ni la respuesta para todas las personas con AMS. Una de las cosas que amo del catolicismo es que admite muchos caminos hacia la santidad, muchas vocaciones. Para la gente que siente repulsión profunda por las relaciones íntimas con alguien del sexo opuesto, el matrimonio ciertamente no es su vocación. Pero todos tenemos una vocación: al matrimonio, la vida religiosa, o soltera... sólo la persona puede discernirlo con oración."
"¿Puede alguien curarse de la AMS? Sí, a veces", explica con claridad esta madre de familia. "Y a veces, no", añade. "La homosexualidad es una patología compleja que tiene causas biológicas, psicológicas y espirituales y solo Dios sabe cuánto, por qué y cómo una persona experimenta AMS.
Esta mujer añade que "es difícil encontrar una persona hoy que no esté herida en un aspecto u otro de su sexualidad. Pero para curarnos, primero hemos de admitir que estamos enfermos. La mayoría, incluso entre católicos, no quieren admitir que la AMS es un desorden. En el pasado, lo que sufrían esta aflicción eran víctimas de prejuicios y violencia. Ahora nuestros pecados se aplauden como si fuesen una expresión de nuestro yo más auténtico. Pocos saben ofrecer la verdad con amor, como Jesús hacía. Si Nuestro Señor estuviera con nosotros hoy, casi seguro le encontraríamos en los bares gay, curando a los que quisieran admitir que le necesitan, con una llamado final, suave: "vete y no peques más".