Poder ver en la oscuridad, mejorar el carácter o transmitir el contenido cerebral de una persona a un pen drive. Estas son solo algunas de las pretensiones del transhumanismo, que lejos de ser ciencia ficción, ya se está aplicando en el día a día. Laiken Olive es la primera mujer en tener un brazo biónico, Neil Harbisson puede “escuchar” los colores mediante una antena en el cerebro y el español Manuel Muñoz se ha incorporado unas aletas con las que percibe las vibraciones del sonido, humedad, presión o temperatura.
La experta en bioética Elena Postigo ha alertado en Mundo Cristiano de que, más allá de las icónicas promesas de acabar con el dolor o retrasar la muerte, esta tendencia esconde serios dilemas éticos que afectan a lo más profundo de la persona.
El objetivo del transhumanismo, superar los límites de lo humano
“Quieren eliminar todo lo que forma parte de la condición física, limitada y orgánica del ser humano para potenciar la naturaleza, alterarla y llevarla a un nivel superior”, sintetiza Postigo sobre los transhumanistas. “Es una corriente que se plantea la posibilidad de la mejora del ser humano con el objetivo de eliminar lo que consideran aspectos indeseables, como el sufrimiento, el dolor o el ser mortales”, añade.
Dentro de los fines de esta corriente, muchos de ellos coinciden con los de la medicina tradicional, pero con una diferencia notable: “quieren realizar sus objetivos incidiendo en las bases biológicas mismas de la vida humana, introduciendo cambios genéticos en nuestra naturaleza”.
“Por otro lado la medicina tiene una finalidad terapéutica y de mejorar la calidad de vida, en el transhumanismo se va más allá de la terapia. No se quiere restaurar un órgano enfermo, se pretende mejorar su capacidades, potenciarlas y llevarlas a un nivel superior: que en lugar de vivir cien años podamos vivir trecientos y realizar actividad algorítmica superior a la normal”.
¿El problema? Una mejora materialista al margen de la virtud
Teniendo en cuenta estos objetivos, podría pensarse que esta corriente solo plantea intervenciones que perfeccionan la vida del hombre. Sin embargo, “el problema está en los medios que se utilizan, la ingeniería genética, quitar unos genes y poner otros y transformar la descendencia mediante cambios introducidos en gametos y embriones”.
Además de mecanismos que permitan “oler” los colores o ver en la oscuridad, plantean la criogenización posmortem y la mejora artificial del carácter. “Es toda una mejora integral del ser humano, pero no entendida en términos de virtudes o hábitos morales tal y como entendíamos hasta ahora. Ellos hablan de mejora biopsíquica porque son materialistas y su visión del ser humano es la de un ser constituido por genes y neuronas. La mejora, por tanto, es solo en términos materialistas”.
La experta Elena Postigo explica que la mayor parte de los transhumanistas son partidarios de transformar la naturaleza humana.
Los tres errores del transhumanismo incompatibles con la fe
La negación de todo límite, el materialismo y el ateísmo son los errores que, a juicio de Postigo, hacen del transhumanismo una corriente carente de moral e incompatible con el cristianismo. “Estamos ante una antropología que niega la corporeidad y la finitud hasta el punto de poder trascenderla. El transhumanismo proviene de doctrinas que consideran al hombre como una máquina”.
En tercer lugar, añade, “es una antropología atea, que prescinde de la idea del creador: el ser humano se autoconstruye mediante la técnica y la ciencia -biotecnología, genética, nanotecnología, robótica e inteligencia artificial- y todo esto, dicen, va a llevar al ser humano a un nivel superior posthumano. La negación de un creador hace que el ser humano se convierta en auténtico dueño y transformador de la naturaleza y de su propia naturaleza, y esto sí que creo que es un error teórico fundamental. Los trashumanistas llegan a sus conclusiones porque parten de errores teóricos básicos”.
Postigo explica que el transhumanismo, “niega el concepto cristiano de naturaleza corpórea y espiritual, y tiene una visión de la naturaleza cambiante, como algo que se autoconstruye. “La dignidad humana, que en la antropología cristiana es el valor intrínseco de todo ser humano gracias a ser creado a imagen y semejanza de Dios, queda reducida al estado actual de la persona, a la calidad de vida que tiene un individuo en las circunstancias actuales”.
Neil Harbisson es el primer cyborg reconocido por el gobierno de y es capaz de percibir los colores como sonidos gracias a su eyeborg, un sistema implantado en cráneo.
En estrecha relación con la ideología de género
Por último, Postigo explica que “hay una total conexión en los fundamentos antropológicos de la ideología transhumanista y la ideología de género: tiene los mismos presupuestos y premisas”.
Entre ellos, destaca que “se entiende la naturaleza humana como algo cambiante, conforme a lo que yo quiero que sea.
"Además, el transhumanismo tiene una rama derivada que son las postfeministas, las feministas transhumanistas. Una de ellas es Donna Haraway, que tiene un libro que se titula El manifiesto Cyborg, en el que habla del genderless, es decir, de ir hacia la disolución de los géneros. El cyborg sería alguien sin género y sin sexo, en un total género fluido: hoy me siento esto y mañana de otra manera”.
La familia, una vez más, la gran perjudicada
Por ello, Postigo alerta de “grandes implicaciones para la familia” a raíz del transhumanismo, que “tiene unas consecuencias brutales en el plano sociofamiliar. Si entiendo que no hay una sexualidad o genética, no existe la familia natural”, explica.
“Donna Haraway habla incluso de la ectogénesis, es decir, de la externalización del embarazo completo, de manera que la mujer no esté ya supeditada corporalmente ni al varón ni a su propio cuerpo, sino que sea una máquina la que produzca el embarazo”.
Como consecuencia de ello, se plantea la disolución de la familia y la tecnificación del proceso de fecundación. “De ahí que las transhumanistas hablen de la obligatoriedad de la fecundación in vitro como modo para fecundar, para que así evitemos que nazcan personas con discapacidad y solamente nazcan los sanos”.
La norteamericana Laiken Olive nació con una discapacidad en el brazo y se implantó un brazo biónico que utiliza sensores myoeléctricos que detectan las contracciones de los músculos.
Los tres criterios para evaluar el transhumanismo
Por ello, Postigo expone tres criterios útiles a la hora de evaluar las propuestas transhumanistas.
1º El respeto a la vida humana
“El primero, el respeto al valor de la vida humana, desde su inicio hasta su final; es decir, toda aquella intervención que dañe o suponga un daño grave a la integridad física o psíquica de la persona debería evitarse. Por eso, a día de hoy, debe rechazarse la edición genética en gametos o en embriones.”, afirma.
2º Preservar la identidad, libertad e intimidad
“En segundo lugar, toda intervención que pueda afectar a la identidad, a la libertad, a la intimidad o al ejercicio libre de sus funciones cognitivas debería ser mirado con mucho detenimiento".
"Por ejemplo, Elon Musk, el creador de Tesla, está creando Neuralink, una especie de chip en el cerebro con el que dice que va a curar la ceguera, la sordera, la epilepsia, y un montón de enfermedades. Hay total opacidad sobre esto, pero, ¿podría esa interfaz cerebro-ordenador llegar `hackear´ el cerebro humano y anticipar decisiones y condicionar su libertad?”, plantea.
La historia de los principales transhumanistas como Neil Harbisson o Manuel Muñoz.
3º Respetar la igual dignidad de todas las personas
Por último, la experta en bioética propone el “respeto de la justicia e igualdad” entre todos como el tercero de los criterios. “Los transhumanistas hablan de eugenesia selectiva prenatal por la que el embrión discapacitado no tendría derecho a nacer. Eso supone un planteamiento injusto y de no igualdad de todos los seres humanos que tienen igual dignidad”.
De la sociedad sin fe al imperio ideológico
“Nuestra sociedad ha perdido la fe en Dios”, concluye “y ahora tiene una fe en la ciencia muy fuerte, y eso es un terreno propicio para que este tipo de ideologías crezcan y tengan adeptos a veces de forma inconscientemente”
Con el creciente imperio económico e ideológico de las grandes tecnológicas Google, Apple, Facebook y Amazon (GAFA), “el poder científico y tecnológico se está constituyendo en una auténtica y verdadera creencia”.
“Mi criterio personal es que muchas de las cosas de las que habla el transhumanismo no son utópicas, son reales y podrían suceder”., concluye.