La homilía del obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, sobre "personas que se corrompen y se prostituyen o van a clubs de hombres", donde "encuentran un infierno", tienen una realidad detrás: hay chicos jóvenes que se prostituyen. Y sus clientes son homosexuales, casi nunca mujeres.
Pocas personas en el mundo saben más de la prostitución masculina en Occidente que el diácono John Green, fundador en 1990 de Emmaus Ministries (www.streets.org). Durante más de 20 años, el diácono Green ha recorrido las calles de Chicago por las noches y ha sacado de ellas y del mercado del sexo a 500 hombres que se dedicaban a la prostitución. Con sus colaboradores, contacta con unos 500 prostitutos al año: consiguen sacar del ambiente a 20 o 30 anualmente. Emmaus funciona bien y ha creado otra iniciativa similar en Houston.
Como ha demostrado el debate sobre las palabras de Reig Pla, los jóvenes prostitutos son "invisibles". Nadie les ve, nadie habla de ellos, nadie trabaja por ayudarles. No son "topic". Un obispo habla del drama de los jóvenes prostitutos y toda la prensa se dedica a llamarle homófobo sin pararse a pensar si la vida de los jóvenes prostitutos es, realmente, un infierno.
La invisibilidad de estos chicos es importante. Green insiste en ello en entrevistas y en su libro "Streetwalking with Jesus". La Policía, por ejemplo, actúa cuando una situación es visible, molesta, pero estos chicos son invisibles.
"La prostitución masculina se funde con su ambiente, no es algo que veas en la calle. Hasta un niño pequeño puede identificar a una prostituta femenina por sus ropas exuberantes, o por el chulo que está cerca", explica Green. Con los chicos no es así. "Si piensas en los asesinos en serie que mataban chicos prostitutos, como Jeffrey Dahmer o John Wayne Gacy... ¿por qué lo hacían? Porque sabían que a nadie le importan esos chicos", apunta Green.
Son miles de jóvenes que tienen relaciones homosexuales en este mercado sin ser homosexuales de arraigada tendencia. Muchos no saben lo que son ni lo que quieren. Cada vez empiezan más jóvenes y desorientados. Los datos de Chicago no deben ser demasiado distintos de los de Madrid. Quizá sólo hay que sustituir los datos étnicos: en Chicago la mayoría son chicos negros; en España podrían ser "gitanos" o "magrebíes" o "hispanos". En cualquier caso, pobres.
"La mayoría de los chicos con los que trabajamos en Chicago tienen entre 25 y 35 años. Pero en los últimos años los vemos más y más jóvenes. Chicos como Christopher, de 12 años, y a menudo también de 14 o 15, vendiéndose en las calles. Tendrán suerte si llegan a los 40 años, con los peligros de las calles: enfermedad, adicciones, que te maten por nada...", añade el diácono. Las estadísticas hablan de que un 30% de prostitutos son portadores del virus del sida.
"La mayoría de estos chicos son heterosexuales que están metidos en el sexo gay en la calle por dinero. Si piensas en lo que eso significa, ves que tienen que forzarse para hacer lo que hacen. Muchos empezarán la noche con unos tragos en algún bar, o tomarán algo de cocaína, o fumarán lo que sea. Eso aturde sus sentidos para salir y poder hacer lo que hacen por dinero. También baja sus inhibiciones, y empezarán a hacer cosas que no querían en absoluto, y eso les deprime y les llena de ansiedad, así que se toman más fármacos y entran en un ciclo de adicción y prostitución que literalmente acabará con sus vidas", describe el fundador de Emmaus Ministries.
"Encuentran un infierno"... podríamos decir, con el obispo de Alcalá.
En la web de Emmaus Ministries usan una descripción modelo del prostituto tipo, según el American Journal of Orthopsychiatry de 1974, porque la realidad no ha cambiado mucho: "tiene entre 15 y 23 años, está desempleado, pobre historial laboral, de inteligencia baja o media, de trasfondo socioeconómico con carencias, de educación inferior a la media, dejó los estudios, viene de un hogar roto con malos modelos parentales, falto de calor y con exceso de violencia y rechazo".
Las familias rotas son un caldo de cultivo para este tipo de chicos. No se han sentido amados en casa... Quizá ese cliente que no les grita ni les pega (al contrario que en su casa) y que le dice cosas amables y le compra regalos y le da dinero... ¿será eso el amor?, puede preguntarse un joven prostituto de 13 o 15 o 17 años. Pero pasa el tiempo y algunos descubren que no, que solo es compra-venta y búsqueda de placer y servicios. Lo que cuesta es descubrir que, pese a todo, no eres una máquina de servicios: eres una persona digna de ser amada.
Para salir de este círculo, el diácono Green y Emmaus Ministries proponen aplicar "tiempo, trato y charla". Es decir, pasar tiempo con los chicos, conocerlos bien, tratarlos, tocarlos con una amistad sincera, no sexual, y tender lazos personales. Después, cuando están dispuestos y piden salir del ambiente y cambiar, ayudarles a ello. Pueden pasar años. "Nos cuesta más dar tiempo, trato y conversación que dar limosnas, pero eso es lo que realmente logra efectos duraderos en la vida de una persona", dice Green.
Green recuerda que "el profeta Jeremías predicó 40 años antes de que nadie le hiciera caso" y que el Buen Pastor lo dejó todo por salvar a una sola de sus ovejas. Hace ya muchos años que Green tuvo la experiencia de escuchar, en su interior, "en un monasterio trapense cerca de Rochester" una "voz aún pequeña del Espíritu que me decía ´esta es tu llamada, esta es tu gente, irás y ayudarás a esos tíos´".
Este diácono católico, desde hace unos meses ya no está al frente de Emmaus Ministries, porque se mudó con su esposa e hijos a otro estado a cuidar de su anciana madre y dedican allí su esfuerzo a la Cáritas local. Pero su sabiduría después de 20 años recorriendo las calles permanece en la asociación que fundó, los cientos de personas que ha entrenado para salir a las calles, donde trabajan cada noche, y en su libro, "Street Walking with Jesus" (www.streetwalkingwithjesus.com). Con una función que nadie más se molesta en hacer: sacar a unos chicos invisibles de un infierno que algunos minimizan.